Cuando Filadelfo Ramírez Ordaz cumplió 49 años decidió que dejaría Pluma Hidalgo. Juntó 7 mil pesos, cargó su mochila con 10 kilos de café en bolsas de 250 gramos y partió con la intención de cruzar la frontera y llegar a Estados Unidos. Así lo hizo. Durante cinco días caminó por el desierto hasta llegar Phoenix, Arizona.
—Si soy productor, por qué no voy a hacer el intento de vender mi café al mejor precio que pueda, que me reditúe y siga con la tradición de sembrar. No me quedó otra que irme, pasé cinco noches de mojado con café en la espalda, recuerda.
“Aquí llegaban cientos de comerciantes de muchos municipios, fuimos el primer pueblo en tener energía eléctrica en toda la región, los productores de café ganaban en dólares, había mucho dinero”, recuerda. Pero todo ese ímpetu comercial se fue perdiendo a causa de altibajos en los precios y abusos de intermediarios. Además, fenómenos naturales y plagas, como la roya, la broca y el gusano barrenador, también llevaron a la quiebra a los 53 propietarios de fincas, hasta en tres mil hectáreas de tierras.
La familia de Edgardo Cruz Sánchez, dueña de la finca La Huerta, de más de tres mil hectáreas, es un ejemplo de la agonía del sector. En 1997 la finca sufrió el embate del huracán Paulina que destrozó sus cultivos; a partir de entonces les fue imposible reactivar la producción.
Recientemente, uno de los hermanos sembró 5 mil plantas de café, pero ya las consumió la roya.
Para tener una idea de la pérdida, Edgardo refiere que para renovar las plantas de café en una hectárea se requieren al rededor de 80 mil pesos, monto que alcanza para sembrar 3 mil plantas de corte bajo y unas mil 500 de corte alto. Además, se requiere de otros 30 mil pesos para darles mantenimiento, por lo que el total sería de 110 mil pesos por hectárea.
La falta de ese capital, del que carecen la mayoría de productores, sobre todo para la contratación de personal, es otro de los factores que han intensificado la crisis y provocado el abandono de grandes extensiones de tierra, la migración de cientos de personas y el desplome de la actividad económica del municipio.
El resto son más bien pequeños productores: 116 tiene menos de una hectárea; 175 entre una y 2.99; 81 de 3 a 5.99. Hace 20 años cada cafetalero poseía y sembraba alrededor de 20 hectáreas.
El Ayuntamiento calcula que la superficie que se cultiva es de 5 mil 256 hectáreas, sólo 4.22% del total de tierra dedicada a la siembra de café; de ese total no toda es productiva: se estima que sólo entre 2 mil y 3 mil hectáreas son las que están trabajando.
La situación de Pluma Hidalgo se repite en otras zonas productoras del grano. Según la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO) en la entidad existen 100 mil 77 productores que siembran el grano en una superficie de 124 mil 426 hectáreas, distribuidas en 150 municipios; no obstante, la superficie cosechada en 2017 fue de 111 mil 754 hectáreas, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Para tener una idea de cómo ha mermado la producción hay que voltear a los números. En 1994 en Oaxaca se cosechaban 248 mil 531 toneladas de café en una superficie plantada de 171 mil 450 hectáreas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi); en comparación con 2017, de acuerdo con la Sagarpa, en el estado se cosecharon 26 mil 287 toneladas en una superficie de 111 mil 754 hectáreas, es decir, una caída de 90%.
El Ayuntamiento de Pluma Hidalgo explica que entre las razones de esta caída en la producción se encuentra la baja inversión, tanto pública como privada, el bajo desarrollo tecnológico, grandes rezagos sociales en cuanto infraestructura productiva y de medios de comunicación. También le atribuye al rezago en capacitación laboral y a una economía campesina desarticulada que expulsa grandes contingentes de mano de obra.
Todos los domingos que Filadelfo Ramírez estuvo en Phoenix, los pasaba vendiendo paletas y... también café. Ocultaba sus bolsas de 250 gramos en un carrito de paletas y las ofrecía por 10 dólares.
Filadelfio cuenta que un estadounidense le cuestionó por qué teniendo tierras y produciendo esa calidad de café él y sus paisanos iban Estados Unidos a ser trabajadores, a que los despreciaran y los castigara la ley.
—Él mismo me llevó a las cafeterías de Starbucks y me dijo “aquí venden café de México, pero no sabe rico como el que traes”, recuerda Filadelfio.
El productor asegura que fue en ese momento cuando se dio cuenta que el negocio se encuentra en ofrecer él mismo el café y no sólo venderlo al mayoreo. Fue así como inició su empresa Café Diamante, con la cual distribuye el grano en hoteles, tiendas, restaurantes; además, abrió su propia cafetería en Pluma Hidalgo.
—Cuando vendes el café en pergamino es darle toda la utilidad al intermediario y nunca vamos a salir de perico de perros, siempre vamos a estar trabajando para él, explica.
Por esa razón Filadelfo, junto con un grupo de 60 productores, se embarcaron en una aventura cafetalera, para la que convencieron a la autoridad municipal para que les prestara una parcela para sembrar las siete variedades de café que existen en la región: Pluma, Oro Azteca, Costa Rica, Marsellesa, Geisha, Colombia y MTR.
El objetivo de su proyecto es conocer cómo se comportan las plantas a la altura en que se encuentra el municipio y en un terreno pobre en nutrientes.
—Lo que queremos es demostrarle al productor que su terreno, por muy pobre que sea, con un poco de ayuda, con un buen proyecto, puede ser rentable para la cafeticultura, asegura.
Otro de los objetivos de los cafeticultures es conocer cuál es la productividad de cada planta, la calidad de sus granos y su resistencia a las plagas. Con este experimento, dice, los productores tendrán el conocimiento suficiente para decirle al gobierno cuáles son sus necesidades y qué tipo de apoyos requieren para que la ayuda gubernamental rinda realmente frutos. Y llegue a quien tiene que llegar, pues señala que los recursos públicos se diluyen en organizaciones campesinas como la CEPCO, la Confederación Nacional Campesina (CNC) y que al final el apoyo no llega a los productores.
—A veces el gobierno gasta más en palas y picos o en plantas de café que traen de la Costa, pero que no resisten el tipo de tierra que hay en Pluma Hidalgo, argumenta.
—Queremos la oportunidad de decirle al gobierno cómo debe ser el apoyo y le aseguramos que se va a llevar la mejor de las sorpresas: que el café sí es negocio y puede ayudar a generar bienestar social a las comunidades.
Además, los cafetaleros impulsan la conformación del Consejo Municipal de Productores de Café de Pluma Hidalgo que les permita organizarse entre pequeños, medianos y grandes productores.
—Que todos tengamos la bandera café enfrente, como meta, finaliza.