Marimba infantil de Ojitlán: el renacer de este instrumento afroindígena en el Alto Papalopan de Oaxaca
Luego de 40 años de olvido, un grupo de niñas y niños chinantecos y mazatecos de San Lucas Ojitlán han dado nueva vida a la música del Sotavento, sin apoyos oficiales y con instrumentos reparados
San Lucas Ojitlán.- En medio de la lluvia dos filas de niños chinantecos y mazatecos hacen percusión frente a la parroquia de San Lucas, una iglesia antigua construida en el Cerro de Oro en un pueblo indígena ubicado en el borde de las presas del norte de Oaxaca.
Las niñas visten huipiles con árboles de la vida y águilas bicéfalas, van ataviadas con collares de colores, el pelo trenzado con cintas de seda. A su lado, los niños tienen camisas y pantalones blancos, agitan levemente mazas de arce para sacarle sonido a dos marimbas viejas y pesadas. Tocan en la plaza principal el himno oaxaqueño: “Dios nunca muere”.
El atrio es el lugar de un concierto rodeado de madres sonrientes que abren paraguas para cubrirse de la llovizna. El sonido de la marimba hace eco en el agua y el cerro, su sonido envuelve las paredes de casas viejas y húmedas. Abajo, en los muelles del río, se detienen tripulantes de barcas para oír los cantos, las congas, la batería eléctrica, el murmullo de los niños sonriendo mientras tocan y las voces corales que recitan poemas en su lengua.
Los pequeños músicos forman parte de la marimba infantil municipal que está integrada por 17 niños, el menor de ellos tiene ocho años y la mayor tiene 14. Se unieron a practicar hace dos años, sin saber realmente el impacto que sería esto en sus vidas y en el pueblo. La mayoría de ellos nunca había salido de Ojitlán, hasta que el año pasado, se presentaron en la Guelaguetza por primera vez, y el sueño que quieren volver a cumplir, se trata del viaje a una tierra que sus padres les dijeron es el orgullo prometido: Volver al Cerro del Fortín a tocar la marimba.
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Un pueblo de músicos
El precursor de la idea de la Marimba Infantil fue Joel Narciso Montaño, un músico ojiteco que ha dado clases en escuelas rurales y antes de tocar la marimba aprendió la guitarra. Para él el valor de la música en el grupo tiene que ver con la conexión que puede crearse entre las nuevas y anteriores generaciones dice a EL UNIVERSAL.
“Ojitlán era un pueblo de músicos, la modernidad nos quitó un poco de eso, por eso creo que a los niños se les facilita, ya lo traen”, dice el mentor, quien considera que su trabajo, además de enseñarles a los niños a usar los instrumentos, también ha sido conectar con su memoria, pues casi todos tienen familiares que saben algo de solfeo, abuelos que bailaron fandangos a la orilla del río, que tocaban marimba e instrumentos musicales que llegaron por el Sotavento.
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Confiesa que el mayor reto ha sido obtener los instrumentos y un lugar donde ensayar. Las marimbas, por ejemplo, tienen más de 10 años, estuvieron guardadas, han sido restauradas. A los tablones se le notan los remiendos. Los niños deben tocar apretados y esperar turnos, dos marimbas alcanzan únicamente para que toquen seis de ellos, por lo que la mayoría debe esperar turno en los ensayos y en los conciertos.
40 años de marimba y danzón
Ojitlán es un pueblo en la cima de las dos presas hidroeléctricas más grandes del sureste de México: las presas “Miguel de la Madrid” y “Miguel Alemán”. Ambos megaproyectos bordean sus cerros, es un enclave donde inicia la frontera imaginaria con la región Cañada, renombrada Sierra de Flores Magón considerada la tierra de los hechiceros de Huautla de Jiménez,
El pueblo habitado en medio de los cerros se encuentra a 275 kilómetros de la ciudad de Oaxaca y tiene una cabecera municipal de poco más de 19 mil habitantes, de los que 80% de ellos habla chinanteco. A nivel local hay una fuerte influencia afromestiza y una conexión comunitaria: la marimba es uno de los rastros más evidentes, a diferencia de otros pueblos oaxaqueños indígenas, en Ojitlán se oye música de percusión más que la música de viento.
“En la región de la Chinantla las primeras marimbas que se pudieron ver y escuchar fueron las de la ciudad de Tuxtepec, y tuvieron su momento de gloria de 1950 a 1980”, dice Simón Castañeda, ejecutante de este instrumento desde hace décadas.
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Según datos de la radiodifusora XEOJN La Voz de Chinantla, una radio comunitaria ubicada en el municipio, la marimba fue desplazada por las radios comerciales, pero hubo una época donde estuvo presente en todas las fiestas patronales, familiares y sociales en las que se bailaba al compás del danzón.
Una marimba pagada por las madres
A Aby lo que más le gusta tocar es el danzón “Nereidas”. Es la música que dice la ha salvado un poco de la soledad en el pueblo. Su familia tiene una larga historia de migración hacia Estados Unidos y ella ha tenido que enfrentarlo al lado de su madre y su hermano más pequeño. Aby tiene 12 años y la experiencia de vida más importante fue cuando el año pasado viajó a la Guelaguetza. La aventura de su vida fue ir primero a Tuxtepec, después cruzar la Sierra Norte en un camión especial y en la capital oaxaqueña visitar lugares que no imaginaba que existían. Le gusta participar con la marimba en los festivales de Día de las madres y viajar con sus compañeros por la región, aprender que hay mundos distintos.
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
A pesar del interés de los niños, el proyecto de la marimba infantil sobrevive debido al apoyo de las familias, reconoce el docente Joel Narciso. Si bien en el municipio les facilitan los vestuarios, y parte de los traslados para representar a la comunidad chinanteca del Alto Papaloapan, la mayoría de las necesidades del grupo corren por cuenta de los padres y madres de familia.
Solicitaron, por ejemplo, apoyo desde hace casi dos años a la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca (Seculta) para que el proyecto no se olvide, pero no tuvieron respuesta. Les prometieron incluirlos dentro de un programa llamado “La Ruta de la Jarana en la Cuenca del Papaloapan” en mayo de 2023, junto a otras expresiones artísticas de Loma Bonita, San Pedro Ixcatlán, Valle Nacional, Jalapa de Díaz, San Juan Guichicovi, Santiago Jocotepec, Cosolapa, Acatlán de Pérez Figueroa, pero no volvieron a saber nada sobre el tema, afirma el profesor.
Joel Narciso evita hacer críticas a la falta de apoyos, es un hombre optimista que sostiene que las comunidades saben arreglarse entre ellas para organizarse; sin embargo, hay un dejo de desilusión compartida con las madres de los niños. En 2023, por ejemplo, acompañaron al club de danza oficial “Tierra de Ojites” en la Guelaguetza, y ni con esa presentación exitosa y aplaudida han podido tener marimbas nuevas o instrumentos en condiciones óptimas.
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Se juntan los niños bajo el techo de un mural que está frente al palacio municipal donde la imagen es un viejo músico de marimba emergiendo de flores. Unos se guarecen de la llovizna un poco, mientras los mayores guardan los instrumentos en una oficina pequeña, unas calles abajo.
Los niños cargan los maderos de los instrumentos reparados en medio de la lluvia. Dicen que por la mañana volverán para ensayar en un salón de juntas improvisado, entonces no habrá truenos, limpiarán el bajo, el plato de tonos, la barra de láminas, los clavijeros, porque ya habrá otra Guelaguetza por venir.