Al principio él se enojaba, “les aventaba barrio, pero ya me acostumbre”, cuenta Eduardo, alias El Triste. Después de muchos años de discriminación por su vestimenta, su lenguaje, por ser integrante de una de las bandas de los denominados “cholos”, terminó por ignorarlo: “Así nos gusta vivir, qué le vamos a hacer”, aunque por ello se les señale como delincuentes.

Originario de la ciudad de Oaxaca y con 28 años de edad, Eduardo es padre de dos hijos, quienes se alejaron de él por su adicción a las drogas, al igual que el resto de su familia:  “¿Qué onda loco, qué tranza homie? ¡Saca un toque! Digo, para que nos vayamos entendiendo, ese”, dice al comienzo de esta entrevista.

Desde los 15 años se empezó a juntar con “los cuates” de la calle en que vivía. Relata que su padre era muy violento y por cualquier cosa le pegaba, hasta que dejó de aguantarlo y mejor escapó de su hogar.

“Sólo eran golpes y más golpes los que recibía de él. Mi madre era testigo del maltrato en casa, pero no podía hacer nada. Aquí con la banda encontré la hermandad, la comprensión y el sentido de pertenencia; cada que haces algo por el grupo, ellos mismos reconocen tus méritos. Acá te olvidas de todos tus problemas, el alcohol y las drogas son nuestros mejores aliados para no caer en depresión”, describe El Triste.

Foto: Juan Carlos Zavala

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Oaxaca es la tercera entidad del país con mayor porcentaje de población víctima de algún tipo de discriminación, tan sólo por debajo de los estados de Puebla, con 28.4%, y Colima, con 25.6%.

De las personas de 18 años y más que han sido discriminadas en Oaxaca, 24.4% son mujeres, mientras que  25.4% son del sexo masculino. En promedio, en el país 20.2% de la población de 18 años y más declaró haber sufrido algún tipo de discriminación en el último año por alguna característica o condición personal, tono de piel, manera de hablar, peso o estatura, forma de vestir o arreglo personal, clase social, lugar donde vive, creencias religiosas, sexo, edad y orientación sexual.

Cualquiera de éstas han servido de motivo para  acciones que niegan o restringen el goce de los derechos. De acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), es un fenómeno que en nuestro país está arraigado tanto en las instituciones, reflejadas por ejemplo en los obstáculos para acceder a servicios de salud y educación, como en las prácticas sociales que definen relaciones desiguales de contratación y empleo.

“Todos nos tachan de malillas, pero es necesario decirte que hasta las mismas autoridades  nos han incitado a la delincuencia, ellos son los principales promotores de esta problemática. Como saben que estamos jodidos económicamente, se han aprovechado de la situación para venir a nuestro barrio a contratarnos para delinquir”, revela Eduardo.

De acuerdo con su relato, funcionarios, políticos e incluso autoridades universitarias los han contratan como grupos de choque, principalmente cuando hay elecciones. Según su testimonio, “les pagan para reventar urnas electorales” o, en ocasiones, hasta para crear riñas.

“Finalmente, uno sale perdiendo porque, si nos cachan, nos encierran en la cárcel; ellos se lavan las manos. Los pagos por esos trabajos son entre 500 y mil pesos,  y muchas veces ni nos pagan”, relata.

Foto: Juan Carlos Zavala

En Oaxaca hay distintas bandas, como Barrio 13, Barrio 18, Los Tagger, Los Maras y Mara Ms 13; Eduardo pertenece a Barrio 21. A su grupo, así como a él, además de distinguirlos el pantalón bombacho  y la  camisa holgada,  los distingue un tatuaje en el cuello con el número 21,  símbolo  que representa el natalicio de Benito Juárez.

En México, la pandemia ha agravado los casos de discriminación y racismo que,  según la socióloga Mónica Moreno, se entiende como un sistema de organización en nuestra sociedad que “distribuye poder, privilegios, oportunidades, la buena vida, y decide quién tiene accesos,  quién no y a qué cosas”.  Ésto  se ha visto reflejado en 343 solicitudes de intervención al Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación, entre el 19 de marzo y el 9 de junio.   

Eduardo  cuenta que cuando no tienen dinero,  venden algunas de sus pertenencias, aunque los tachen de rateros, ya que generalmente piensan que fueron a “chingar” a alguien, y precisa: “Pero no es así  y al menos en nuestra clica, que se conforma de 30 elementos, unos a otros nos cuidamos y hemos sido respetuosos con los vecinos del barrio”, destaca. 

En esa pandilla nadie es jefe, todos se tratan por igual, describe Eduardo: “Por eso, ellos [quienes integran su barrio] forman parte de mi vida son mis carnales, son mi familia, quienes cuidamos el territorio y a nuestra gente, aunque tengan una mala percepción de nosotros”, finaliza.