“Nuestra lengua es tonal, por eso se puede traducir a los silbidos. Es más, esta forma de comunicación podría ser hasta otra variante de la lengua”, explica el maestro mazateco Marcelo Pastor.

El viaje de San Martín a Chilchotla dura unos 30 minutos, entre caminos de terracería e imponentes montañas, los chaxo’ó, o huehuentones, personajes centrales de las festividades de Día de Muertos, liderados por Luciano, hacen bromas en su lengua natal.
En cada una de las comunidades que están a su paso se detienen, ríen y silban, así explican hacia donde van e invitan a los vecinos a unirse. No hace falta hablar.
“Entre comunidades desarrollamos un lenguaje propio, todos entendemos los silbidos; tienen una traducción al mazateco. Es importante decir que esta forma de comunicarse es para diálogos cortos”, detalla Andrés Pineda, promotor de la cultura mazateca, oriundo de San Martín.
En los terrenos accidentados de la Cañada, sobre todo en las comunidades más alejadas, donde el WhatsApp y otras redes sociales no son “lujo” para todos, el silbido resulta más funcional para comunicarse. Aunque esta práctica antiguamente era exclusiva de los hombres, ahora mujeres y niños chiflan para darse a entender, lo hacen de manera natural.
“Antes predominaban las prácticas machistas, se pensaba que la mujer no podía chiflar, pero ahora, a veces, ellas lo hacen con más potencia”, explica Andrés.
“Según algunas pruebas que hemos hecho, dependiendo de la potencia del silbido, nos podemos entender estando hasta a un kilómetro de distancia (...) es mucho más fácil si la persona con la que quieres comunicarte está en el cerro de enfrente que abajo, porque el sonido es lineal”, detalla.
“Los chiflidos también permiten que en el exterior, fuera de sus comunidades, los mazatecos se comuniquen, incluso así se pueden alertar de algún peligro porque nadie más los entiende”, detalla.
Ya en medio del baile y la música —porque los muertos vienen a celebrar— los huehuentones lanzan un grito y rechiflan, al mismo tiempo rompen la distancia y el silencio: en la Sierra Mazateca los muertos silban la vida a toda hora.