Azul es heredera de un legado que comenzó al menos dos generaciones atrás. Cuando era más pequeña, recuerda, veía que su abuela bordaba con esmero flores hermosas de colores en los huipiles; sin embargo, con el tiempo comenzó a cuestionarse si ese oficio era lo suficientemente valorado para que perdurara con el tiempo. Por ello, comenzó a visitar a las bordaroras, primero, de su comunidad y luego de otras cercanas, para conocer sus necesidades.
Por esa razón, desde hace más o menos un año comenzó a recorrer pueblos como Juchitán, Ixtepec, Tehuantepec, Ixhuatán y otros de la región como parte de su proyecto que denominó Manos Nube. En sus visitas a las artesanas se dio cuenta que son las mujeres quienes bordan en jornadas extenuantes y sin condiciones dignas para ejercer su trabajo.“He conocido la historia de muchas mujeres que comentan que bordan como su única manera de ingresos, con la que mantienen a sus hijos, a toda su familia”, cuenta en entrevista.
Como parte del censo que realiza, hasta el momento ha registrado a 90 mujeres. Para recopilar información, Azul aplica un cuestionario sobre sus condiciones laborales, muchas de ellas, madres autónomas.
“Hay mujeres que han sacado adelante a sus familias con sus bordados, que tuvieron que asumir el cuidado y manutención de sus hijos, luego del abandono de sus esposos”, lamenta.
Para poder obtener el documento, es necesario que presenten copia de su acta de nacimiento, comprobante de domicilio reciente, credencial de elector, una constancia expedida por una autoridad municipal que especifique su rama artesanal y una foto infantil.
De acuerdo con Azul, los requisitos que son solicitados para el caso de las bordadoras del Istmo, dificultan su registro, pues no cuentan con apoyo para el trámite. Algunas, dice la joven, han preguntado sobre el proceso y les han indicado que tienen que iniciar el trámite a través de una aplicación celular o con una llamada.
“Son muy pocas las artesanas que cuentan con un teléfono y que saben cómo usarlo”, dice Azul sobre la importancia de conocer los contextos de cada región, municipio y pueblo, para saber qué herramientas tienen y cuáles son sus necesidades.
La estudiante dice que la primera fase de su investigación culminará con las primeras 100 artesanas, tras lo que buscará cómo procesar los datos y que sirvan para que el oficio no desaparezca. E insiste que atender a las artesanas no es una labor únicamente de las autoridades, sino un compromiso colectivo que debe establecerse para la preservación del legado cultural tangible de las comunidades.