Los sepulcros no tienen cruces ni nombre, y sólo pueden diferenciarse por números y letras trazados en su superficie.
Pero el de Juchitán no es el único sitio del Istmo de Tehuantepec que se ha convertido en último territorio ocupado por los migrantes tras morir en una patria ajena. También en los panteones de Ciudad Ixtepec y San Pedro Tapanatepec, llamados “Yo Baá” en lengua zapoteca, están enterradas personas sin nombre y algunas incluso sin nacionalidad, quienes murieron por enfermedades, en accidentes en carreteras, o ahogados en aguas del Pacífico o de las Lagunas del Golfo de Tehuantepec.

Los cuerpos de estas víctimas olvidadas son enterrados en estos espacios por disposición de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO), instancia que los mantiene en resguardo por un determinado tiempo y que finalmente decide depositarlos en dichas tumbas sin nombre, no sin antes tener todos los datos, fotografías y elementos necesarios para dar con los restos en caso de que algún día sean identificados.
La funcionaria municipal agrega que tampoco las autoridades de sus países acudieron por sus restos, por lo que permanecen como desconocidos bajo un simple folio. “Lamentablemente, no todos traían sus identificaciones, aunque las autoridades ministeriales cuentan con un archivo de sus fotografías, en caso de que reclamen el cuerpo”, agrega.
Durante todos esos años decenas y decenas de migrantes han fallecido tras caerse del lomo de La Bestia y otros trenes o ahogados en profundas aguas tras el naufragio de sus embarcaciones con las que pretendían ingresar al territorio estatal mediante la vía marítima.
Sólo en julio del año 2000, por ejemplo, 22 guatemaltecos murieron en la laguna cercana a San Francisco del Mar, cuando la pequeña embarcación en la que navegaban naufragó. Fue en esta comunidad ikoots donde fueron inhumados y hasta muchos años después exhumados y trasladados a su patria.
Siete años más tarde, en octubre de 2007, 11 migrantes, salvadoreños en su mayoría, murieron en una noche lluviosa en las inmediaciones de playa Aguachil, también en las inmediaciones de San Francisco del Mar. Ellos permanecieron sepultados en Juchitán, hasta que vinieron por sus restos.

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Desde el pasado mes de julio, en el panteón San Pedro, de Ciudad Ixtepec, descansan los restos de cuatro africanos que fallecieron en un accidente sobre la carretera Panamericana, cuando viajaban en un vehículo mototaxi desde Niltepec a Juchitán. Tres murieron en el sitio del percance y uno más días después, en un hospital.
Mientras que en una funeraria del municipio de Santo Domingo Zanatepec, en la zona oriente del Istmo, dos cuerpos de migrantes están resguardados en un congelador, en espera de que sus familiares o consulados los reclamen.
Se trata del cuerpo de una niña de siete años, de Ecuador, quien murió ahogada en la alberca de un hotel en Tehuantepec, el pasado mes de julio, cuando en compañía de sus padres la familia tomó un descanso en su ruta hacia el norte.
Y el otro es el cuerpo de un extranjero, aparentemente de Mauritania, quien falleció tras ser atropellado sobre la carretera Panamericana apenas el pasado 7 de octubre y que no ha sido reclamado, por lo que su destino será como el de los otros que se quedaron en las tumbas sin nombres y sin cruces.
