Pese a ley, pueblos indígenas de Oaxaca siguen indefensos ante plagios y apropiación de bordados
Aunque en 2022 entró en vigor una legislación para proteger el patrimonio cultural de las comunidades del uso de terceros, ésta aún no se aplica; artesanas como las de Tijaltepec enfrentan competencia y abusos de intermediarios
San Pablo Tijaltepec.– Han pasado seis años desde que la maestra artesana Natividad García Silva, junto a su esposo y su familia, comenzaron con un pequeño negocio textil desde Victoria Guadalupe, un pueblo de apenas unas cuantas familias, localizado a 7 horas de la capital oaxaqueña y a unos minutos de la cabecera municipal de San Pablo Tijaltepec, un municipio de la Mixteca de Oaxaca. Ahora, más de 25 vecinas artesanas les entregan sus bordados, mismos que se utilizan en vestidos y blusas que venden en la región y fuera de Tijaltepec.
Como ellas, todos los días las mujeres de Tijaltepec dibujan con hilos de colores y una aguja distintos animales sagrados sobre su indumentaria, como una forma de expresar parte de su identidad. Gracias a emprendimientos como el de Natividad, en los últimos años sus bordados también se han vuelto parte importante del sostén económico de las familias y ejemplo de ello son los trajes más coloridos que poco a poco se han ido adaptando al mercado textil y de diseño.
En una lucha por el reconocimiento, pero también por la generación de empleo, familias completas, principalmente las mujeres de distintas comunidades de Tijaltepec, habitadas por la nación Ñu´u Savi, bordan su cosmovisión sobre telas, una actividad en la que han encontrado una forma para mejorar su calidad de vida, a partir de la venta de las prendas.
De acuerdo con el Instituto para el Fomento y la Protección de las Artesanías (IFPA), en Oaxaca existe un padrón de 9 mil 209 personas de diferentes ramas artesanales; sin embargo, las propias autoridades reconocen que dicho listado “es insuficiente” porque “hay comunidades enteras que viven de alguna práctica artesanal”, indica Jesús Emilio de Leo Blanco, titular del instituto.
Autora de distintos modelos de vestidos y blusas que han ido ganado popularidad en el mercado del textil, Natividad cuenta a EL UNIVERSAL que sus diseños son producto de su creatividad. Sin asistir a una escuela, curso o capacitación, por falta de oportunidades durante su infancia, la maestra artesana combina los colores a la perfección y es a partir de su indumentaria tradicional que han ido naciendo nuevas prendas, mismas en las que se respeta la integridad de los bordados.
“Convertimos la vestimenta tradicional en vestidos y blusas, con hilo de algodón y distintos tipos de telas y así hemos variado. El proyecto de innovación tiene cerca de seis años, cuando junto con mi esposa, la maestra Natividad y yo tomamos la decisión de renovar, de estilizar un poco los bordados de nuestro pueblo, sin dejar de lado nuestra cosmovisión”, explica Jerónimo González López, otro de los integrantes del emprendimiento.
Entre otras razones que las artesanas dan para la adaptación de los bordados a otro tipo de prendas destacan los elevados costos que representa la indumentaria ancestral de Tijaltepec, que se utiliza durante celebraciones como Día de Muertos, Día de las Madres o en la fiesta patronal, fechas en las que todas las mujeres se visten con su blusa y falda tradicional.
De la fiesta a la pasarela
Natividad aprendió a bordar a los ocho años, porque su madre no tenía dinero para comprarle ropa, así que tuvo que comenzar a elaborarla ella misma. “Veía que mi mamá bordaba, entonces agarré un pedazo de tela y empecé a bordar, mi mamá hizo una blusita y le pegó el bordado… Me gustó y así empecé, también sé hacer telar de cintura, pero ya no me da tiempo”, añade.
“No fui a ninguna escuela, ni a ningún curso, ni nada. Sólo pienso en combinar los colores y cuando ya los termino se ven bonitos, y con eso nada más. Cuando empecé con mi esposo no tenía dinero para pagar un curso o algo”, cuenta Natividad mientras sonríe y recuerda que el primer día que, junto con su esposo, fueron a la ciudad de Oaxaca a vender sus prendas, en particular vestidos, los anduvieron ofreciendo a las tiendas, después a algunas dependencias de gobierno. "Ese mismo día se agotó todo, luego comenzaron los pedidos”, detalla.
