Violencia contra mujeres trans: “Somos sobrevivientes, pero nos quieren con miedo”

Buscamos disfrutar las cosas simples, no se trata de judicializar nuestra vida para poder habitarla, dice desde Oaxaca la activista Rebeca Garza tras agresiones y transfeminicidios

Violencia contra mujeres trans: “Somos sobrevivientes, pero nos quieren con miedo”.
Violencia contra mujeres trans: “Somos sobrevivientes, pero nos quieren con miedo”. Fotos: Antonio Mundaca
Sociedad 27/01/2024 12:05 Antonio Mundaca Actualizada 12:05

Santo Domingo Tehuantepec.— Con profunda tristeza y sentimientos encontrados Rebeca Garza lamenta el violento inicio de 2024 para la comunidad trans en México, que registró en las primeras dos semanas de este año al menos cinco agresiones y asesinatos violentos que, de acuerdo a la activista, pintan un nuevo escenario de criminalización. 

Afirma que a ella la noticia le llegó en un momento donde celebraba la constitución de la asociación civil Queer Trans y es un sentimiento agridulce, porque cuando la comunidad trans consideraba que después de años de lucha habían logrado un espacio de resistencia contra estos crímenes y una evolución para lograr en el país mecanismos horizontales de participación de grupos vulnerables, suenan en las noticias estos asesinatos y agresiones.

“Es terrible y poco alentador el asesinato de Samantha, una activista con trayectoria, o Paola o Xiomara. Lamentamos siempre la criminalización y la violencia contra la comunidad LGBTIQ+ que hacen además las autoridades, que reducen los ataques, demuestran en las tribunas una profunda ignorancia y avivan el odio contra nosotras”.

Visiblemente afectada, Rebeca indica que ante este escenario la comunidad ha decidido protestar, pero piensa que es momento de sentar precedentes para las próximas generaciones y en medio de eso constituirse como organizaciones para realizar acciones estratégicas.

“Si algo hemos aprendido como agrupación es que podemos hacer cosas de manera diferente, porque está de por medio nuestra vida y salud. Nosotras soñamos en que otros mundos son posibles y creemos que la opción es la educación, un centro de estudios que enseñe que lo mínimo que exigimos es contar nuestras historias, escuchar las historias de una comunidad que tiene derecho a ser libre y respetada y evolucionar como sociedad para que deje de existir el desprecio por el ser humano”, enfatiza la activista radicada en Oaxaca.

Derechos para todes

Unas horas antes de que le ministre Jesús Ociel Baena fuera asesinado en su domicilio en Aguascalientes, Luisa Rebeca Garza López, defensora de los derechos de la comunidad de mujeres trans originaria de Veracruz y que lleva diez años de trabajo comunitario en Oaxaca, habló con elle a través de mensajes, intercambiaron saludos y guiños a un futuro que parecía compartido; ambas eran personas representantes de una generación que lucha todavía porque sus derechos como integrantes de la diversidad sexual sean reconocidos.

Un futuro que no llegaría para les dos, porque la violencia y el odio segaron la vida de Ociel cuando su carrera dentro del sistema electoral mexicano iba en ascenso y se había convertido en la primera persona no binaria en América Latina en acceder a puestos como el que ostentaba: magistrade del Tribunal Electoral de su estado. 

Visiblemente enojada e indignada, poco después de que se cumplen dos meses de su muerte, Rebeca considera que la fiscalía de Aguascalientes siguió una hipótesis que insulta la inteligencia de las personas y que empolva, distorsiona, deshumaniza y estigmatiza lo que ella considera un crimen de odio, algo que este 2024 se ha ensañado en repetir con el asesinato de cinco mujeres trans en lo que va del año. Crímenes que las autoridades insistes en borrar para colocar a la comunidad trans en el lugar del miedo.

