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Juliana no entendía de niña qué era eso de la belleza o por qué no había mujeres como ella; si era cierto el espejismo de un pueblo de negros cercano al mar del Pacífico, negado desde siempre por el Estado mexicano, donde tenía una casa con árboles y comía pan cocido en su propio horno de leña.

“El racismo hizo que me acercara a buscar mi identidad”, dice enérgicamente. Cuando Juliana habla su voz se eleva, sus brazos se mueven. La revolución interior apareció en quinto de primaria cuando un profesor, Israel Reyes, llegó a su comunidad. Entonces Juliana empezó su activismo cercano a la poesía, se hizo mujer y madre hasta entender profundamente que sin la colectividad nada perdura.
“Los hombres no sienten el miedo que nosotras sentimos, no se les violenta por el hecho de ser hombres, pero en el caso de las mujeres negras es peor, porque las que nos representan en los institutos municipales de la mujeres de Oaxaca son las voces de las mujeres blancas”.

Juliana ahora es presidenta de la Organización para el Fomento de la equidad de género y respeto de los derechos humanos de los Pueblos Negros y Afromexicanos (OFPA), da conferencias para prevenir la violencia y es integrante de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora Capítulo México.
“Creo que hay una lucha que empieza a dar frutos después de mucho tiempo, pero sigo temiendo a la simulación institucional”, confiesa.
Como abogada, Juliana fue impulsora del reconocimiento de comunidades afromexicanas. En 2019, en colectivo, logró que la Constitución del país reconociera la composición pluricultural de la nación: lograron la autodeterminación siglos después de existir.
En 2020 fue promotora del censo del Inegi, que por primera vez preguntó a las personas si se autodescribían como afromexicanas. El resultado oficial es que existe un millón 400 mil mexicanos que se reconocen como afrodescendientes, 194 mil 474 están en Oaxaca.

La activista cree que estos dos momentos fueron un espacio de reivindicación para años de sufrimiento, el tiempo donde las mujeres afro fueron reducidas a la trata negrera o a la servidumbre, un paso para no volver a ser borradas de la historia.