Cuando el conocimiento salva vidas de mujeres y disidencias en Oaxaca: Cojudidi, lucha por la dignidad

La activista zapoteca Nizayeéjh Chávez, una de las fundadoras de la colectiva, cuenta a EL UNIVERSAL el largo camino que recorrieron para convertirse en una opción de acompañamiento jurídico, emocional y desde el feminismo comunitario

Cuando el conocimiento salva vidas de mujeres y disidencias en Oaxaca: Cojudidi, lucha por la dignidad
Foto: Mario Arturo Martínez.
Sociedad 14/12/2022 16:51 Arlen Pimentel Actualizada 17:00

¿Tiene cabida el feminismo en una entidad con 70% de población indígena? La activista zapoteca Nizayeéjh Chávez Chávez, una de las fundadoras de un colectivo que da asesoría jurídica y acompañamiento sicológico a mujeres y disidencias sexogenéricas en situación de violencia dice que sí.

Tuvo que desaprender lo que le enseñaron en las aulas universitarias, cuenta a EL UNIVERSAL, para construir la Colectiva Jurídica por la Dignidad Disidente (Cojudidi), que desde 2018 dota de herramientas jurídicas y emocionales a personas que requieren de una defensa legal digna ante sus agresores.

“Yo salí de la universidad [UABJO] en 2011, mi historia universitaria  era de conflicto y trauma porque fui violentada sexualmente en una convivencia organizada por las líneas políticas”, cuenta Nizayeéjh.

Decidió no ejercer y pasó muchos años dedicándose a otras actividades; no obstante, era común que personas cercanas le pidieran consejos jurídicos: “Yo platicaba, me sentía bien de compartir, pero sin necesidad de comprometerme”.

 

 

Fue hasta 2018 cuando coincidió con una compañera que era pasante de Derecho; ambas coincidieron en la importancia de la información jurídica clara para que mujeres que atravesaban por procesos legales salieran adelante.

“Platicamos qué importante era que otras compañeras que estaban sufriendo la misma situación de violencia, especialmente con situaciones que pusieran en riesgo sus vidas, como violencias físicas, violencias de riesgo, tuvieran cierta información clara para que mínimamente salieran del riesgo… para entonces, ambas ya cuestionábamos mucho nuestra identidad con mujeres y ya nombrábamos el feminismo.

“Empezamos a dar asesorías, nos dimos cuenta que muchas personas las necesitaban e invitamos a otra amiga. Entonces no hablábamos del acompañamiento, solamente teníamos estas formas de relacionarnos con ellas: era una asesoría y ya”.

Con el tiempo, algunas mujeres expresaron su temor de asistir solas a las instancias legales. Así fue como Nizayeéjh comenzó a acompañarlas a los juzgados y, durante el traslado, vio la oportunidad de explicarles a lo que se iban a enfrentar, más allá de lo jurídico, el tipo de instancias, las personalidades, la estructura de una fiscalía.

 

“Sin cabida para los sentimientos”

 

“La gran mayoría eran personas que estaba saliendo de un círculo de violencia, entonces muchas llegaban a nosotras con estados emocionales muy fuertes”, pero ellas, dice, no tenían las herramientas para contenerlas: “En la escuela lo mencionan: ‘Aquí no hay cabida para los sentimientos’, pero nosotras nos dimos cuenta que no, eso no tiene nada que ver con las estrategias jurídicas, al contrario”.

Reconocieron que no podían ser insensibles a la situación emocional de las mujeres que atendían, pero que al mismo tiempo no tenían las herramientas para atenderlas desde esa perspectiva; fue por ese tiempo que llegó, sin que la buscaran, una neurosicóloga, quien atendía mayoritariamente a víctimas de violencia.

“Empezamos a engranar cosas que ella ya estaba experimentando, lo que nosotras ya estábamos observando y pues se hizo un clic y dijimos: vamos a probar qué pasa si en una cita con una mujer que está solicitando la asesoría jurídica, está la psicóloga”.

