En platos de unicel, envueltos en bolsa de plástico transparente, ofrecen por unos pesos una pieza de chuleta de cerdo y un poco de arroz blanco. “Vendemos porque tenemos que reunir lo de los boletos del bus y porque aquí nadie del gobierno nos da comida, ni agua para el baño”, señalan ambos jóvenes.
Pasan las 12:00 del día, con una temperatura estimada de 34 grados. Dos choferes prenden los motores de sus autobuses y los migrantes se arremolinan a la puerta para abordar el viaje, mientras desde las mesas de madera habilitadas como taquillas anuncian que aún hay boletos para la Ciudad de México y hacia la capital oaxaqueña.

Andrea y su hija, también venezolanas, no se inmutan, sólo voltean para todos lados.
—¿No se van? ¿No van a comprar boletos?, se le pregunta.
—Todavía estamos juntando el dinero. No sabemos para cuándo, responde la mujer.
Ella y su hija llevan dos días en el centro de movilidad, donde se forman filas para todo, hasta para recargar la pila del teléfono móvil, pues sólo hay dos conectores múltiples, insuficientes para cientos de migrantes.
Como ellas y los jóvenes que venden almuerzos, decenas de los extranjeros en tránsito no pueden seguir con su viaje, aunque quisieran, por falta de recursos económicos para pagar los boletos de autobús. Eso es lo que los obliga a permanecer en el centro de movilidad y eso mismo es lo que poco a poco va saturando tanto este espacio como el de instado en la zona metropolitana de la capital.
Insistió que los extranjeros no tienen intenciones de quedarse en el territorio estatal, sino que buscan avanzar lo más rápido posible; no obstante, también reconocen que hay quienes no cuentan con los recursos para seguir y por eso en el centro de movilidad de la capital se ha recurrido a contratar a al menos 15 migrantes para limpiar las calles a cambio de un pago de hasta 200 pesos diarios, a los que se suman los que son empleados por vecinos en ambas ciudades.
“La verdad es que es una oleada de gente que llega a solidarizarse con los migrantes (….) incluso hay gente que les ofrece trabajo para poder juntar su pasaje y que ellos puedan seguir su curso”, afirmó.

Entre la multitud de hombres y mujeres, así como menores de edad, la queja recurrente es la falta de agua, aunque las autoridades dicen que entre ellas y los transportistas adquirieron una bomba nueva para suministrar el líquido. Pese a ello, los extranjeros denuncian que los baños móviles no han sido limpiados, por lo que sobre todo mujeres se los rentan a familias que viven cerca y tienen agua para el aseo personal y el lavado de ropa.
Además, la basura se ha convertido en otra amenaza, pues a pesar de que las autoridades aseguran que todos los días un camión recoge los desechos, alrededor del centro y enfrente de unos 100 puestos de comida, la basura se acumula por ratos.
