Trapiches y caña de azúcar, tras vencer a la migración, este oficio tradicional resurge en la Sierra sur de Oaxaca
Hace casi 10 años que en Concepción del Progreso, las familias retomaron el oficio de la molienda tradicional de la caña, luego de que entre los años 80 y hasta el 2000, el oficio fue en decadencia por la migración
Putla de Guerrero.— En la comunidad de Concepción del Progreso, mejor conocida como La Hacienda, la producción de caña es más redituable que la siembra del maíz, dicen las familias que trabajan en el trapiche desde hace décadas, generación tras generación.
El trapiche es un molino para extraer el jugo de algunos productos agrícolas. Estas comunidades lo usan para procesar la caña de azúcar. También significa una faena de tradición familiar y, además, genera empleo bien pagado a decenas de personas, entre ellas, a jóvenes.
En La Hacienda, durante los meses de la molienda de la caña —que inicia en diciembre y concluye en abril— el trabajo no para: las personas inician su jornada laboral a las tres de la madrugada y concluyen a las siete u ocho de la noche, de lunes a sábado.
Foto: Juana García
Mientras Abraham y Carlos cortan la caña que fue quemada unos días atrás, Alexander y sus hermanos, junto con otros dos trabajadores, se apresuran a calentar las calderas con la basura de la caña molida, conocida como bagazo, para hervir la miel de la caña y convertirla en panelón, el cual será usado para destilar aguardiente.
Alexander y sus hermanos dejaron de estudiar para ocuparse en el trapiche. Dicen que reciben buen pago y, además, les gusta. “Me gusta ver el proceso de elaboración de la panela y el panelón. Cuando era pequeño, me preguntaba cómo de la caña salía la panela. Ahora lo sé”, cuenta Alexander.
Él y sus tres hermanos trabajan todos los días, desde las tres de la mañana hasta las cinco de la tarde, mientras su padre se dedica al corte de la caña.
Cuando concluye la temporada de la molienda, los jóvenes se van al campo a sembrar las plantas de la caña, a podar la maleza y demás cuidados que necesita el cañaveral.
Luis Sarabia mantiene a sus padres con el trabajo de trapichero. Desde que cumplió 15 años, siempre se ha dedicado a este oficio. El sueldo de un trabajador que realiza diversos quehaceres en el proceso de quema, corte, acarreo y molienda de la caña es de 250 pesos por ocho horas.
Foto: Juana García
“Acá los sueldos son bien pagados, a veces no sale mucho, pero de la explotación venimos huyendo, así que se nos hace feo no pagarles bien”, dice Eudin Maldonado, mientras recuerda cómo los nativos de Concepción del Progreso exiliaron a los hacendados españoles porque explotaban a los jornaleros.
Resurge el apogeo del trapiche
“Yo soy pobre, fui un trabajador de señores que se dedicaban al trapiche. Ya de grande comencé a sembrar poca caña, luego me hice de mi propio trapiche”, cuenta don Eudin con orgullo.
Entre pestañeos y sonrisas, platica que hace ocho años comenzó a trabajar en su molino, conformado por calderas, rodillos y ruecas. Con seguridad, señala que los años de trabajo le han ayudado a identificar que la producción de miel depende de las variedades de la caña.
“Somos pequeños productores que ofrecemos calidad a todos nuestros clientes y consumidores; los derivados de la caña que producimos pasan por varios filtros”, asegura.
Hace casi 10 años que en Concepción del Progreso, ubicada a media hora del municipio de Putla de Guerrero, en la Sierra Sur de Oaxaca, las familias retomaron el oficio de la molienda tradicional de la caña.
Las familias se apoyaron en el trapiche para recuperarse, luego de que, entre los años 80 y hasta el 2000, el oficio fue en decadencia por la migración.
“En ese entonces, todas las personas, principalmente jóvenes, migraban a Estados Unidos, se iban ‘al norte’, hasta el punto en que hubo escasez de trabajadores”, describe Eudin sin perder la sonrisa.
La Hacienda aún enfrenta el fenómeno de la migración, pero ahora los jóvenes viajan con visas de trabajo, lo que les permite regresar y ayudar en las labores de la producción y molienda.
Actualmente existen ocho trapiches en la comunidad, donde se producen la panela y el panelón de caña.
Foto: Juana García
“Cuando no hay quema o corte, hay acarreo o molienda de caña. Y cuando termina la temporada de la molienda, comienza la plantación y el cuidado de los cañaverales. Acá siempre estamos trabajando”, indica Luis.
Carlos Ramírez tiene 46 años, es de una comunidad triqui. Desde que llegó aquí se dedica al corte de la caña y a limpiar las parcelas. “Aquí siempre hay trabajo, además es bien pagado y de esto sostengo a mi familia”, dice mientras corta la caña.
Trapiche, oficio tradicional
Odilón Montesinos Sánchez tiene cuatro hijos y todos están aprendiendo sobre el trabajo del trapiche. Su madre, de 91 años, se consuela al verlo trabajar en el taller de sus abuelos.
“Cuando uno crece en esto, le agarra amor al oficio. Lo que no quiero es que se pierda el trabajo que nos enseñaron mis abuelos. Ellos se dedicaron al panelón. Nosotros producimos panela”, dice, mientras mueve la miel de la caña con un cucharón especial, en medio del vapor que sueltan las calderas.
El joven reconoce que el trabajo del trapiche es muy sucio, pero a la vez es bonito porque nada se echa a perder. Por ejemplo: para cocer la miel se usa la basura de la caña molida, conocida como gabazo; la mugre cocida de la caña, o cachaza, sirve para mezclarlo con el alimento de los animales, así como las hojas de la caña.
Sin apoyos ni programas
No todo es como la miel de la caña; don Germán y su hija reconocen que el precio del panelón es bajo en las destiladoras de aguardiente para todo el trabajo que implica. Sin embargo, su horario de labores no se reduce.
“Es mucho trabajo y el precio es muy bajo. A veces, apenas sacamos para los trabajadores, aparte hay que cubrir los gastos de mantenimiento de todo el equipo, pero no tenemos opciones porque no vivimos de apoyos ni de programas que aseguren nuestra producción”, explica don Germán, mientras ofrece un aguardiente preparado con fruta de la región, del que sacan una ganancias de otros derivados de la caña.
En esta temporada también venden tepache de panela, producto de la misma cosecha.
Eudin Maldonado y las autoridades de La Concepción del Progreso propusieron instalar una bodega para comercializar los productos de esta región al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, pero dicen que nunca obtuvieron respuesta.
Foto: Juana García
Los trapicheros de La Hacienda y de otras comunidades de Putla trabajan con sus propios recursos, sin apoyos del gobierno de ningún nivel, además carecen de seguro médico, el cual es necesario porque su labor presenta riesgos.
“Acá pierdes un dedo o una mano. Unas personas han sufrido accidentes, pero continúan con el trabajo, porque de esto comemos”, concluyen.