“Salimos de Venezuela porque la moneda bolivariana se ha venido devaluando y, por muchos ceros que le pongan o le quiten, no alcanza para comprar una bolsa de arroz. En Venezuela no hay electricidad, tampoco gas, en las noches todo está oscuro y la mayoría de la gente de Valencia cocina con leña”, cuenta Prilly envuelta en la tristeza.
Sus hijos, de 14 y 12 años de edad, los niños, y de nueve, la niña, acudían a la escuela, pero solamente un día a la semana porque los maestros decían que "como el gobierno no les paga", pues solamente daban clases un día, revela.
“¿Qué iban a aprender?, por eso quiero llegar a la ciudad de Nueva York, para sacar adelante a mis hijos”, sentencia retadoramente.
“Ahí abordamos, al otro día de llegar, una piragua (pequeña embarcación) para internarnos a la selva de El Darién, de la que salimos tres días después, luego de caminar 25 horas, subir cerros altos y cruzar varios ríos”, narra.
Antes de abandonar Valencia, la familia de Prilly y David vendió algunas cosas, como una motocicleta con la que su pareja hacía mandados. Pidió ayuda y solicitaron préstamos para encarar los gastos de la travesía. “El viaje en bus de Medellín a Mecoclíc costó 50 dólares por persona y en la piragua nos cobraron 40 dólares por cada uno. Ahí gastamos 450 dólares”, dice.
A partir de ahí, desde Nicaragua – Honduras – Guatemala - México, caminando cinco horas primero “en un paraje muy peligroso conocido como El Naranjal, donde asaltan, violan y matan, fue un sacadero de dinero”. En cada retén puesto por policías o asaltantes, pagaban la “trocha”, como le dicen en Venezuela al cohecho o pago de paso. De 20, 30, 50 dólares, la paga.
Prilly espera reunir hoy o mañana los 2 mil 500 pesos para comprar cinco boletos para viajar a la ciudad de Oaxaca, de ahí, dice, ella y su familia buscarán la forma de viajar en tren hacia el norte del país. La mujer confiesa que no tiene un sólo conocido en el territorio estadounidense, pero su meta, insiste, es la ciudad de Nueva York “para sacar adelante” a sus hijos.
Mientras llega ese momento, Prilly entrecierra los ojos y susurra una frase que aprendió en el trayecto de Costa Rica a México: “bajar y rodear, bajar y rodear, bajar y rodear”, que significa “bajarse del bus antes de cualquier retén policial y rodearlo para evadir la detención”. “Bajar y rodear”, así como pagar “la trocha”, le permitió a ella y a su familia llegar sanos y salvos a Juchitán. La travesía aún está lejana de concluir.