Se trata de un esfuerzo que comenzó desde hace ya cerca de dos décadas, pero que en todos estos años aún no ha logrado echar raíces del todo, por lo que ella misma reconoce que no ha sido suficiente y son pocos los jóvenes que han querido hablar y recuperar el idioma.
Incluso ella, comenta, ha tenido que enfrentar al tiempo y los estragos que causan a su memoria la falta de oportunidades para mantener viva su lengua en el día a día, por la ausencia de hablantes para compartirla y de interés para que no muera.
“Estoy volviendo a reaprender algunas palabras que se me fueron olvidando por la falta de práctica”, acepta.
Estela recuerda, por ejemplo, que su padre le decía que en casa no se hablaba el español, sólo el sa’an savi, porque ellos eran indígenas y no blancos. “Nos decía: nosotros nacimos con nuestro propio idioma y no podemos hablar otro”, recuerda.
Fueron estos esfuerzos de preservación que emprendió su padre los que le permitieron a ella y a todos sus hermanos hablar la lengua; sin embargo, sus hijos y sus sobrinos ya no aprendieron el sa’an savi.
Ante la larga travesía para conservar su idioma y toda la cosmovisión que expresa, y que ya está a punto de desaparecer, a los esfuerzos de Estela se han sumado otras mujeres, como Celerina, de 72 años, Petra y más, quienes se han propuesto enseñarle a hablarlo a los niños y jóvenes, principalmente.

Foto: Juana García
“Muchas personas de mi edad y de la de mis padres y abuelos sufrimos para llegar hasta acá hablando nuestra lengua. Cuando éramos niños, en la escuela nos decían: los indios del barrio grande. Nadie nos explicaba que éramos indígenas de un pueblo, nadie nos decía que ser indígena es tener una identidad”, recuerda Estela.
Celerina, la mayor, también recuerda las palabras de mestizos y españoles que llegaron a Tututepec: “Ustedes, ‘indios patarrajadas’, nos decían si nos escuchaban hablar nuestra lengua, y hasta piedras nos aventaban”, platica en entrevista.
Fue por la discriminación que atravesaron que las familias dejaron de hablarle a sus hijos en sa’an savi, para que no pasaran lo mismo. Ahora, los pocos hablantes se esfuerzan porque niños y jóvenes lo aprendan. Otros pueblos también trabajan en su fortalecimiento, pero aún así se están quedando sin hablantes, por ello es doble el esfuerzo, expone Estela.
Nuestra Lengua, Nuestra Vida nace de la necesidad de fortalecer al sa’an savi ante su evidente pérdida. “Por ello, queremos aprender junto con otras personas. Sé que será difícil, pero también creemos que lo lograremos”, expone.
Para ello, las mujeres organizan grupos de jóvenes y niños, a quienes enseñan lo relativo a la oralidad durante seis meses, pues, afirman, es con el habla que una lengua se arraiga.
“Que no les dé vergüenza a los jóvenes hablar su lengua y con orgullo digan: ‘Yo hablo tu’un savi y se habla así…”, finalizan las mujeres.