El monstruo se va
Finalmente sucedió lo que ya se veía venir desde hace semanas: Donald Trump perdió la elección presidencial. Le guste o no, reconozca o no el triunfo de su adversario, va a dejar la Casa Blanca el 20 de enero de 2021. Tiene derecho al pataleo, pero eso no quita que fue derrotado por un buen margen.
Para los mexicanos, ese hecho debería de ser motivo de festejo. La relación con Estados Unidos es y será siempre profundamente complicada. México ha recibido pisoteos y maltratos de muchos gobiernos estadounidenses a lo largo de muchos años. Pero lo vivido en la era de Trump no tiene precedente reciente.
Van, como recordatorio, algunos de los hechos vividos desde 2015: -En el lanzamiento de su primera campaña presidencial, Donald Trump llamó a los migrantes mexicanos “violadores” y “asesinos” que llevaban crimen y drogas a Estados Unidos.
-Prometió construir un muro infranqueable a lo largo de los 3 mil kilómetros de frontera común y aseguró que obligaría a México a pagar por semejante disparate.
-Amenazó con decomisar el dinero de las remesas que los migrantes mexicanos envían a sus familias, como un mecanismo para que México pagase el muro fronterizo.
-Ya como presidente, estableció una política migratoria que incluía la separación de núcleos familiares. Como parte de la misma, niños mexicanos y centroamericanos fueron retenidos en jaulas.
-Socavó y casi destruyó DACA, el programa instaurado por el presidente Obama, para permitirle a los llamados Dreamers permanecer en Estados Unidos.
-Amagó con sacar unilateralmente a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y forzó una durísima renegociación que estuvo cerca de naufragar en varios momentos.
-Obligó, por la vía de un ultimátum comercial (la amenaza de imponer tarifas de 25% a todas las exportaciones mexicanas a EU), a que el gobierno de México endureciera su política migratoria y dedicara la cuarta parte de los elementos de la Guardia Nacional a contener flujos de migrantes centroamericanos.
-Provocó una crisis humanitaria en nuestras ciudades fronterizas, como resultado del programa Remain in Mexico, el cual obliga a miles de solicitantes de asilo a permanecer en nuestro país, sobreviviendo en condiciones infrahumanas y volviéndose blanco de las bandas criminales, en tanto las autoridades estadounidenses resuelven su petición. Esto, además, sin ningún tipo de compensación o apoyo económico para México.
-Coqueteó con la idea de incluir a una o varias bandas criminales mexicanas en la lista de organizaciones terroristas extranjeras que mantiene el Departamento de Estado, lo cual, entre otras cosas, hubiera limitado el acceso de México a asistencia económica tanto bilateral como multilateral.
-Construyó parte de su muro en tramos con ecosistemas frágiles, provocando daños ambientales posiblemente irreparables.
-En medio de la pandemia de Covid-19, culpó a México por el repunte de casos en su país, aseguró que el muro ofrecía una barrera protectora y afirmó (falsamente) que Tijuana era la ciudad con más personas infectadas en el mundo.
Esto es solo un recuento parcial de los agravios a México. A esto habría que añadirle los efectos que su retórica incendiaria ha tenido para los mexicanos y mexicanoamericanos en Estados Unidos. Según miles de testimonios, el miedo se ha vuelto la emoción dominante entre las comunidades mexicanas en ciudades estadounidenses: miedo a las autoridades, miedo a los grupos de odio que son parte integral de la base trumpista, miedo a los vecinos anglos.
Entonces no queda más que decir con júbilo mal contenido: adiós, Mr. Trump. Le aseguro que no lo extrañaremos.