¿Cómo llegó a Oaxaca este virus "de otro mundo"?, se preguntan indígenas zapotecas ante la pandemia
"Pensé que esa enfermedad nunca llegaría a México, pero de pronto escuchamos que ya hay contagiados en Juchitán", comenta Martha Reyes Sánchez, comerciante zapoteca

Juchitán de Zaragoza—. “¿China laa? Sti Guidxilayú nga nuuni”, decían las mujeres zapotecas en enero de este año, cuando en la televisión se informaba sobre muerte de miles de personas por el coronavirus. En realidad, la frase zapoteca pretendía desatenderse del problema de salud, “¿China? Está en otro mundo”, decían.
Sólo me han dicho que está lejos y por eso pensé que esa enfermedad nunca llegaría a México, pero de pronto escuchamos que ya hay contagiados en Juchitán, comenta Martha Reyes Sánchez, comerciante zapoteca que vive en el poblado Álvaro Obregón.
En esa pequeña localidad de pescadores y campesinos ya se sabe que el Covid-19 es una enfermedad contagiosa. Por ello, dice Teresita Reyes Santiago, se están aislando, se lavan las manos con jabón y evitan saludarse de manos y de beso.
Sin embargo, vive la preocupación entre los zapotecas porque la atención médica que brindan los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO) es precaria. La clínica no tiene energía eléctrica, el médico no atiende todos los días, las medicinas tampoco las mandan constantemente y, desde el terremoto de 2017, tiene sus paredes fracturadas.
Martha, quien se lava las manos después de cada venta en su pequeña miscelánea, donde empiezan a escasear los productos, confiesa que a la hora del desayuno y la comida el tema de la pandemia siempre está en la conversación con su esposo Luis López Gómez.
“La gente que viene a comprar me pregunta con temor qué pasará con esa enfermedad. Yo siempre les respondo que Dios nos protegerá, que no nos dejará morir”, relata.
Martha también le recomienda a sus clientes que se cuiden, que salgan de casa sólo lo necesario y que apliquen todas las medidas sanitarias.
Como integrante de una congregación cristiana, Martha comenta que desde hace varios días se suspendieron los cultos masivos, pero ella acude por algunas tardes a su iglesia Emmanuel, donde ora por la salud de sus paisanos.
“¿Cómo llegó esa enfermedad a México? ¿Cómo llegó de tan lejos?”, se preguntan los hombres y mujeres de esta localidad de unos 3 mil 500 habitantes. Varios de ellos, incluso bromean y dicen que de China sólo conocieron la tinta, otros comentan que sólo conocieron el delgado y transparente papel china.
Por las noches, recostada en una hamaca, Martha hace cuentas si el dinero le alcanzará para viajar a Juchitán y comprar los productos que ya se están agotando en su miscelánea.
Ella observa las estrellas en el cielo cada vez que se va a dormir, porque el terremoto de 2017 le tiró el techo de su casa y, desde entonces, cuando recibió 15 mil pesos por daño parcial, no ha podido reparar. El dinero sólo le alcanzó para comprar unas láminas para protegerse del sol durante el día.
En medio de la pobreza, los habitantes de Álvaro Obregón no se rinden. Unos van a la pesca, otros desafían el clima caluroso y se arriesgan en la siembra del maíz zapalote, las mujeres mantienen vivo el comercio en el centro de la localidad, en sus casas o lo que dejó el terremoto de éstas.
Como esta comerciante zapoteca que trabaja diariamente en su miscelánea que fundó hace 10 años y que sin nombre, en el pueblo la conocen como “la tienda de Na Martha”.