La escuela primaria “Educación” está ubicada en la colonia Heladio Ramírez López, una de las zonas de más alta marginación al norte de la ciudad de Oaxaca. En una de las paredes de sus aulas reluce un mural de la artista plástica zapoteca Ana Xhopa, en el que una niña y un niño sentados sobre la tierra cargan en sus manos maíz y frutos, y encima de ellos la frase “Por el derecho a una alimentación sana y nutritiva #Oaxacasinchatarra”.

Después de la pandemia del Covid-19, los directivos, docentes, estudiantes y padres de familia, tomaron la decisión de promover una alimentación nutritiva y la prohibición de alimentos no saludables o chatarra al interior de la escuela, a través de la cooperativa escolar; entre otras actividades, como talleres para la elaboración de huertos escolares.

Este esfuerzo, sin embargo, se ve minado a la hora de la salida de los estudiantes. En la acera de enfrente de la escuela, hay tres casetas en la que se venden productos no saludables como refrescos, galletas, frituras y todo tipo de dulces. Y aún más cerca, sobre la puerta de la misma institución educativa, los comerciantes cuelgan las bolsas de “churritos” y ponen en oferta aquellos productos que los docentes y directivos se han esforzado por advertir que no son adecuados para el consumo humano.Lee: Develan mural a favor de una alimentación sana para niños de Oaxaca; buscan impulsarla en tienditas

Foto: Edwin Hernández
Foto: Edwin Hernández

La venta de alimentos “chatarra” a las afueras de las escuelas se repite en la gran mayoría de los planteles escolares del estado de Oaxaca. El pasado 29 de marzo entró en vigor la prohibición de vender alimentos y bebidas no saludables para los estudiantes al interior de las instituciones educativas; pero sólo al cruzar la puerta de la escuela, los menores se encuentran con una sobre oferta de este tipo de productos.

Además del aumento exponencial de tiendas de conveniencia o minisuper de cadenas comerciales, en las que oferta es aún mucho mayor y en donde, de acuerdo con El Poder del Consumidor, venden 671 productos procesados y ultraprocesados, y de estos, 23 por ciento son bebidas azucaradas, 16% botanas saladas y 15% confiterías; el 71% muestra el sello de exceso de calorías en el empaque, 56% exceso de azúcares, y 37% de exceso de sodio.

Felipe Sánchez Rodríguez, coordinador adjunto del Centro Calpulli, asociación civil que desde el año 2020 impulsa la campaña “Oaxaca sin chatarra” junto con otras organizaciones, celebra la aplicación de esta medida y que la presidenta Claudia Sheinbaum le haya puesto fecha; pero advierte que no es suficiente.

Para él, la prohibición de la venta de alimentos chatarra debe ir más allá del interior de las escuelas, y ampliarse por lo menos a 500 metros a la redonda de cada plantel escolar.

La entidad oaxaqueña, apunta Felipe Sánchez con datos de la asociación civil El Poder del Consumidor, ocupa el primer lugar de los estados del país con el mayor número de niñas, niños y adolescentes con obesidad infantil, y el segundo lugar con el mayor número de adultos con obesidad.

Foto: Edwin Hernández
Foto: Edwin Hernández

En el estado, precisa, uno de cada cuatro niños, niñas y adolescentes, padece obesidad; más de un millón 300 mil menores de edad oaxaqueños que pueden desarrollar enfermedades como la diabetes y la presión arterial.

Secundaria Técnica #1, la salud por encima de las canonjías

Hace 18 años, el profesor Juan José Cruz Cervantes, con 48 años de servicio, llegó a impartir clases a la Secundaria Técnica #1 de la ciudad de Oaxaca. Entonces, recuerda, al interior parecía un tianguis: había una persona que vendía refrescos, otra que vendía dulces, una más que vendía alimentos preparados.

Actualmente, Cruz Cervantes es director de esta institución educativa, y relata que poco a poco se puso orden. Pero hace cinco años, a iniciativa del médico de la secundaria, se decidió prohibir la venta de productos no saludables para los jóvenes estudiantes y establecer que los alimentos que se vendieran en la “cooperativa de consumo” de la escuela, estuvieran basados en el “plato del buen comer”.

Por eso, la reciente prohibición de venta de comida y bebidas chatarra en las escuelas, no los tomó por sorpresa ni representó ninguna dificultad.

También explica que las “cooperativas de consumo” es un sistema que prevalece como un mecanismo para que las escuelas (además de las cooperaciones de los padres de familia) generen ingresos con los cuales atender algunas de sus necesidades. En su caso, esos recursos les han permitido renovar todos los pizarrones de las aulas.

Foto: Edwin Hernández
Foto: Edwin Hernández

En la Secundaria Técnica #1 no se venden refrescos ni dulces, y los alimentos que ofrecen a los adolescentes están basados en una dieta saludable. Las bebidas de empresas refresqueras fueron reemplazadas por agua natural o de sabor con frutos naturales; y cuentan con un sistema que potabiliza el agua y permite que los estudiantes puedan consumirla directamente desde los bebederos.

Esto no implicó una afectación en los ingresos generados en la cooperativa escolar, aunque sí perder “ciertos privilegios” que las empresas, sobre todo de refrescos, ofrecían a cambio de vender sus productos, como la dotación de agua, mesas y sillas, entre otros. “Preferimos la salud de los estudiantes, por encima de las canonjías”.

Aun así, advierte que la mala alimentación prevalece en la gran mayoría de los jóvenes por lo que se les permite consumir en casa o por lo que compran sólo al salir de la escuela. Por ello, dice, la salud de muchos de los estudiantes es mala y algunos, incluso, enfrentan problemas en hígado y riñones.

“Los padres burlan la prohibición”: Jesús Alberto Jiménez

El director de la escuela primaria “Educación”, Jesús Alberto Jiménez Velásquez, afirma que la malnutrición de los niños y niñas afecta su desempeño escolar, y aunque han tratado de crear conciencia en los padres y madres de familia, ha costado mucho trabajo.

Foto: Edwin Hernández
Foto: Edwin Hernández

La prohibición de vender y consumir alimentos chatarra en las escuelas, dice, ayuda a que entiendan el porqué del rechazo a este tipo de alimentos; sin embargo, han detectado que en el lonche de los menores, los padres y madres vacían en otro recipiente el jugo con alto contenido de azúcar que compraron en alguna tienda con el fin de que los profesores no vean la etiqueta, o que los alimentos son comprados; es decir, de alguna manera burlan la prohibición.

“Creemos en que la desnutrición afecta al aprendizaje, que hace que el niño o la niña no tengan la energía necesaria que se obtiene de una buena alimentación”.

Un factor de esta situación en la colonia Heladio Ramírez López, explica Felipe Sánchez, es que muchos niños, niñas y adolescentes junto con sus familias, viven en condiciones muy precarias, y eso está impactando en su vida, en su alimentación y en su desarrollo emocional cognitivo.

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