Forto: Cortesía
Para el prelado, nacido en Aguascalientes en 1925, la fecha del 15 de agosto está en lo más profundo de su vida. En un día así, pero de 1952, se ordenó sacerdote y en una fecha similar, pero de 1971, fue nombrado obispo.
“Tengo mucho orgullo y satisfacción porque de esos jóvenes que se formaron en el catequismo impulsado por la Diócesis de Tehuantepec entre los indígenas zapotecos, chontales, ikoots, zoques, mixes y chinantecos, ahora algunos son autoridades de sus pueblos, otros son líderes naturales, y todos están comprometidos con la defensa de la tierra, el agua y el territorio”, dice el obispo.
Los jóvenes chontales, señala como ejemplo, son grandes defensores de sus recursos naturales y luchan contra la instalación de las minas que contaminan los ríos y arroyos. Los zoques, mantienen la defensa de sus tierras. Y en todas las comunidades mixes, los pueblos reclaman la atención médica, al igual que en los pueblos ikoots, zapotecos y chinantecos, explica.
En otros años, en el aniversario de la ordenación de Lona Reyes, como obispo, desde las primeras horas llegaban las bandas de música de los pueblos zapotecos/mixes, las mujeres con canastos cargados de mangos y melones, y cientos de niños agradecidos que semanas antes habían recibido de las manos de este “Obispo Rojo”, el sacramento de la primera comunión.
Sin embargo, el prelado también pide al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que por encima de los problemas económicos, no deje de lado el programa para impulsar el desarrollo del Istmo de Tehuantepec. “Creo que nadie tiene argumentos para oponerse al Plan Transístmico. Espero que para el 2021, el programa, tenga avances sustanciales”, comenta.
El obispo emérito de la Diócesis de Tehuantepec no duda. Está plenamente convencido que el cambio iniciado con la elección del presidente López Obrador nadie lo va a frenar, pero también señala que muy dentro de la llamada 4T existe simulación que impide que verdaderamente se trabaje a favor de los que menos tienen, algo a lo que él ha dedicado toda su vida.
“Los pobres nos han enseñado el camino de la verdad, el camino del cambio, pero… hay gente ¿cómo te diré?, que quiere seguir en la ruta del pasado”, dice este sacerdote cuyo ministerio a favor de los pueblos indígenas lo llevó en 2008 a ganar el Premio Nacional de Derechos Humanos y cargar a cuestas con la etiqueta de ser un “obispo rebelde” que desafió la ortodoxia de la Iglesia Católica e incluso a al papa Juan Pablo II.