"México debe dar su lugar a los pueblos originarios": Mercedes de la Garza

Su trabajo como historiadora, asegura, es mostrar la grandeza de antiguas civilizaciones que la Conquista aplastó. Hoy, indica, los indígenas siguen igual, sobreviviendo en la miseria y el despojo

Mercedes de la Garza, premio Nacional de Arte y Literatura (TONY RIVERA. EL UNIVERSAL)
Sociedad 16/12/2017 13:07 Sonia Sierra Actualizada 13:07

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La investigación de las culturas antiguas de México “no es algo abstracto”, no sólo es analizar e interpretar los símbolos; persigue mostrar “cómo fueron de grandes estas civilizaciones, la forma como las aplastó la Conquista y la manera en que los pueblos indígenas han conseguido conservar sus tradiciones”. Al término de una conversación sobre sus investigaciones, Mercedes de la Garza, historiadora de las religiones e investigadora emérita de la UNAM, hace esa precisión sobre los fines de su trabajo.

Han sido 60 años en la UNAM —donde se formó en Letras e Historia— y medio siglo como investigadora. La historiadora acaba de ganar el Premio Nacional de Arte y Literatura, en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.

De la Garza es autora de El universo sagrado de la serpiente entre los mayas y Sueño y éxtasis, visión chamánica de los nahuas y los mayas; han sido 23 libros, nueve en coautoría. Encabezó la reestructuración integral de 20 salas del Museo Nacional de Antropología, que dirigió entre 1997 y 2000; también dirigió el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y es miembro emérito del Sistema Nacional de Investigadores.

Ha sido un año en el que han coincidido varios premios…

Ay, sí. Fue muy curioso porque me dieron en Mérida, en el Festival Internacional de la Cultura Maya, la medalla Yuri Knórosov, que fue un epigrafista ruso muy famoso. Además el doctorado Honoris Causa de la UNAM, el 9 de noviembre. Y ahora el Premio Nacional, al que me propuso la Academia Mexicana de la Historia.

¿Qué figura la llevó a estudiar las culturas maya y nahua?

Pues Palenque. Cuando era estudiante —acababa de entrar a la carrera de Historia y había terminado Letras— y llegué a Palenque de paseo, me quedé sin habla. Dije: “¿Qué es esto? Yo quiero —pensé para mis adentros— dedicarme a saber quiénes fueron estos y cómo es posible que hayan hecho esta maravilla”. Eso me detonó y regresé a estudiar civilización maya con el doctor Alberto Ruz.

En un abanico de temas en la investigación de las culturas eligió lo sagrado, por encima de la vida cotidiana, la política… ¿por qué?

Porque tuve una formación muy cercana a la filosofía. Fui discípula de filósofos muy eminentes, como Eduardo Nicol, como Luis Villoro, con quien tomé un curso extraordinario que se llamaba Filosofía de la Religión. También estudié Historia de las religiones y Religiones comparadas con Teresa Rohde. Lo que más me importó estudiar de las culturas mesoamericanas fue su pensamiento. Me importan las ideas que sostienen toda la cultura, y esas ideas son religiosas.

¿Cómo hallar ese pensamiento?

No es nada fácil. Tiene uno que hacer interpretación porque no hay un libro escrito donde se diga: “Pensamos sobre los dioses esto y esto y esto”. Pero sí hay muchas fuentes para aprender lo que es la religión de estos grupos. De la época prehispánica están las fuentes plásticas, o sea los templos, las representaciones de dioses… Hay que hacer necesariamente análisis comparativo: ¿dónde aparece la serpiente de dos cabezas? y en qué contexto? A través de las religiones comparadas uno empieza a encontrar parámetros.

Eso explica su decisión de estudiar a los mayas y nahuas…

Claro, eso lo explica, porque yo trabajo con la metodología de historia de las religiones, y en historia de las religiones el análisis comparativo de los datos es esencial. Y uno tiene que estar al día de lo que dicen investigadores de otras áreas, porque si yo me paro solita frente a la tumba de Pakal, en Palenque, y veo esa imagen digo —como dijo alguien—: “Ah, un extraterrestre”, invento cualquier cosa.

¿Había mucho en común entre mayas y nahuas?

Había mucho en común, pero hay distinciones bien claras. La de los mayas es una cultura milenaria que se inició hace 3 mil años, y de ahí empezaron a aparecer las primeras ciudades. Los nahuas provienen de un grupo del norte del país, eran nómadas, cazadores y guerreros, llegaron y asimilaron los conocimientos de otras culturas mesoamericanas, de los mayas y de otros que no sabemos ni como se llamaban, los teotihuacanos. Los nahuas traían esas costumbres guerreras: exceso de sacrificios humanos, militaristas; con ese carácter de pueblo conquistador que tenía como símbolo el águila real que destrozaba a los pequeños pajaritos, que eran todos los pueblos. La primera vez que hubo un imperio en Mesoamérica fue el mexica. Los mayas tenían otro carácter. Pero eso no quiere decir que no encontremos una profunda sensibilidad entre los pueblos mexicas.

