"A nosotras se nos borra y esconde, pero es una opción digna", dicen trabajadoras sexuales de Oaxaca

Trabajadora sexual de Oaxaca lamenta este 8 de marzo que "a nosotras nos borran de cualquier festejo porque nuestro trabajo nadie lo acepta, pero lo consumen"

En la capital oaxaqueña, 103 mujeres ejercen el trabajo sexual desde las calles, según datos del Ayuntamiento de Oaxaca: Ilustración: Ani Cortés
Sociedad 08/03/2022 13:06 Christian Jiménez Actualizada 19:21

Oaxaca de Juárez.- Apenas pasan de las 10 de la mañana del martes y el sol intenso se hace presente en las calles de la llamada “zona de tolerancia”  de la ciudad de Oaxaca. Aquí, las labores de las trabajadoras sexuales comienzan desde muy temprano.

Eva —nombre usado para proteger su identidad— apresura sus pasos para llegar a  la esquina de las calles Mina y Díaz Ordaz, donde trabaja desde hace varios años. 

Su trabajo, sostiene, ha dado los frutos suficientes para darle de comer a sus hijos, que hoy ya están casados. “Pude darles un terreno o un lugar para vivir”. 

Como ella, 400 mujeres, hombres y personas trans figuran en el padrón registrado por el Ayuntamiento de Oaxaca; no obstante, menos de 200 cuentan con un carnet de salud que se actualiza semanalmente.

 

 

De acuerdo con datos históricos del municipio,  este listado de trabajadores sexuales existe desde la década de los 90, cuando también había registradas 400 personas.

El último recurso

Eva elige zapatos bajos de color negro para trabajar. A sus más de 50 años, el cansancio ya no le permite permanecer de pie durante toda la jornada. A veces cinco horas, a veces ocho conforman el tiempo de espera en un día normal de trabajo.  Regularmente un día laboral concluye a las cuatro de la tarde.

Porta una falda que casi le llega a las pantorrillas, una blusa ligera y una bolsa donde guarda sus pertenencias. Su vestimenta no es sugerente, pero los años como trabajadora sexual, dice, la hacen reconocible entre quienes solicitan su servicio.

Eva también es una de las 103 mujeres que ejercen el trabajo sexual desde las calles, de acuerdo con el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, mientras que 65 están autorizadas para trabajar en bares y cantinas, y ocho laboran en casas de citas.

“Cuando era joven sí usaba minifaldas y vestía mejor. Ahora prefiero ser discreta, me gusta arreglarme, pero mi ropa ya no es la misma”, afirma.

Todavía no cumplía 20 años cuando se mudó a la ciudad de Oaxaca, proveniente de la Sierra Mixe, buscando mejorar su calidad de vida. 

Primero, recuerda, se empleó como trabajadora doméstica, pero los maltratos de sus patrones la hicieron abandonar la idea. Además, el dinero era escaso e insuficiente, pues para entonces ya tenía una hija.

 

 

“Ser madre soltera en una comunidad indígena no estaba bien visto. Yo quería que a mi hija no le faltara nada”, sostiene la mujer al mismo tiempo que abraza su bolso y se acomoda contra  las puertas de un hotel, que es su centro de trabajo.

Mientras se sienta para platicar, Eva suspira y lamenta que a sus hijos les cause vergüenza su empleo como trabajadora sexual

“Algunas mujeres elegimos trabajar aquí como un último recurso. Yo sólo estudié la primaria, así que no podía buscar trabajo en ninguna oficina, aunque siempre quise ser secretaria, ya con mis hijos no pude estudiar después, pero algunas compañeras pagaron sus carreras con este trabajo”, dice.

Mejor salario

En su caso, comparte, ella decidió no buscar otro trabajo, pues para abandonar la calle hay que tener referencias de otros empleos y experiencia;  además, el sueldo de otros trabajos suele ser más bajo.

Eva acomoda su falda para ponerse de pie: ella y una compañera esperaban a un cliente que las visita frecuentemente. La mayoría de los hombres que requieren sus servicios son cargadores, diableros y compradores que acuden a la central de abasto

La mayoría llega de comunidades indígenas y “aprovecha” su paso por la ciudad para tomarse el tiempo de buscar a Eva y sus compañeras, explica.

Un servicio cuesta entre 200 y 250 pesos por hora e incluye la habitación del hotel. Al final, el dinero se divide entre las mujeres y el hotel.

Eva y sus compañeras señalan que, a veces, cubren servicios especiales entre varias de ellas a petición de los clientes, quienes piden más tiempo o cosas en específico.

Usualmente, precisa, las trabajadoras aceptan trabajar con clientes que consideran seguros, pues en muchas ocasiones han sido víctimas de violencia física y sexual. Es por eso que no suelen andar solas por las calles, pues “andar juntas nos da la posibilidad de protegernos”.

Desde su zona de trabajo, cuenta, han conocido los casos de otras mujeres  violentadas e incluso asesinadas en el ejercicio de su oficio. La mayoría de las víctimas de violencia son jóvenes y trans, apunta.

Sobre el tema, asegura que muchas mujeres jóvenes son traídas de otros estados y otros países. Ellas trabajan fuera del control municipal, pues no tienen su documentación en regla, afirma. Aunque dice no conocer casos de trata de personas, reconoce que es posible que muchas víctimas se dediquen al trabajo sexual.

En víspera del Día Internacional de la Mujer, Eva confiesa no saber si esa es su lucha, pues asegura que los comentarios que reciben las trabajadoras sexuales son de rechazo, principalmente de otras mujeres. Sin embargo, le alegra saber que hay mujeres que visibilizan y dignifican el trabajo sexual, pues sostiene que se trata de “un trabajo digno y necesario”.

Desde el 4 de marzo, algunas trabajadoras sexuales suspendieron sus servicios, pues el municipio capitalino comenzó la inspección de permisos con carnet de salud, que se actualiza semanalmente por 50 pesos.

La mayoría de las mujeres que no cuentan con el carnet, explican, tienen enfermedades de transmisión sexual, como el Virus de Papiloma Humano, entre otras.

“A nosotras no se nos reconoce, al contrario, se nos esconde. Nos borran de cualquier festejo porque nuestro trabajo nadie lo acepta, pero lo consumen”, dice con firmeza Eva.

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