Si bien las artesanas cuentan que la modificación de su vestimenta tradicional no fue aceptada de buenas a primeras, narran que poco a poco se ha ido abrazando en la comunidad dado que se ha convertido en una fuente de ingresos. “En Tijaltepec de inicio resultó difícil por los cambios en los diseños de las prendas, pero otras personas aceptaron bien nuestro emprendimiento porque comenzaron a ganar un poco de dinero para sus gastos del día y para ayudar a sus hijos. Y allá fuera, pues ha sido un poco difícil porque no conocemos cómo es este mercado, pero poco a poco nos hemos ido adaptando, sobre todo al uso de las redes sociales”, cuenta Jerónimo.
Ha sido así como poco poco a poco los bordados de Tijaltepec, caracterizados por su colorido y tonos fosforescentes y por la variedad de animales que representan, han lucido lo mismo en fiestas locales que en desfiles nacionales e internacionales, pues derivado de su aceptación, marcas de lujo los han incluido en sus prendas.
Resultado de ello estos textiles viven un “boom” en la comunidad con el surgimiento de más negocios dedicados a elaborar dichos bordados, pero son pocos los emprendimientos locales que se mantienen, como Kintex, la marca de Natividad y su familia, quienes tienen que competir con intermediarios, casas de diseño reconocidas y marcas internacionales.
En consecuencia, uno de los vestidos que ofrece Natividad por entre 3 mil 500 pesos y 5 mil pesos, en algunas de las tiendas de la ciudad de Oaxaca llega a costar más de 11 mil, dependiendo de los diseños.
Además de los precios, existen otros factores que impiden que el mercado para las artesanas de Tijatepec sea equitativo, como la brecha digital, la distancia y las condiciones de su comunidad, así como la lengua.
María de Jesús González, una de las mujeres más jóvenes que se dedica a la elaboración de textiles, explica que debido a la distancia y al no hablar español, muchas artesanas de Tijaltepec son engañadas en la compra de sus bordados, mismos que les pagan a bajo precio. “Yo creo deberían de pagar lo justo a mis compañeras, tías y vecinas, pues es un trabajo que nos lleva mucho tiempo”, expresa.
Los abusos y la apropiación han llegado a tanto que negocios que se dedican a revender y funcionan como intermediarios, incluso han demandado por la vía penal a las propias artesanas de la comunidad, reclamando el derecho a vender vestidos, blusas y otras prendas con dichos bordados, resultado de la adaptación de la vestimenta tradicional.
Entre las marcas internacionales que se han apropiado de las iconografías representativas de San Pablo Tijaltepec destaca Dior, en su Colección “Crucero 2024”, que además no trabaja directamente con las artesanos, sino que lo hace a través de la casa de diseño Rocinante, que no pertenece a la comunidad, y de la que se desconocen los convenios que tiene con las artesanas.
Esto pese a que en México existe la Ley Federal de Protección de Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, que establece que para la comercialización con personas externas debe de existir “un contrato de autorización con acuerdo de voluntades entre el pueblo propietario del patrimonio cultural y el tercero, para su uso, aprovechamiento o comercialización, mediante una distribución justa y equitativa de beneficios”.
Sin embargo, tanto las autoridades municipales y como las artesanas desconocen el contenido de esta ley que entró en vigor en enero de 2022, ignoran la protección de les brinda.
Animales sagrados
El venado se repite en casi todos los bordados de la indumentaria de las mujeres, hombres, niñas, niños y abuelos de Tijaltepec. De acuerdo con su cosmovisión, se trata de un animal sagrado para las familias. Las artesanas también tejen otros animales con los que conviven a diario, como mariposas, aves, conejos, chivos, águilas, pollos, y otros elementos de la naturaleza.
A las mujeres de esta comunidad del “pueblo de la lluvia”, una blusa tradicional les lleva de tres y hasta seis meses en elaborarse y su costo oscila entre los 6 y los 8 mil pesos, de acuerdo con los bordados, pues no es una actividad sencilla ni una a la que puedan dedicarse por completo, pues la realizan en los tiempos libres que dejan los quehaceres del campo y la casa.
Los bordados se elaboran a partir de una técnica llamada pepenado fruncido, que consiste en “sacar un hilito, después hacer unas rayas llamadas en Tijaltepec pitiyi y bordar la figura”, explican las artesanas, quienes han heredado este conocimiento por generaciones. A María de Jesús González, por ejemplo, le enseñó su abuela y su madre a bordar a los 12 años.
Plagios, intermediarios y pagos injustos
Para las artesanas de Tijaltepec no todo ha sido justo, pese a la visibilización de sus bordados, pues otra cara del “boom” de sus coloridos iconografías es que existen intermediarios que pagan por debajo de los costos a las artesanas, principalmente a las personas mayores que no entienden bien español o que no saben leer ni escribir.