 

 

La prueba de fuego llegó con una usuaria que al empezar a contar su caso no pudo evitar desbordarse en llanto:

“Una vez que [la sicóloga] hace la contención, esta chica empieza a tener una mejor narrativa, recuerdos más claros y a dar información que jurídicamente hablando no podemos obtener cuando la persona está en shock; teníamos que acudir a varias entrevistas para obtener información, lo que terminaba por revictimizarlas.

“Identificamos que eso era lo que estaba haciendo el Estado a través de las fiscalías. A partir de eso, pusimos a la par el área sicológica y la jurídica”; además, comenzaron a establecer un protocolo de atención.

 

 

La llegada de la neurosicóloga las hizo cuestionarse sobre las formas aprendidas en la Facultad de Derecho, pues ella les hizo ver que realizaban acciones tal como la academia dictaba, pero no necesariamente beneficiosas para las víctimas.

“Era una idea de ‘todas las personas son mis clientas’, no te tienes que involucrar en sus sentimientos, sus emociones, ‘ten cuidado con empatizar con ellas porque terminan no pagándole’; es una relación muy asimétrica, desde una posición de poder de alguien que tienen conocimiento jurídico hacia alguien que no lo tiene y que aparte está en un estado emocional que no le permite tener una fortaleza”.

De ahí surgió la idea de mantenerse como una colectiva y no convertirse en un bufete; además,  para ese entonces ya cuestionaban el género y la sexualidad, pues una de ellas es bisexual y otra es una persona no binaria, y decidieron atender también a personas con corporalidades diferentes, a disidencias.

 

 

“Desde la idea del derecho, la justicia es sólo un cajoncito donde entran las personas que tienen privilegios. Nos preguntamos ‘¿qué es lo más próximo a una justicia que podemos alcanzar?: recuperar la dignidad’. así nos nombramos como una Colectiva Jurídica por la Dignidad Disidente”.

Poco a poco, relata Nizayeéjh, vieron los resultados de su trabajo, pues al presentar sus denuncias y darle seguimiento a los procesos legales, las personas salían fortalecidas emocionalmente, al grado de que varias ganaron autonomía y comenzaron a ir solas, ya con el conocimiento jurídico que les proporcionaron; “algunas veces sí salían muy enojadas, porque la revictimización, pero ya no salían destruidas”.

 

Feminismo, pero no blanco

 

En este punto, se dieron cuenta que su trabajo no era una simple asesoría ni se limitaba al acompañamiento, pues ellas estaban buscando, sin nombrarlo, que las usuarias reconocieran la desigualdad de género, por ser mujer, hombre homosexual o mujer transgénero; no obstante, también se dieron cuenta que el concepto de feminismo tradicional no cabía su identidad indígena.

 

 

“Yo soy una mujer zapoteca del Valle, otra compañera también, estando en Oaxaca es difícil que no llegue una mujer indígena. No podemos ir de la mano con un feminismo blanco que no encaja con nosotras. Entonces empezamos a decir: ‘Sí somos una colectiva disidente, feminista, pero comunitaria”.

A raíz de esa reflexión y de la asesoría que dieron a dos mujeres transgénero encarceladas en el Valle de Etla, comenzaron a dar charlas y talleres en las comunidades, además de establecer relación con autoridades municipales, con la idea de apostarle a resolver los casos en esa primera instancia.

Esto debido a que muchas de las personas que acudían con ellas, especialmente las personas indígenas, a veces no tienen la posibilidad de salir del pueblo para continuar con un trámite; no obstante, la autoridad municipal tiene la capacidad de resolverlo.

 

 

“Podríamos hablar incluso que una mujer es más probable que sobreviva; hay muchos feminicidios que antes de terminar en eso, hay una delgada línea en que se puede evitar y que no tiene que ser precisamente el Estado el que lo haga a través de la policía”, señala Nizayeéjh.

“Les vamos a dar todo lo necesario para que tengan todas esas herramientas en su poder, hay más de 700 feminicidios en donde tenemos 100% de impunidad, eso genera que en otros aspectos de la vida busquemos autonomía y una protección jurídica desde el conocimiento de la ley”.

 

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