Boleros, chilenas, merequetengues y literatura, de Oaxaca para el mundo
Para Fernando Amaya, la música es una vía para enaltecer las raíces de Oaxaca, sus riquezas naturales y tradiciones
Oaxaca cuenta con un gran referente artístico y musical, que sirve de inspiración para crear un camino y preservar las tradiciones del estado a través de la música, la poesía, la literatura, la pintura.
Son palabras de Fernando Amaya, compositor oaxaqueño que, por azares de la vida, tuvo la oportunidad de recorrer las distintas regiones de la entidad y contar así con la inspiración suficiente para crear canciones y poesías que reflejan su amor por Oaxaca.
El compositor nació en Santiago Xanica, Miahuatlán, pero su familia era de constantes desplazamientos, lo que lo educó a vivir en un ambiente itinerante y al mismo tiempo le dio la posibilidad de conocer la diversidad natural que existe en el estado, así como sus tradiciones y cultura para componer sus canciones y poesías.
La inspiración
Desde pequeño, Fernando Amaya tuvo gusto por la lectura y escritura; cuando vivió en Puerto Ángel donde sus primeros pasos comenzaron.
“Fue en la Escuela Técnica Pesquera donde viví la experiencia de adentrarme por primera vez en el mar, en sus días y noches de azoro, en sus jornadas de pesca estimulantes y frescas. Me aficioné, con otros amigos, a escudriñar textos literarios en la biblioteca de esa institución”, señala el cantautor.
El nombre de esa escuela fue el mismo que encontró en una revista editada por Rodrigo Moya, en donde conoció la obra de Pablo Neruda e ilustraciones de Naranjo; en ese instante vio las posibilidades que tenía para crear su propio camino.
Más adelante, en su estancia en Salina Cruz para estudiar el bachillerato, el artista tuvo su primera guitarra, la cual fue su compañía en festejos, duelos, asuetos y cualquier tipo de celebración que se presentara, siempre “ataviado solo con el canto de la pasión”.
Forja su carrera
“Comprendí que la música tiene sus requisitos fundamentales en la afinación y la cuadratura”, cuenta mientras recuerda el momento en que conoció a Esteban Martínez en Puerto Ángel en la década de los ochenta.
“Nos dimos a la tarea de acopiar un repertorio, para compartirlo, en ocasiones, por una remuneración económica; en otras, por el afán de retribuir a los nuestros, lo mucho que nos prodigan con sus atenciones y estímulos”, menciona Amaya.
En esta época comenzaron a surgir composiciones propias, ejecutadas regularmente por Amaya y Martínez; fue aquí donde uno de sus más famosos temas vio la luz, “Costa Oaxaqueña”, la cual interpretó en el escenario del teatro “Macedonio Alcalá” durante el Festival de la Canción Popular Oaxaqueña, en 1986.
De ahí, la música se convirtió en su vida, la vía para transmitir las tradiciones y culturas que envuelven las ocho regiones de Oaxaca, esto por medio de ritmos de son costeño que evocan a su residencia actual.
Música sin fronteras
Fernando Amaya colabora también con su hijo, Fernando Escobar, quien compone música instrumental con su guitarra; los dos, junto a Eusebio Villalobos, realizaron en el 2010 una ruta cultural por siete ciudades de Polonia, bajo el proyecto “Cantares de la Costa Oaxaqueña".
En este país, “asimilamos el aprendizaje de que el acervo que compartimos, no tiene frecuencias con el lucimiento personal, sino que es atributo de un pueblo rico por su tradición cancionera, franqueada por dos figuras monumentales: Álvaro Carrillo y Jesús “Chú" Rasgado”, comenta Amaya.
El cantautor asegura que su música también le ha permitido recorrer todo el estado, así como entidades vecinas como Chiapas, Tabasco y Guerrero, lo que le dio a Amaya la seguridad de que su música no distingue estratos sociales, ni económicos; “nuestra canción, así como su corazón de síncopa y redoble es una oportunidad de fraternidad y universo”.
Su paso por el ambiente musical, le permitió a Amaya conocer a otros cantautores que, al igual que él, buscaban abrirse paso en eventos artísticos y culturales del estado; en esos festivales, conoció a Hebert Rasgado, con quien pudo fusionar los ritmos costeños y juchitecos para crear armonías musicales que muestran el arraigo a la historia de las regiones.
Música y enseñanza
Además de componer, Fernando Amaya tuvo la oportunidad de impartir clases en la Costa oaxaqueña, a veces de español y otras más de educación artística, teniendo una carrera en la docencia que sumó 31 años.
En esos años, Amaya buscaba incitar a niños y jóvenes a valorar el acervo cultural y la historia de la región, para así tener una mayor expresión artística desde sus raíces, y a su vez conseguir que la música tradicional no muera.
“Trabajamos con otros compañeros músicos para realizar festivales de corte cultura en Puerto Ángel, Mazunte, Huatulco, Pochutla, de manera periódica hemos alternado esa actividad, de despertar en los niños ese interés por lo artístico”.
Su huella literaria
Además de componer canciones en formatos muy variados, desde boleros y chilenas, hasta charangas y merequetengues, Amaya también ha incursionado en la literatura, donde su libro titulado “Leva” recopila una serie de poemas que el artista escribió al tiempo que la música era su vida.
Sin embargo, en el aspecto literario, Fernando Amaya no ha tenido la misma historia que en la música; su obra tuvo que ser publicada de manera independiente y vendida a través de internet para poder darla a conocer.
De igual forma, tuvo la oportunidad de colaborar con revistas del estado, tales como “Nuestra Tierra”, “Luna Zeta”, “Fandango” y “Boca Barra”, en donde publicó relatos breves.
Actualmente, se encuentra en miras de publicar un nuevo volumen, pero el encontrar a alguien interesado en sacarlo al mercado no es fácil; sin embargo, eso no detiene a Fernando Amaya, ya que cuenta con una alternativa para publicarlo.
Mediante una asociación civil, la cual se encuentra en proceso de conformarse formalmente, pretende realizar publicaciones o grabaciones, así como eventos, convocatorias de carácter estatal y nacional para apoyar a otros compositores que buscan, así como él lo hizo desde que era pequeño, llevar su música a todo el mundo.