Con el tiempo, su familia fue adquiriendo las casas aledañas para hacer crecer el espacio que destinó a la promoción del arte y la cultura desde la colonia en la que creció, donde la inseguridad y la delincuencia alcanzan a tocar la cotidianidad.
Éste es el único espacio escultórico que existe en el sureste del país: al norte hay otros como el de Aguascalientes, la Ciudad de México y Culiacán; el de Oaxaca tiene la particularidad de estar ubicado en una colonia popular, además de sostenerse de manera autogestiva.
Este año, su hijo Lucio se trazó la meta de reabrir de manera permanente La Telaraña para la comunidad. En su reapertura, la obra 2 mil 501 migrantes, que convirtió a Alejandro Santiago en “el artista de los indocumentados”, se exhibió en el patio central del espacio.
El propio Santiago fue uno de esos migrantes, pues para hacer una carrera en el arte, abandonó su pueblo para estudiar con Francisco Toledo y prepararse en Europa.
El viaje de vuelta a su pueblo lo motivó a emprender otro para conocer el camino que sus paisanos atravesaron para cumplir con sus sueños. Fue así como se trasladó a Tijuana y contactó a un "pollero", con la intención de vivir la misma experiencia.
En su camino a convertirse en migrante ilegal en Estados Unidos, encontró 2 mil 500 cruces que le revelaron la muerte de igual número de personas migrantes, mismas que perseguían el “sueño migrante”.
Lucio Santiago recuerda que fue su familia la que impidió que el maestro se aventurara a “pasar” la frontera como indocumentado, como el migrante 2 mil 501, pero su experiencia sirvió de aliciente para crear las figuras de arcilla que le dieron reconocimiento internacional.
Cada figura tiene el rostro de una persona distinta: un anciano, una madre, un niño, personas que abandonan sus casas y sus familias buscando cambiar su vida. “Mi padre iba a los mercados, a las comunidades, a caminar, a conocer a las personas que migran para poder alimentar su obra”.
Además del rostro, cada escultura tiene una personalidad y rasgos propios. Lucio colaboró con su padre en la creación de las primeras figuras, en 2001. Esas formas de visibilización de la comunidad migrante, dice, siguen vigentes, sobre todo en una ciudad que cada vez desplaza a sus nativos hacia la periferia, ante la gentrificación.
“Oaxaca es un pueblo migrante, la migración no es una problemática, todos somos nómadas desde distintas necesidades”, afirma el también artista plástico.
El hijo del maestro Alejandro Santiago asumió la misión de preservar los valores de su padre y reabrir La Telaraña, que ahora cuenta con una gaceta que incluye textos de análisis y reflexión sobre el arte.
El espacio también ofrece la oportunidad de asistir a pláticas y exposiciones de artistas que brindan su obra, a fin de que el legado de Alejandro Santiago perdure.
La gaceta es una iniciativa de Lucio, quien desde hace años tenía la inquietud de escribir, pues señala que “una pieza escrita, se vuelve una obra de arte”. Otros artistas e incluso personas como su hija colaboraron en la creación de la gaceta, cuyo primer número se convirtió en un objeto coleccionable, con un tiraje de mil ejemplares.
El lanzamiento del número 1 de la gaceta coincidió con el cumpleaños del maestro Alejandro Santiago, fecha a partir de la cual se seguirá publicando de manera bimestral.
La Telaraña se extiende geográficamente a Suchilquitongo, Etla, en donde hay talleres de gráfica, cerámica y escultura; fue en ese espacio en donde se crearon los migrantes de barro.
Otro taller más, de grabado, está en la colonia Alemán, a unas cuadras del espacio central de La Telaraña. La obra que resulta de los talleres, se expone en la galería del espacio.