Con ecoturismo, Cuautepec lucha contra su extinción

Especiales 03/06/2018 12:52 Juan Carlos Zavala San Juan Bautista Suchixtepec, Oaxaca Actualizada 15:18

En 45 años la población se redujo 76%, de acuerdo con el Inegi, por ello la comunidad puso su fe en la laguna con el objetivo de atraer visitantes, impulsar la economía y combatir la migración

Fotos: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL

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Para los poco más de 100 habitantes de Guadalupe Cuautepec, la fe se materializa en una laguna. Ese cuerpo de aguas profundas, aseguran, es la última esperanza para frenar su  extinción. Lo dicen porque está alejada comunidad oaxaqueña se está quedando sin gente que la habite.

Guadalupe Cuautepec es una agencia municipal  de San Juan Bautista Suchitepec. Se encuentra a 35.9 kilómetros al norte  de Huajuapan de León, en  la Mixteca. Para llegar hay que hacer un recorrido de 50 minutos en vehículo por la carretera que conduce al municipio de Santiago Miltepec y  luego tomar una desviación hacia un camino de terracería que se extiende por cinco kilómetros.

Aquí nadie sabe de crecimiento demográfico. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) explica con sus cifras que en 45 años  la población se redujo 76%, pues la comunidad pasó de tener 470 habitantes en 1970, a ser habitada sólo por 113 personas en 2015.

—Somos poco más de 100 habitantes  en la comunidad, de hecho, sólo hay 12 niños en la primaria. 

El dato sobre la escasez de estudiantes lo da Francisco Alvarado Gallardo, un joven que funge como secretario en la agencia municipal y presidente en el Comité de Turismo.

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También explica que en Guadalupe Cuautepec no hay kínder y para  estudiar la secundaria los alumnos tienen  que ir a la siguiente población que se llama Tequistepec. Si se aspira a estudiar el bachillerato hay que ir a Chazumba  y para la universidad la única opción es Huajuapan.

Además de estar incomunicado, el principal problema  es que los pobladores no quieren permanecer ahí  porque no hay trabajo para todos. Fue en los años 70 cuando  ocurrieron los primeros casos de migración hacia  Estados Unidos, pues  la agricultura  y la ganadería no eran rentables por las condiciones del suelo y porque dependían del temporal.

Así explica Ángel Pérez Gallardo, el agente municipal, el fenómeno migratorio que afecta a su comunidad:

—Todo era difícil, no había fuentes de ingresos y al emigrar la primera persona  le fue bien y empezó a invitar a más paisanos, y empezaron a irse cada vez más.

Casi 50 años después las cosas no han cambiado. Según el Consejo Nacional de Población (Conapo), Guadalupe Cuautepec es  una comunidad con un alto  grado de marginación: 25  de sus 113 habitantes son analfabetas, 70 no tienen  primaria completa, 82 carecen de agua entubada  y  93 no son  derechohabientes de servicios  de salud. Además,  50% de las viviendas habitadas no cuenta con refrigerador y  11.36% no disponen de  sanitario.

Los pocos pobladores viven de la construcción gracias al dinero que envían sus paisanos que radican en Estados Unidos para edificar sus casas.

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La esperanza del agua

Para detener el flujo de personas que se van y no regresan, desde hace cinco años las  autoridades municipales y los   pobladores se han propuesto  explotar el turismo y convertirlo en una fuente ingresos. Y el principal atractivo que tiene la comunidad es su laguna  de aguas profundas. 

En realidad, se trata de un proyecto que surgió desde finales de los años 40, cuando “nació” la laguna. Desde entonces, ese cuerpo de agua (que en realidad es una presa natural)  se convirtió en el eje de un plan  ecoturístico que pretende generar la suficiente cantidad de empleos  para combatir la migración.

Juan José García Guzmán, habitante de Cuautepec, recuerda lo que le contaba su padre, respecto  a la formación natural de la laguna. Explica que  en 1947 el río La Hierba, como lo conocen, nacía en uno de los cerros que flanquean al pueblo y cruzaba en medio de la comunidad para alimentar al río Mixteco —el afluente más importante de la región—. 

