Industrialización de textiles tradicionales acelera pérdida de empleos y atenta contra saberes de pueblos de Oaxaca
Antes de la llegada de máquinas industriales que elaboran un huipil en 15 minutos, las artesanas abastecían 80% de la demanda textil en los mercados de Juchitán y Matías Romero
Juchitán.- Cibeles es clara con sus potenciales compradoras cuando piden un huipil. Les pregunta si quieren uno artesanal o uno con imitaciones de la cadenilla tradicional. Para dejar más precisa la distinción, les detalla que los primeros tienen tradición, duran más y los elaboran artesanas de comunidades del Istmo.
En tanto, los segundos son fabricados en máquinas industriales computarizadas, y el precio y calidad son más bajos. Al final de la explicación, las clientas optan por los artesanales.
Cuando Cibeles Jiménez abrió su tienda en línea Biulú Huipiles y Accesorios se resistió a vender las blusas, como ella cataloga las imitaciones en máquina industrial, pero la demanda era mucha, así que terminó por adquirirlas con vendedoras de San Juan Guichicovi, donde se fabrican, así como con revendedoras de Juchitán.
Aunque también las compran locales, la mayoría de quienes optan por las imitaciones son personas ajenas a la región y las adquieren, principalmente, para reutilizarlas en vestidos, bolsas y carteras. O para transformarlas en blusas más modernas, ofertándolas más caras. También las adquieren autoridades municipales para darlas como regalo en festividades.
“Para empezar, soy honesta con la clientela y le explico las características de cada una, al final terminan comprando los huipiles artesanales, que también hay económicos, pero por falta de información se cree que son muy costosos, cuando depende de los modelos y los hay hasta de 130 pesos, de los llamadas del diario o rejillas”, dice.
Cibeles dice que con la explicación que da a las clientas, logró disminuir las ventas de las blusas industriales y aumentar la de las artesanales, por lo que esta comerciante zapoteca considera importante dotar de información a los compradores.
Lee más: El artesano que dio vida en madera al Tabayuco, espíritu cuidador del monte en la Mixteca de Oaxaca
Perder empleos y saberes
La fabricación del textil istmeño, tanto del huipil de cadenilla como del bordado, no es nueva. Hace 15 años comenzó con las flores características de la región, pero al tener un alto costo, incluso las imitaciones, no tenían gran demanda y eran adquiridas por los turistas.
No obstante, en los últimos tres años la masificación de las piezas de cadenillas atiborran todos los mercados debido a que se venden entre 100 y 120 pesos, lo que preocupa a la Dirección Regional de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura.
Manuel Ballestero, jefe de la unidad regional en Tehuantepec, señala que la preocupación principal es la pérdida de miles de empleos para las artesanas de la zona mixe de Guichicovi, El Chocolate, Río Pachiñé, Zacatal y Ocotán, ya que las máquinas industriales se están expandiendo a otras poblaciones, por lo que se teme que el impacto económico para las artesanas se vuelva crítico.
Antes de la llegada de las máquinas industriales que elaboran un huipil en 15 minutos, las artesanas abastecían 80% de la demanda textil en los mercados de Juchitán y Matías Romero.
Además, dice, las imitaciones ponen en riesgo el patrimonio cultural inmaterial, pues los textiles también guardan parte de la cosmovisión de los mixes de la zona norte del Istmo y al dejar de producirse artesanalmente por la falta de ventas, están en riesgo modelos antiguos o que sólo se elaboran en esa zona.
“Es un atentado a la colectividad, porque son empresas familiares, que aunque sean mixes, tienen un fin capitalista, de enriquecimiento, sin importar el daño que se hace a los conocimientos y saberes del pueblo ayuujk, que están plasmados en los textiles”, explica.
El problema de que sean los propios pobladores quienes realizan las imitaciones se manifiesta dado que, aun cuando se avanzó legislativamente con la promulgación de la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas, tiene limitantes cuando se trata de integrantes de las comunidades, como lo específica el Artículo 18.
Ante ello, Manuel Ballestero señala que al no existir regulación de estas prácticas desleales, las autoridades municipales poco o nada pueden hacer para frenarlas, pues se avanza más en la industrialización que en la aplicación de la ley.