Colocada a un costado de una  mesa que tiene imágenes religiosas, cubierta con una sábana blanca y ornamentada con pétalos de rosas rojas, María de los Ángeles espera recostada la visita de sus familiares para que bailen y beban cerveza al conocer sobre su “pureza”. A sus 15 años, ella  fue raptada con fines matrimoniales por Luis Alberto, su joven pareja.

El rapto con fines matrimoniales es una tradición que se niega a morir entre el pueblo zapoteca que habita principalmente la Séptima y Novena Sección de Juchitán, ubicadas al sur de   esta ciudad; así como  en otras comunidades vecinas como Santa María Xadani, Álvaro Obregón, Chicapa de Castro y San Blas Atempa.

Aunque pervive, con el paso de los años esta tradición ha sido cuestionada por lo que representa  e incluso  ha dividido la opinión  de las familias istmeñas, con posturas a favor de garantizar su permanencia como muestra de identidad y otras que buscan erradicarla, por violentar los derechos y dignidad de las mujeres.

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Mientras María de los Ángeles espera, en el patio de la casa se confeccionan unas coronas de rosas rojas y hojas verdes de cordoncillo, que se regalarán a las mujeres que visitarán a la adolescente en  el ritual.

Los familiares del  Luis Alberto, el novio, se dicen orgullosos de esa tradición. Las tías están alegres, orgullosas y preparan los bocadillos que van a compartir con la familia de la novia.

Desterrar la tradición

Para  Rogelia González Luis, coordinadora del Refugio de Mujeres Víctimas de Violencia China Yodo, la tradición del rapto, aunque sea con fines matrimoniales, atenta contra los derechos de la mujer desde la perspectiva de género y  contra   los derechos humanos.

“Es un ritual antiguo donde se exhibe la ‘pureza’ de las mujeres que no miramos muy bien”, dice.

Desde la perspectiva de género y derechos humanos, afirma Rogelia, debe considerarse que “la tradición del rapto debe desterrarse de nuestras tradiciones porque, si bien es una práctica ancestral, no deja de violentar a las mujeres y  niñas que son raptadas a los 14 o 15 años”.

La activista explica que en  muchos casos, como los novios son  menores de edad, no pueden casarse y  terminan separándose:   “Es un grave problema de disolución familiar. A veces, el joven no trabaja o no permite que la mujer labore y empiezan las dificultades económicas. Al final, la mujer queda en el desamparo y con hijos que luego cuidan los abuelos”, explica.

Los zapotecos somos una cultura viva en constante transformación

Para el maestro zapoteca en Historia y Lingüística, Víctor Cata, "las únicas que deben de decidir sobre su cuerpo son las mujeres, no los varones desde una posición cómoda".

"Yo no estoy ni a favor ni encontra contra este ritual, sobre todo porque los tiempos han cambiado y actualmente muchas jóvenes ya no miden su honor desde una membrana. El tema es muy sensible, se sigue practicando en un sector tradicional de sociedad zapoteca", comenta. 

Agrega que aunque el ritual del rapto y la virginidad "tiene muchas aristas controversiales, sobre todo cuando participan menores de edad a las que se les vulnera sus derechos humanos", tampoco se puede de olvidar "que (los zapotecos) somos una cultura viva en constante transformación".

Vidal Ramírez Pineda,  exdirector de la Casa de Cultura de Juchitán, opina que la tradición debe preservarse porque es con fines matrimoniales y no es un juego entre parejas que están bajo el cuidado de sus padres: “La comunidad zapoteca no ve ofensivo el rapto, por el contrario, lo festeja”, señala.

En temas como estos, la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO)  aboga por no criminalizar a los pueblos indígenas, sino facilitar el  diálogo y el respeto a  la vida comunitaria,  teniendo como límite la dignidad humana, ha señalado  a EL UNIVERSAL el ómbudsman Bernardo Rodríguez Alamilla.  

Prohibido por la ley

Francisco  Anzueto Hilerio, oficial del Registro Civil de Juchitán,   reconoce que la tradición del rapto  matrimonial sigue vigente en comunidades  zapotecas,  pese a que en casos con  novios menores de edad, la ley lo prohíbe, pues   según  el Código Civil, para contraer nupcias ambos interesados deben de ser mayores de edad.

Fue en 2013 cuando los diputados de la 61 Legislatura  reformaron  el  Código Civil de Oaxaca para establecer como obligatoria la mayoría de edad para contraer matrimonio.

Antes, en la entidad estaba permitido el casamiento  entre menores con el consentimiento de los padres. A los 14   años una niña  o un joven  podían casarse. Ahora,  está  prohibido por  la ley.

Pero siempre hay opciones. Los futuros contrayentes menores de edad, como María de los Ángeles, tienen la  posibilidad  de acudir a la oficina municipal del DIF y ante el síndico, como representante legal del ayuntamiento, para firmar un convenio de “promesa de matrimonio” y protocolizarlo ante un notario público, con la finalidad de que en el futuro los  contrayentes hagan valer sus derechos.


Foto: Alberto López

Con sus  15 años  y tras cumplir con el ritual de la virginidad y el  rapto, María de los Ángeles  deberá esperar a que cumpla los 18 para contraer nupcias con su pareja, Luis Alberto, quien sólo cursó el segundo año de bachillerato y tiene 19 años de edad.

Ella va a  vivir conmigo, en mi casa, en lo que esperamos que cumpla la mayoría de edad”, revela el novio, a su regreso de comprar hielo y cervezas para el festejo.

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