Un brevísimo espacio en lo más alto de la calle Panorámica del Fortín, en la ciudad de Oaxaca, se ha convertido en refugio, espacio sexodisidente y comedora comunitaria para un conjunto de personas que en el acto de alimentarse y compartir los alimentos con otros ven una lucha económica, cultural, social y política.
“Para mí significa salvarme del hambre”, explica Fili, hablante de ayuujk y una de las tres personas que se encargan de limpiar, lavar, cocinar, recolectar alimentos en la Central de Abasto y recaudar fondos en redes sociales, entre otras de las múltiples tareas que implica este esfuerzo.

Foto: Mario Arturo Martínez
El espacio en el que funciona la comedora confirma esa premisa: está conformado por no más que una parrilla de uso rudo, un refrigerador, algunos huacales con despensa y enseres, tres mesas de plástico, un sistema de lavado de manos y trastes; unas cuantas sillas.
Así nació la comedora y desde entonces la sostienen alrededor de 10 personas con diversas ocupaciones que sienten afinidad con la labor comunitaria.
“Para las personas que asisten a comer, se les recibe, se les invita a lavarse las manos, les proporcionamos su comida completa, después de sus alimentos les compartimos que es un espacio en el que cada quien lava su plato, vaso y cucharas”, explica Niza, quien se dedica a la encuadernación artesanal.
“Se les comenta que la comida es gratuita para quienes la precarización les ve afectada; en cambio, para quienes tengan posibilidades de alguna cooperación solidaria, se les pide 15 pesos por su comida completa y les comentamos que nos ayuden a difundir la comedora para llegar a más personas que les sea necesario algo tan vital como lo es la comida”, señala.
En 2020, 33.3% de la población oaxaqueña no tenía acceso a una alimentación nutritiva, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Foto: Arlen Pimentel
Fili espera que este espacio se convierta en un refugio, no en el sentido material, de personas sexodisidentes, indígenas migrantes, madres independientes, animales rescatados. En una escuela autónoma en la que se hable con normalidad de temas como el racismo, la exclusión a partir de la turistificación de la ciudad y los feminismos cotidianos. Todo esto atravesado por la premisa fundamental de compartir los alimentos.
“Nos orillan al hambre constante, al hambre estructural que prefiere enriquecer a unos cuántos, por eso esto es una lucha política personal, porque luchar por no pasar hambre dignifica toda labor humana”.
Nkä'äymyujkëmë, afirmación en ayuujk expresada en género neutro y que señala algo tan sencillo como el acto de llevarse una cuchara a la boca: “Comamos juntxs”.