¿Cuál siente que es la mayor satisfacción de su trabajo?

La mayor satisfacción es cuando está uno en una ardua investigación, algo muy difícil, y lleva mucho tiempo tratando de encontrar qué puede significar esto, y de repente encuentra la clave. Es descubrir, conocer, saber algo nuevo y encontrar una explicación, que a lo mejor va a venir otro a cambiar eso… Y, sobre todo, poderlo expresar por escrito; escribir libros y artículos que revelen mis investigaciones y mis conocimientos es la mayor felicidad. Y he tenido esa felicidad desde hace como 50 años. Medio siglo de ser investigadora.

¿Qué representa para usted el arte como forma de conocimiento?

Es apasionante. Uno frente a una obra de arte puede hacer un análisis estético, formas, colores, armonía, pero si es un arte lleno de símbolos, como es el arte mesoamericano —no encontramos una escultura de un Apolo— tenemos símbolos extraños, rasgos animales en figuras… es ver y analizar eso, es iconografía. Hago iconografía, que es el análisis de los iconos, todo el mundo dice íconos pero se dice iconos, ese análisis es muy importante.

¿Falta mucho por comprender y estudiar de esos símbolos y culturas, todavía es un universo del que no se conoce mucho?

Todavía no se nos acaba de revelar. La propia epigrafía, el desciframiento de la escritura maya, aunque se han encontrado los significados de muchos símbolos, todavía no se encuentra la clave última para descifrar la escritura. Nos falta mucho por conocer, descifrar e interpretar el pensamiento maya y nahua. Son culturas tan diferentes a nosotros… Eran otros, aunque esos indígenas estaban en la tierra que estoy pisando y en donde nací.

¿Qué tanto ha trabajado desde la etnografía?

Le hablaré de mi libro del chamanismo. Empecé a estudiar el chamanismo entre los mayas desde 1800 antes de Cristo; lo que pasó en la época prehispánica, en la época colonial, y lo que pasa con el chamanismo hoy. Lo más fascinante es que los chamanes de hoy tienen mucho en común con los del 1800 antes de Cristo, porque es una práctica que se ha conservado al interior de las comunidades, en las casas; las iniciaciones son muy parecidas. Luego me voy a estudiar a los nahuas y encuentro más o menos lo mismo, aunque lo que pasó con la Conquista española fue un desastre porque aplastó lo más valioso de las culturas indígenas. Lo hicieron pedazos. Quedaron los indígenas vivos, pero sobreviviendo como pudieron, en los montes, sembrando su milpita, en la miseria, en el despojo, en el abandono. Y lo peor es que así siguen. Vinieron la Independencia, la Revolución, y los indígenas están igual. Pero… están muy cerrados en conservar sus tradiciones. En comparación con los de la época colonial, el mito de hoy es muy parecido al antiguo, narra el origen del mundo como épocas que se destruyen y se crean, pero habla de los indígenas como los pobres hombres que viven en el monte, y que los que son blancos son superiores. ¿Qué pasa con ese hombre que narraban los mitos antiguos? Es un pobre hombre cansado de trabajar la milpa.

¿Cómo ve al indígena mexicano?

Así, apabullado. Pero afortunadamente ha habido movimientos de reivindicación para los indígenas. El hecho de que haya una mujer indígena como candidata a la Presidencia —aunque no va a ganar— dice algo. En la UNESCO ya hay una declaración de los derechos de las culturas indígenas. Ha habido muchos investigadores que han luchado por los indígenas. Luis Villoro estuvo con los zapatistas hasta el último momento; Rodolfo Stavenhagen trabajó mucho por sus derechos. México debe darle oportunidades a los pueblos originarios. Es importantísimo estudiarlos, reconocerlos, tratar de darles su lugar. Esa es otra de las finalidades de mi investigación; no nada más así en abstracto saber qué creían y qué maravilla la religión antigua, no. Hay que mostrar que fueron grandes civilizaciones, qué les pasó con la Conquista, cómo han podido conservar sus tradiciones y qué valores tienen hoy en día. Por eso trabajo los mayas desde la época prehispánica hasta hoy, y a los nahuas también.

¿Cuál es su opinión sobre la situación del país hoy?

Estamos muy mal en este país. Hay algunas libertades, tendencias democráticas, pero hemos caído en la violencia, el robo, la delincuencia más abyecta, en la insensibilidad, que consiste en que alguien vaya y viole y mate a una mujer y luego la descuartice. Antes había delincuencia, pero ahora… el mexicano ha caído en la abyección que es la que vemos a diario… tirar recién nacidos a la basura. El país está muy mal. Y muy bien a lo mejor, o medio bien, en los aspectos económicos, se han logrado reformas, la educativa es muy buena y el secretario de Educación le ha metido el alma; en la academia hemos trabajado con ellos y es una maravilla. Algo hay bueno, tampoco todo es el infierno, pero mucho es el infierno.

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