“En 30 años, díganme, ¿cuántos ministros han sido asesinados en este país en los 32 estado de México? Yo no recuerdo a ninguno, a nadie, Ociel era una persona feliz y tranquila, cómo alguien se va a matar a con su pareja a navajazos y luego se va a suicidar, cómo se van a suicidar una mañana a las 9:00, luego de desayunar y prepararse para irse a trabajar, y menos cuando horas antes en los grupos de WhatsApp platicaban sobre lo bien que habían estado en Oaxaca”, reflexiona. 

whatsapp_image_2024-01-27_at_11.42.36_am.jpeg

La libertad ante todo

Rebeca hace silencios profundos mientras cuenta las horas tras enterarse de la muerte de Ociel Baena. Dice que recibió llamadas de su familia y en los grupos fue un teléfono encendido. Pasó de la sorpresa a la consternación por la manera en que las autoridades llevaron el tema y cómo la narrativa que se impuso en casi todos los medios del país fue la del morbo y la criminalización hacía una persona que ella considera compañere de lucha y que horas antes de su asesinato parecía en tranquilidad, porque estaba de viaje en Oaxaca, un estado que ambas consideraban punta de lanza de los derechos de la diversidad sexual a pesar de la discriminación del centro del país. 

Una tranquilidad que contrastaba con el clima generado por los grupos de ultraderecha que abundan en un estado conservador como Aguascalientes, donde ella misma ha dado talleres y debió extremar su seguridad por el rechazo a la comunidad trans. Y donde Ociel lidiaba cotidianamente con las amenazas que recibía de grupos de poder político.

Sostiene que previo al asesinato de le ministre había grupos conservadores que levantaban en Change.org alrededor de 17 mil firmas para protestar porque el 31 de octubre Ocial había salido en una foto de redes sociales con una bandera LGBT jugando con una mascada, y la gente la interpretó como una burla a la Virgen de Guadalupe.

A pesar de que Ociel dijo que respetaba la religión, condenó a los “haters” que con ese pretexto lo atacaban, porque le magistrade no tenía duda que se debe defender el derecho a la libertad por encima de cualquier religión.

“La gente en Change lanzaba muchos prejuicios, los mismos que han acompañado en México y Oaxaca a la comunidad trans. Pedían sanciones ejemplares para elle por ejercer su libertad. Tmbién era incómode para grupos de poder, porque desde su posición en el Tribunal se iban a decidir las elecciones del próximo año en ese estado y a muchos eso no les gustaba. Su visibilidad y sus posturas frente a grupos de poder económico o religioso siempre encendía”, relata.

Techo de cristal

Para Rebeca en Ociel no había ningún atisbo de victimismos, ni de trastorno alguno entre elle y su pareja. La misma sensación fue compartida en grupos LGBT donde ambas también coincidían. Lo que afirma la activista que siempre percibió era el tono de amenaza que había perseguido a Ociel toda su vida por defender su identidad de género y luchar por los derechos de una comunidad que en México es el grupo vulnerable objeto del mayor número de crímenes de odio.

“Las que estamos somos sobrevivientes en un país que ocupa el segundo lugar mundial de agresión a la comunidad trans, 305 hechos violentos motivados por el odio de 2019 a 2022, asesinatos, desapariciones y atentados a la vida según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBTI+ en México y la impunidad en todos”, puntualiza.

Sostiene que conocía a Ociel desde el 2012 y muchas veces platicaron lo difícil que era la apertura de los derechos políticos en México y elle lo sabía en carne propia, pues estaba compitiendo para tener la designación directa frente al Senado de su magistratura, porque en los hechos aún era encargade de despacho. “Una magistratura en el poder electoral es de tres personas, Ociel iba a resolver seguramente controversias electorales y con su asesinato se demuestra que cuando creíamos que habíamos avanzado en lo legal y lo electoral, nos damos cuenta que ser visible no garantiza tampoco nada”.

“Una persona no binarie asesinada así, a este nivel, manda un mensaje: es un techo de cristal. Nos dicen: ustedes, la gente trans, sí pueden ser supervisoras, directrices, encargadas, pero a puestos de poder no van a llegar,  no pueden llegar a modificar las estructuras de poder político”, reflexiona.

Rebeca es una mujer de 45 años que lleva la más de la mitad de su vida luchando por la igualdad. Ha sido encargada del despacho de la Dirección Ejecutiva de Educación Cívica y de Participación Ciudadana del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO) y ha llevado su lucha a países como Perú, Colombia y Chile, además de ser fundadora de Queretrans, una agrupación que busca igualdad de derechos en un estado que ella considera también ultraconservador. 

