Hay, sin embargo, otras cifras adicionales, los 170 mil migrantes detenidos en los 44 puntos de rescate establecidos en el territorio oaxaqueño, los 2 mil que cruzaron por el Istmo en la pasada caravana y los que van en grupos familiares. Se puede asegurar, con los números disponibles, que en año y medio han transitado por tierras istmeñas más de un millón de migrantes.
A finales de octubre de 2018, con la llegada de la primera caravana que días antes de esa fecha había salido de San Pedro Sula, Honduras, la sociedad istmeña se volcó a recibir a los migrantes en los espacios públicos que se habilitaron. Les llevaron café, panes, cobijas, mientras las autoridades municipales les proporcionaron baños móviles y seguridad.
Con la llegada de nuevos flujos de migrantes a partir del año pasado, en varios municipios las escenas han sido comunes: grupos de mujeres pertenecientes a diversas congregaciones católicas y evangélicas, abuelas, jóvenes y niños, regalando alimentos a los migrantes.
Entre las historias tejidas por las abuelas, destaca la que contó el también presbítero responsable de la parroquia Señor de Esquipulas, de Juchitán y vocero de la diócesis, quien refiere que una mujer de 70 años todos los días compra un kilo de arroz, uno de frijoles y dos de tortilla, que, tras ser preparados, se los ofrece a las familias migrantes que llegan a su casa.
“Un día ella me dijo que, al ver a los jóvenes migrantes, recordaba a uno de sus hijos que desde jovencito se marchó hacia los Estados Unidos. Seguramente en el camino, alguien le ofreció un pan, algo de comida y agua y por esa razón trata de ayudar a los migrantes que pasan por acá. Ahora, de lo que su hijo le manda unos “dolaritos” y de ahí compra los frijoles y el arroz”.
Durante las primeras semanas de la llegada masiva de migrantes en Juchitán, unos cinco meses que se habilitara el Centro de Movilidad Migratorio (CMM), doña Lupita y sus compañeras de una congregación evangélica preparaban tortas y las repartían con café a los migrantes que en ese entonces ocupaban espacios públicos en el crucero de la ciudad, frente a la central camionera.
“Ahí hemos estado, llevando 300 o 400 tortas de bolillos, queso, atole de vainilla y café, frutas como plátanos y manzanas, lo que podemos comprar y reunir con otros compañeros de la iglesia. Lo hacemos con gusto, nos sentimos bien y en algunos casos entregamos cobijas usadas, pero limpias para que protejan a sus hijos en esta temporada de nortes y frío”, cuenta.
Pero frente a las acciones que el presbítero define como “obras de caridad, se alza un inmenso escenario de lucro donde muchos ven a los migrantes como mercancía. “En el tema del flujo masivo de extranjeros nadie está preparado, pero al final, la sociedad se adapta y busca todos los mecanismos para obtener provecho”, dice Irineo Mujica, de Pueblos Sin Frontera.
El rostro del lucro aparece en la venta de alimentos del CMM y en las misceláneas de las poblaciones que están en la ruta del migrante que termina por pagar hasta el doble el precio de los refrescos, el agua, las galletas, los panes, pañales, analgésicos, las citas por internet a la aduana estadounidense. “Todos o casi todos, comerciantes y prestadores de servicios quieren ganar”.
Joan, un migrante venezolano que viaja con su esposa y tres hijos, pregunta si en Oaxaca no hay oficinas para que atiendan casos de abusos de los policías, del rechazo que fomentan algunas autoridades y de los altos precios que pagan por el servicio del transporte. “Abusan de nuestras necesidades”, acusa.
Durante el último semestre del año pasado, con la llegada masiva de migrantes procedentes de 104 países, la mayoría de las 9 mil personas que viven en la cabecera municipal, las otras 7 mil están distribuidas en ocho comunidades pesquera más, rentó sus viviendas y, por separado, alquiló las regaderas, los servicios sanitarios y electricidad para la carga de celulares.
En ese periodo, reconoce el edil Parrazales, la economía de Tapanatepec creció. Un ejemplo: en una bodega de mangos, dormían 200 migrantes que por noche pagaban 120 pesos por persona. En un día dejaban por esa renta 24 mil pesos. Durante esa temporada, en Tapanatepec llegaron a rentarse unos mil 500 cuartos de las 3 mil viviendas del municipio.
Los ingresos que dejaron los migrantes en ese último semestre de 2022 fueron equivalentes a la derrama que generan 20 temporadas de corte de mango de exportación. Cada temporada abarca de enero a junio y miles de campesinos son contratados para el corte y el acarreo del fruto hasta las empacadoras que seleccionan y exportan, revela el presidente municipal.
Sin embargo, los migrantes de otros países, de Centroamérica, el Caribe, Sudamérica, de Asia y África, quienes no son considerados por las autoridades migratorias como “migrantes regulares”, son los más vulnerables en el trayecto y quedan expuestos a las mafias que secuestran y extorsionan, advierte Irineo Mujica.