“Han venido varias personas a comprar los bordados, algunos sólo engañan a las abuelitas, más a ellas porque no saben leer ni escribir, tampoco hablan el español. Ya a nosotras las jóvenes ya no nos dejamos como antes”, expone una de las artesanas.
Lo anterior pese a que, según Mauricio Cruz González, el presidente municipal, en la comunidad no ha habido ninguna asamblea que determine si se otorga algún permiso para el uso de los textiles de Tijaltepec a externos, como lo exige la legislación, misma en la que se establece sanciones por la apropiación indebida y el uso, aprovechamiento, comercialización o reproducción del patrimonio cultural de los pueblos y comunidades indígenas, lo anterior cuando no exista “el consentimiento libre, previo e informado de dichos pueblos y comunidades o se vulnere su patrimonio cultural”. Sin embargo, hasta el momento no hay quien atienda estas denuncias.
“Sabemos que existe una ley de protección a las artesanas, pero hasta el momento no se ha podido dar a conocer acerca de la ley, en las asambleas. Algunas artesanas conocen la ley por sus grupos de trabajo, pero es uno de los temas que tenemos pendiente a tratar”, indica el edil.
Al respecto, Jesús Emilio de Leo, titular del IFPA, señala que dicha ley tiene como fin garantizar y reconocer el derecho de propiedad de los pueblos y comunidades indígenas, pero que “es un nuevo paradigma para la legislación mexicana”, debido a que aún no existe una guía que garantice su implementación, además de si le compete a lo penal o a lo administrativo.
Indica que ante algún plagio o apropiación cultural, compete a la comunidad solicitar una asesoría, lo cual no ha sucedido. “Si ocurre alguna denuncia, se les hace saber mediante la conciliación, lo que establece en la propia Ley General de Patrimonio es que no están prohibidas las colaboraciones, siempre y cuando se le solicite el permiso a la comunidad, eso implicarían en una asamblea comunitaria explicarles cuál es el proyecto, tener claro cuáles son los créditos que se van a otorgar a las artesanas y algo fundamental, la remuneración económica”.
Y agrega que todo ello debe de quedar plasmado en un documento, un convenio de colaboración para que así también que les retribuyan las comunidades, no solamente el dinero, también un esquema de capacitaciones en tema de comercialización. Nada de eso ha ocurrido con los bordados de Tijaltepec.
Sobre la apropiación cultural, De Leo Blanco expresa que pese a lo nocivo de esta práctica aún hay vacíos en la cuestión legal y reconoce que faltan varios años para tener un andamiaje jurídico eficiente y eficaz que permita presentar las denuncias por apropiación y hasta el momento la opción que queda es cuestionar cómo resolver dichas denuncias a partir de la conciliación, pues ni si quiera existe claridad sobre qué instancia debe atender dichos casos.
“En las prácticas artesanales hay que citar quiénes son las autoras o los autores, pero también hay que contribuir en el registro de marcas o declaratorias de Patrimonio Cultural, de lo contrario estamos indefensos jurídicamente. Lo único que nos quedaría por hacer es lo que generalmente se hace: un reclamo a través de las redes sociales de que se reconozca a las autoras y a los autores que realizan esos textiles, sobre todo ante plagios o apropiación”, puntualiza el funcionario.
Para Susana Harp Iturribarría, senadora por Oaxaca e impulsora de esta legislación que busca proteger el patrimonio cultural de las comunidades indígenas, un primer paso es que los propios pueblos, mediante asamblea, elaboren listados de aquéllos elementos y expresiones que forman parte de su identidad, donde se defina cuáles sí pueden ser comercializados y cuáles no, a partir de los cuáles podría llegarse a convenios con terceros que busquen beneficiarse con la elaboración, por ejemplo de textiles, fuera de la comunidad.
La legisladora federal también detalla que correspondería al Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) llevar esta información a las distintas localidades y capacitar a los pobladores para que puedan usar dicha ley a su favor, pero lamenta que dicha dependencia carezca de persona y recursos.
“Ojalá les enseñaran y capacitaran para que ellas mismas salgan a vender sus bordados, para que no les regaten mucho su trabajo, pues hay varias intermediarias que no les pagan a las compañeras artesanas, que solo las usan…algunas me han comentado que se llevan sus bordados y no les pagan. Además de que venden caro los bordados sin pagarle su trabajo de forma justa”, denuncia otra de las artesanas de Tijaltepec, quien por seguridad prefiere omitir su nombre.