En resguardo, la evolución de la justicia en Oaxaca

Especiales 27/12/2018 17:00 Christian Jiménez Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 17:01

Pliegos de hace más de cinco siglos muestran la forma en que se realizaban juicios y castigos hasta por pecados

Fotos: Mario Arturo Martínez / EL UNIVERSAL

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Al último hombre que sentenciaron a muerte en Oaxaca lo fusilaron en 1940, en el paredón 41 de Miahuatlán. Habían pasado dos años desde que, en estado de ebriedad,  había golpeado  a su madre hasta la muerte, dejando caer   unas rocas sobre su cabeza, crimen por el que se le acusó de parricidio y fue declarado culpable.

Al igual que esta sentencia de muerte, la historia judicial de Oaxaca permanece viva en el Archivo General del Poder Judicial. Pliegos de hace más de cinco siglos detallan la forma y características de las armas criminales con las que, en las diferentes regiones de la entidad, se cometían delitos desde la época colonial.

Israel Garrido Esquivel, jefe de departamento del archivo general explica en entrevista con EL UNIVERSAL que este archivo  se divide en dos áreas: histórico y de concentración, éste último recopila información que aún no puede ser consultada por el público y permanece bajo el resguardo de los juzgados, clasificada como reservada o confidencial.

El área histórica resguarda  350 mil documentos, algunos  escritos a mano, en los que se reseñan los delitos que se cometían, e incluso se describe con dibujos a mano alzada los lugares donde  se perpetraron, las armas que se usaron y hasta  los árboles genealógicos de los involucrados.   

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Aunque Oaxaca adquirió una legislación y estructura para impartir justicia propia hasta 1821, los anaqueles del archivo histórico resguardan escritos que datan de   1545. El acervo se  divide en 27 secciones que equivalen a los juzgados de primera instancia; las secciones se clasifican en civil y criminal. Si los documentos se acomodaran uno después de otro  abarcarían 350 metros lineales.

El archivo fue creado en 2002, a iniciativa del magistrado Raúl Bolaños Cacho Guzmán, para resguardar, clasificar y reescribir la documentación histórica del Poder Judicial estatal. “Es parte de la memoria, rescata cómo ha ido evolucionando la administración pública desde la época colonial hasta mediados del siglo XX”, dice Garrido Esquivel, jefe de departamento.

Pero antes de que naciera esta iniciativa fue necesario que los archivos tuvieran un proceso de rescate que empezó en los años 80 y culminó en 1998; no obstante, fue a partir de 2002 que se comenzó con la clasificación de los pliegos  para su consulta. Desde ese año, su sede  se estableció en la calle Hidalgo, pero  en próximas fechas se trasladará a la Ciudad de los Archivos.

De acuerdo con  Garrido Esquivel, la tarea de rescate no fue fácil, pues  los juzgados no tomaban el valor necesario a los documentos de importancia histórica, por lo que muchos fueron encontrados en casos severos de deterioro.

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Para conservarlos ahora se emplean   estantes de fierro, pues la madera propicia el deterioro y la invasión de termitas. Cada expediente se aísla en un folder libre de ácido para evitar el contacto entre distintos documentos, mismos que son limpiados con brochas especiales para retirar el polvo. Para su consulta se evita el uso de clips, grapas o broches. En tanto, los documentos más antiguos son consultados con guantes y cubreboca.

Sucesos bajo tinta

Entre las “joyas históricas” que se conservan en este archivo destaca el documento más antiguo del acervo, que data de  1545 y da cuenta de   una disputa de tierras entre Teozacoalco y Tlaxiaco, en la Mixteca, conflicto radicado en el juzgado de primera instancia de Teposcolula y que se resolvió dividiendo las tierras en litigio.

También figuran escritos de 1701 sobre el caso de los mártires de Cajonos, dos fiscales zapotecas que denunciaron actos de idolatría en la Sierra Norte y fueron asesinados, lo   que derivó en la beatificación de Juan Francisco y  Jacinto de los Ángeles, también  resguardado en este lugar.

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Cada mes, unas 600  personas consultan los  documentos, algunos en  lenguas indígenas que narran casos  sobre idolatría, amancebamiento, infanticidios, entre otros delitos. La mayoría de los visitantes, un 50%,  vienen de otros países, mientras que 40% son  del interior de la República  y sólo 2% son de la entidad. Quienes consultan la información, dice el personal del archivo, son investigadores, columnistas, especialistas en cuestiones legales y estudiantes.

Los delitos que desaparecieron

Garrido Esquivel puntualiza que hay notables diferencias en la constitución de un expediente legal que refiere a la época colonial, si se compara con  los actuales.

 Los cambios no sólo se limitan  a las diferentes tipografías, que mutaban con los siglos, o  la introducción de la máquina de escribir, sino principalmente con  los cambios en la legislación, pues  con el tiempo algunos delitos dejaron de existir.

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El representante del archivo indica, por ejemplo,  que en la Colonia se juzgaba a los oaxaqueños por delitos de pecado, como  idolatría o  adulterio, que fueron desapareciendo con el paso del tiempo. 

 “Lo que es más recurrente es la forma en la que se administra la justicia, en   cómo se llevaban a los condenados a purgar una condena”, señala al  explicar que en los documentos históricos se describe una parafernalia de los castigos.

“Si a alguien se le condenaba a azotes, se describe cómo se le sacaba de la cárcel, se montaba en un caballo  desnudo de la cintura para arriba, adelante de él un pregonero que iba manifestando el delito, paseando por las calles principales hasta llegar a la plaza pública. Para nosotros puede ser muy cruel... pero para la época no era más que intimidación, porque  la vergüenza pública era muy importante”, relata el representante del archivo.

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