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Desde que se creó, hace más de 35 años, este negocio no había experimentado algo similar, un periodo tan largo en el que la magia de las fiestas se haya apagado tanto tiempo, sobre todo en un estado donde las festividades patronales son motivo de orgullo para las comunidades. Ahora, la situación económica que enfrentan ha obligado a la familia a buscar otras fuentes de ingresos... otros trabajos, de lo que sea, para subsistir.
La cohetería fue creada por el maestro artesano Ernesto Cruz, originario de Santa María Nitú. En estas más de tres décadas logró consolidar su empresa familiar, que se extiende en un amplio terreno con construcciones separadas entre sí cada 10 metros, como una medida preventiva para el almacenamiento de materias primas como pólvora, carbonato de bario, azufre, magnesio metálico, nitratos y óxido de hierro, todas peligrosas.

Además, en este espacio está el taller de elaboración y el almacén de los productos terminados, entre otros.
“Las autoridades municipales nos dijeron que debíamos parar y hasta agosto se abrió poquito.
“Hubo unos cuantos eventos a puerta cerrada, en realidad fueron dos eventos y ya no hubo más. Sólo en agosto trabajamos en dos ocasiones y en diciembre hicimos un sólo trabajo.
Es todo lo que nos han permitido desde que inició la pandemia”, relata Silvia Gloria Hernández Emicente, copropietaria del negocio y esposa del maestro cohetero Ernesto Cruz.

Lo que vive esta familia es una situación que se repite para los maestros artesanos que se dedican a la elaboración de pirotecnia en toda la entidad, puesto que las fiestas patronales y otros eventos masivos en los que se utilizan sus creaciones no han sido considerados como permitidos en ninguno de los escenarios del semáforo epidemiológico, así que aunque la entidad alcanzó a pasar a fase amarilla, las festividades nunca han estado ni cerca de regresar.
Lo anterior se complica porque las restricciones de las autoridades de salud también contemplan la prohibición de bodas, fiestas de XV años, primeras comuniones y todos los eventos sociales y religiosos de los que depende esta labor.
Cada uno de ellos da empleo a entre ocho y 10 personas de las que dependen igual número de familias, por lo que la parálisis de este sector ha dejado sin trabajo, al menos, a unas 10 mil personas en el estado.
A estos cálculos deben sumarse aquellos talleres que trabajan de manera clandestina.

“Es muy fuerte, muy crítico, realmente esta situación que nos ha tocado. La verdad necesitamos trabajar para nuestros hijos, solventar nuestros gastos, tenemos muchos pagos”, explica la mujer.
Hasta antes de la pandemia, la familia de la Cohetería y Diversiones Cruz trabajaba entre cuatro y cinco eventos cada mes, pero desde que se activó la emergencia sanitaria sólo han trabajado en tres ocasiones, en eventos que se realizaron a puerta cerrada y con un espectáculo aéreo con productos conocidos como “bombas” y “candelas”, entre otros.
“Quién sabe qué va a pasar, porque no sabemos hasta cuándo continúe o si va a seguir, o si nosotros tengamos que trabajar así, a puerta cerrada, no vemos nada claro. De ahí comemos.
“Ojalá nos dejaran trabajar aunque sea a puerta cerrada y todo lo aéreo para tener un trabajo, porque las personas sí quieren la pirotecnia, pero cancelan los contratos por lo mismo de la pandemia y las prohibiciones de las autoridades municipales e iglesias”.

Para los dueños de este negocio, lo que es más paradójico de la situación que viven y de que no se les permita trabajar es que los pagos trimestrales para mantener los permisos y la renovación de licencias para realizar actividades con artificios pirotécnicos y para la compra, almacenamiento, venta o consumo de los mismos tienen que ser cubiertos puntualmente.
Lo anterior porque, de no hacerlo, los artesanos y coheteros estarían cometiendo un delito, pues esta actividad es regulada por la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, así como por su reglamento.
Pero pese a esta emergencia, explica la artesana, la Sedena no ha dado ningún tipo de concesión ante la situación económica que enfrentan las coheterías en el estado. Para la institución militar es obligatorio el pago de los permisos y la renovación de éstos aunque no estén trabajando.
Ni siquiera hacen un descuento en estos cobros, señalan.
“Como tenemos el permiso federal, entonces eso influye a que tengamos que pagar todo para no perder el permiso de transporte y de elaboración, luego la licencia, que tiene que ser federal”, agrega la mujer, quien muestra el interior de la cohetería con apenas unos remanentes de productos donde antes se acumulaban los trabajos.