Fue ese año cuando  una serie de deslaves  obstruyeron el cauce del río La Hierba, hasta crear una represa que se extiende como una gran laguna. Estos deslaves, incluso, arrasaron con las tumbas del panteón y acabaron por inundar algunas viviendas.

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—Se veían las tablas donde fueron enterrados los muertos. Dice mi papá que donde está la última vivienda había casitas, el río se fue tapando de ese lado hasta que tapó por completo.

Desde entonces, la  existencia de la nueva laguna se fue extendiendo de  “boca en boca” y empezó a atraer visitantes. En 2013, las autoridades y los habitantes de Guadalupe Cuautepec vieron la oportunidad de explotar el atractivo turístico y echaron a andar los trabajos para consolidarlo como una apuesta económica. Empezaron con la creación de reglamentos, señalizaciones, capacitación de guías y la formación de senderos.

—Es un proyecto  de gran importancia porque genera empleos para nuestra comunidad,  pero preservando  la vegetación y  la fauna, dice Ángel Pérez, el agente municipal.

Al inicio del proyecto  los pobladores se dieron cuenta de que los visitantes sólo llegaban para pasear en las lanchas y  comer, luego se retiraban.

Fue entonces que decidieron abrir senderos para que los turistas realicen recorridos y conozcan, a través del servicio de guías, la biodiversidad de  la zona, así como la  cultura y los usos y costumbres de la población. En noviembre  pasado los habitantes de Guadalupe Cuautepec organizaron su primer Festival Gastronómico del Guaximole —comida típica de la  Mixteca baja elaborada con carne de chivo  y preparada con huaje y chiles secos—. A esa actividad agregaron un torneo de pesca de lobina negra y una carrera a “campo traviesa”, en la que participaron 170 atletas.

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Utilizar las casas abandonadas

Francisco Alvarado, presidente del Comité de Turismo y uno de los  cinco jóvenes de esta comunidad que se ha capacitado para ser  guía certificado, cuenta que a  cinco años de iniciado el proyecto, Guadalupe Cuautepec ya cuenta con cinco restaurantes; uno de ellos  es propiedad la comunidad y su usufructo se va rolando cada año entre las familias de la localidad.

Además, a las casas abandonadas por la migración se les ha dado un nuevo uso: ahora se emplean para brindar servicio de hospedaje. Las personas propietarias que se encuentran fuera de la comunidad las han dejado encargadas y han dado la  autorización para rentarlas o dar el servicio de habitaciones  de hotel.

A pesar de los avances, el agente municipal  reconoce que  no cuentan con servicios básicos como electricidad, agua potable y  drenaje, pero dice que en la comunidad tienen claro que buscan que todo sea sustentable. 

—De hecho, aquí no tenemos drenaje ni queremos tenerlo porque contaminaría la laguna, queremos paneles  y calentadores solares, algo sustentable y en  apoyo para el ecoturismo.

Aun así, el mayor problema que enfrentan es la falta de comunicación, pues no cuentan con ningún tipo de transporte público: aquí no llegan taxis, camionetas o autobuses.  Tampoco tienen telefonía celular, internet o teléfono fijo.

Una vez a la semana Francisco Alvarado, del Comité de Turismo,  viaja a Huajuapan y aprovecha para revisar las redes sociales de la comunidad  en las que han “colgado” la información turística. También aprovecha   para solicitar  orientación para lograr la colocación de una antena que proporcione  el servicio de telefonía.

Dice que todo eso es necesario  porque sólo explotando el potencial de la comunidad se crearán fuentes de empleo y   se detendrá la migración

—Es el principal objetivo, que la gente pueda irse a estudiar, pero que regresen a la población.

Ángel Pérez, el agente municipal coincide. Agrega que el proyecto está pensado, sobre todo, en los jóvenes que aún no se han ido.

  —Que  tengan el interés de trabajar en la comunidad, de estar con su familia y  con buenos ingresos.

Del éxito de su proyecto ecoturístico, explican Francisco y Ángel, dependerá que la comunidad siga existiendo.

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