Del probable "harakiri" de AMLO

Óscar Mario Beteta

Si Andrés Manuel López Obrador cree que ya resolvió la virtual candidatura de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, está equivocado. Por el contrario, abrió dos frentes arriesgados que podrían minar, e incluso anular sus expectativas políticas.

La encuesta secreta mediante la cual la delegada en Tlalpan, Claudia Sheinbaum, se entronizó como coordinadora de organización y segura candidata de su partido al gobierno de la CDMX, lejos de ser una solución ahora, es un problema que irá cobrando fuerza.

Porque aun cuando asuma que ahí se cerrará ese capítulo y que la brillante académica será investida sin más, estará marcada por las maniobras antidemocráticas y autoritarias de AMLO, quien contra viento y marea la ha llevado a la posición que tiene para el futuro.

Con todo y su prestigio personal, en el mejor de los casos, ella es copartícipe de la imposición del líder de Morena. Consentir un acto reprobable, ser partícipe en un hecho indebido, implica tener una parte de la responsabilidad.

Y eso, ya en campaña, seguramente le pesará. Previsiblemente, va a ser el lastre que se convertirá en críticas y ataques de todos los calibres para restar las amplias posibilidades de ganar, que en cualquier caso tiene.

Llegar deslegitimada por un proceso viciado y cuestionado, instrumentado por su mesías para competir por la segunda plaza política más importante después de la Presidencia de la República, en medio del asedio de todos cuantos quieren ocuparla, será una tarea muy dura, pero no insalvable.

Más allá de lo que AMLO pueda hacer por ella en ese trance, la ex secretaria de Medio Ambiente del Distrito Federal tendrá que poner en juego toda su capacidad y experiencia para evitar el disenso, probable producto de sus circunstancias, y luego una derrota, que en ningún caso es impensable.

El otro flanco que abrió el presidente de Morena con su decisión unipersonal de proyectar a Claudia Sheinbaum y la farsa de la encuesta de la que se valió para ello, es Ricardo Monreal Ávila, delegado en Cuauhtémoc.

El ex gobernador de Zacatecas no está nada contento con el mal manejo que todo mundo vio en el levantamiento demoscópico para designar a quien, de facto, es aspirante al máximo cargo político electivo de la capital del país.

Y no le falta razón, puesto que una veintena de muestreos previos al que sin duda ordenó, manipuló y autorizó el dos veces candidato presidencial le daban la delantera, en medio de las continuas versiones de que impulsaría a la delegada en Tlalpan, como finalmente ha ocurrido.

Sabedores del potencial político-electoral que tiene Monreal, el primer gobernador que dejó al PRI porque no lo quiso postular al gobierno de su estado natal, los demás partidos se frotan las manos y paladean babeantes la posibilidad de que les acepte el ofrecimiento de hacerlo su candidato al puesto que acaricia.

Y en eso, precisamente, es donde Andrés Manuel López Obrador, ciego y obstinado, se estaría jugando todo: para su partido y para sí mismo.

Porque si Monreal decide abandonar a su partido por la lealtad no correspondida que le tributa AMLO, de manera inmediata cualquier otro partido estaría encantado de hacerlo su abanderado. Y no es nada improbable que hasta se llegase a formar un frente, con el cual sería capaz de arrasar a los demás contendientes.

La sequía que sufren todos los partidos en cualquier lugar hace del ex senador un potencial ganador. Y si es respaldado de manera conjunta, no sólo alcanzaría el cargo en disputa, sino que empezaría a formar la plataforma para tratar de construir el máximo sueño que puede tener un político en México.

El paso previo que necesita dar para eso es una demostración de poder y en varias vertientes: frente a AMLO, a quien por dignidad de su parte y la traición de que lo ha hecho víctima, puede decir adiós sin cargos de conciencia personales ni reproches sociales; con respecto de la ciudadanía, a la que, con su lucha al margen e incluso contra el dueño de Morena, mantendría animada por una mayor participación, y ante el país, mirando por una mejor democracia.

En esas vertientes, el zacatecano sería un impulsor más determinante de esa forma de gobierno que su propio verdugo. Si tomara distancia de él, le haría un favor a México, librándolo del providencialismo-populismo obsesionado y obtuso del tabasqueño.

Haga lo que haga, su decisión tendrá un impacto que AMLO no calculó en la creencia de que puede hacer su arbitrio sin impedimento alguno.

Empero, esta vez ha producido una tormenta que muy probablemente lo lleve a la desaparición y el olvido.

SOTTO VOCE… Las características esenciales que en vísperas de su 5to Informe el presidente Enrique Peña Nieto considera debe tener el candidato del PRI a sucederlo: visión para conducir al Estado y prestigio, comenzarán a evaluarse cada día entre todos los aspirantes. Pero al elegido, en automático, le surgirán todas las virtudes. Es el presidencialismo... La votación que se dará en el Senado para que el doctor Raúl Cervantes Andrade pase de procurador a Fiscal General por nueve años, es previsible. Esa decisión es constitucional. Y con independencia de las críticas de la oposición, cumple con todos los requisitos que reclama la enorme responsabilidad de transformar y mejorar el sistema de procuración e incluso abonaría, con base en su amplio conocimiento, al de impartición de justicia.

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