Muchas violencias 

Luisa Rebeca dice que es una mujer migrante. Ha estado ligada a la comunalidad a través de su paso por la Mixteca y una vida comunitaria en Acatlán de Osorio, municipio poblano en la frontera con Oaxaca. Es veracruzana, mixteca e istmeña por una cultura familiar que heredó. Es por eso que admira las luchas de resistencia oaxaqueña y las considera una vanguardia nacional en cuanto a leyes como la identidad de género, el derecho al aborto y el matrimonio igualitario.

Esos temas siempre han sido su motor y recuerda, por ejemplo, que su tesis se centró en los derechos trans, enfocada en trabajar las epistemologías que no son considerados validos por quiénes difunden contenidos  y prejuicios hacia ellas. Asegura que la “academia elitista” rechazó su visión, una donde tenía cabida une Ociel Baena como una persona no binaria y a ella misma como mujer trans binaria. Fue por ello que dejó la teoría y pasó a la praxis. 

“La lucha trans no surgió en la academia, surgió en la calle, por eso yo decidí documentar las violencia y especializarme en temas electorales, en los derechos políticos que nos siguen negando con mucha violencia y discriminación”, declara con la convicción de su conocimiento comunitario y un pensamiento crítico e interseccional. Habla de su trabajo y el de Ociel, su amigue, como uno que sabían que se levaba a cabo en terrenos minados.

“México ha avanzado en derechos políticos, pero no ha sido porque el Estado lo ha regalado. Los derechos políticos de las personas que integran la comunidad trans que no se reducen a ser candidatas, se trata de los cargos públicos como un derecho político a ser votadas en un país donde los electores no saben ni quisiera el dato de cuántas candidaturas trans hubo apenas el año pasado”.

Rebeca sabe de lo que habla porque conoce el monstruo desde adentro. Fue parte del desaparecido Instituto Federal Electoral (IFE) y en 2012 organizó elecciones en Baja California en medio de amenazas de muerte por las que tuvo que ser aislada de los equipos de trabajo. La violencia que sufrió entonces, recuerda,  puso en riesgo su salud física y mental, a lo que se sumó que al interior del órgano electoral recibió hostigamiento y acoso laboral, a tal grado que renunció y logró en tribunales vincular a sus agresores a un proceso sancionador, al que lamentablemente el INE acabó por dar carpetazo.

Vidas normales 

En Oaxaca, Rebeca ha encontrado espacios con menos discriminación. Cree que se debe a que es un estado donde históricamente existe la diversidad lingüística y cultural, además de que desde el sur se han impulsado reformas que se niegan a reconocer en el norte. Las luchas que ahora emprende en Oaxaca, afirma, la han llevado a identificar que el gobierno y las instituciones no quieren tocar el tema de diversidad sexual en los pueblos indígenas.

“En Oaxaca se reportan cifras de discriminación bajas comparadas con estados del norte o el centro que son engañosas, pero hay personas que no sabemos si están siendo violentadas porque el Estado sólo administra el problema, no quiere tocar la dinámica interna de las comunidades porque cree que sería contaminar su identidad propia como si en las poblaciones indígenas la experiencia de la diversidad sexual no existiera”, critica mientras habla del tokenismo del Estado, el cuento donde desde el poder incluyen a grupos minoritarios, pero desde la superficialidad. 

“La interculturalidad en la que se ha avanzado mucho en Oaxaca, aún no logra entender que también hay diversidad sexual”,  dice la activista previo a lanzar dardos contra las políticas públicas que han romantizado el indigenismo para controlarlo. 

“Transicioné en 2006. Mi acta de nacimiento me llevó cuatro años, mi pasaporte dos años, mi título cuatro años, y tres años más buscando que el órgano electoral hiciera justicia al poder interno. Al gual que Ociel las mujeres trans aspiramos a una vida normal, no a una vida despolitizada, pero sí a poder disfrutar de las cosas simples. Yo como mujer trans no quiero judicializar mi vida para poder habitarla”, culmina Rebeca, convencida de que su comunidad no debería ser nunca más silenciada.

Temas Relacionados
comunidad LGBT+

Comentarios