¿La identidad muxe evoluciona?

De las camisas con botones de oro en los 50, a transformar su cuerpo en la época actual

Foto: Roselia Chaca
Sociedad 20/11/2019 21:04 Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 08:44

Falo era un hombre que se pintaba de rubio el cabello, que usaba camisas estrafalarias, pantalones blancos o de colores  acampanados, eran los años sesenta, Kika lo veía como un muxe yoxho (homosexual anciano) que irrumpía con su atuendo las calles y las fiestas de Juchitán, era la época previa  a  Las  Intrépidas, al  movimiento festivo que visibilizó a nivel mundial esta comunidad zapoteca a través de una fiesta.

Enrique Godínez, La Kika, recuerda que las muxes de los años sesenta en Juchitán, como Falo, aunque seguían  la moda juvenil, no se ponían las guayaberas bordadas estridentes como las empezó a usar el fundador de la Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, Oscar Cazorla,  mucho menos se vestían con el traje regional en los espacios públicos, a lo mucho en el espacio privado, sin salir de sus casas.

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Foto: Roselia Chaca

Recuerdo un muxe de la Segunda Sección que se paraba en la puerta de su casa,  desde lejos se podía ver que usaba una enagua del diario sobre el cuerpo, como si fuera un vestido, pero cuando salía a la calle usaba camisas floreadas. Antes de las intrépidas,  algunos usaban una flor en la cabeza o en los sombreros, sólo se pintaban los labios y vestían ropa varonil, no eran femeninas como ahora,  por esos detalles se sabía que eran muxes”, dice el activista de 50 años sobre la  imagen de uno de los primeros muxes que vio.

Botones de oro

En los años 30 a 50, los muxes eran más discretos,  se “delataban” por los botones de oro en las camisas, chanclas femeninas o  una flor en la cabeza, quizá un poco de polvo en el rostro, eran compañeros inseparables de las  taberneras (mujeres que vendían cervezas en las Velas y fiestas patronales de los pueblos), viudas o  madres solteras,  al menos así los recuerda Gabina Vásquez, tabernera de 84 años.

“Los muxes de antes no se vestían de enagua como ahora, si se pintaban la boca ya era mucho. En mi juventud vi unos que a sus camisas les ponían botones de oro,  eran muxes que tenían dinero porque eran comerciantes, trabajaban mucho para tener esos lujos que los distinguían”, recuerda Gabina. 

Kika hace memoria y le viene a la cabeza  el nombre de Angélica, una muxe de la Séptima Sección,  como la primera  que usó la ropa femenina de las zapotecas en  su vida diaria, después vinieron otras como Felina, Mística y una larga lista hasta el día de hoy.

No soy él  o  ella, soy muxe y ya

“La primera que usó enagua y  huipil fue Angélica... después vino el boom de las ‘vestidas’ con las intrépidas, ya no se  transformaban en la clandestinidad,  hicieron propia la vestimenta de las mujeres en la casa y en las fiestas”, rememora Kika Godínez sobre cómo se ha transitando la identidad muxe hacia lo femenino.

Para el también director de la  Diversidad Sexual del municipio de Juchitán, a un gran sector de los muxes no les importa si los  denominan  “ella”,  “él”  o “elles”, la elección queda a criterio e identidad de cada persona: “No soy él  o  ella, soy muxe y ya”, refiere.

La transformación del cuerpo

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Foto: Roselia Chaca

En el año 2000, las muxes que habían ido a la capital del país a probar fortuna, algunas en la prostitución, empezaron a transformar sus cuerpos en función del negocio, primero tomando hormonas, luego sometiéndose a operaciones estéticas para tener  pechos, caderas y glúteos muy pronunciados.

Naomi Méndez, por ejemplo, es una mujer trans de 26 años que comenzó a hormonizarse desde los 18, pero hace un año se puso implantes de senos. Pero su sueño no termina con su 34 B: quiere convertirse en la primera muxe en hacerse el cambio de sexo.  

“No sólo cambié mi cuerpo, también mi nombre ante el Registro Civil... esto de transformar el cuerpo es un asunto generacional, antes lo hacían las que se dedicaban a la prostitución, ahora es para sentirte acorde con tu identidad”.

Naomi identifica tres formas de ser muxenguiu (el que usa vestimenta varonil),  gunaa (la que se viste de mujer  o se trasviste) y muxe  trans (la que se viste de mujer y ha trasformado su cuerpo), de estas últimas en  Juchitán existen por lo menos 40 personas.

El poeta Elvis Guerra, por su parte, considera que  existe una nueva generación de muxes, como él, que  han decidio inclinarse por lo “binario”, es decir, que    se visten de hombre o  de mujer, pero no de  ambos, lo que permite que puden relacionarse con alguien que asume el otro género. 

Esto le ha traído crítica y discriminación de la misma comunidad, pero considera esta forma de identificación como parte natural de la evolución de la muxeidad.

“En mi  investigación para mi último libro sobre las Ramonas descubrí que muchas muxes  ‘se voltean’, pero  no lo aceptan, porque echa abajo lo que se piensa  de ellas, que  no  mantienen relaciones con otro muxe”.

 

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