Ecatepec, a tres meses de la masacre ni paz ni justicia
Tras masacre de 13 chontales no hay detenidos ni diálogo entre comunidades en pugna

Desde que Rufino Castro vio a varios hombres armados acercarse hasta sus tierras, presintió que no vendría nada bueno. Lentamente, comenzó a alejarse mientras que algunos de sus acompañantes iniciaron una discusión con ese grupo. El resultado fue desolador: Rufino es sobreviviente de una masacre que dejó 13 muertos.
Es la tarde del 16 de julio de 2018. No han pasado ni cinco minutos desde la llegada de los hombres armados cuando las detonaciones ya retumban entre los límites de Santa María Ecatepec y San Lucas Ixcotepec. Tras todo ese ruido, los cuerpos de 13 indígenas quedarán tendidos en medio del monte.
Horas después, los números de la masacre comenzarán a conocerse. Las víctimas son originarias de Santa María y los victimarios presuntamente son sus vecinos de San Lucas. Se trata, dirán autoridades, de una agresión orquestada por un conflicto agrario de hace más de 30 años, en el que se disputan 3 mil 660 hectáreas de tierra. Además de los muertos, el ataque dejará tres heridos de bala y 10 más, incluyendo a Rufino, lograrán huir.
A casi tres meses de la masacre, los días han transcurrido en esta comunidad de la Sierra Sur sin que haya ningún detenido por el multihomicidio, uno de los cinco que se han registrado de 2016 a la fecha por conflictos agrarios. Todos permanecen en la impunidad.
Emerge en la sierra
Santa María Ecatepec nació en 1613, fundado como el último municipio de la Sierra Sur, en la zona que colinda con el Istmo de Tehuantepec. Para llegar ahí, desde la capital, se necesita viajar cinco horas sobre la carretera federal 190, que luego se conecta con un camino que es 80% de terracería.
Aquí viven aproximadamente 580 chontales, quienes dedican sus horas al cultivo de maíz y maguey. Apenas 10 familias producen mezcal, otras se dedican al comercio y cerca de 90% de sus habitantes han emigrado a otras ciudades y a Estados Unidos.
El paisaje de Santa María Ecatepec lo componen puñados de casas en las pendientes de los cerros. La iglesia, que data de la época colonial, deja ver una enorme grieta, resultado de los sismos de septiembre de 2017. Lo demás es silencio, un silencio casi absoluto apenas rasgado por el ruido de los vehículos que intermitentemente circulan por la calle principal y por el viento que sacude los pinos de la sierra.
Nadie quiere hablar sobre lo ocurrido el 16 de julio. Las autoridades municipales aseguran que no pueden decir nada y piden que ni siquiera se mencionen sus nombres. Los miembros del Comisariado de Bienes Comunales argumentan que deben tener permiso para hablar y tampoco se puede platicar con los familiares de las víctimas si no es mediante la autorización de la autoridad agraria.
Pese a su coraza de silencio, las autoridades alcanzan a decir que en la comunidad prevalece el miedo desde la masacre, pero que es el enojo el que más crece entre los deudos de las víctimas, pues a casi tres meses el gobierno estatal no ha cumplido sus promesas: no ha llegado el apoyo a las familias, ni se ha capturado a los responsables del múltiple homicidio.
Insisten en no revelar nada que pueda comprometer las investigaciones que realiza la Fiscalía General del Estado, instancia que les aseguró el 8 de agosto, en la última reunión de seguimiento, que ya tiene avances.
Las actividades, mientras tanto, continúan “normales” en Santa María Ecatepec; sólo que la zona en conflicto, donde muchos tienen tierras de cultivo, se ha dejado de visitar por temor a una nueva agresión. La otra excepción es el centro de salud, que desde el ataque se quedó sin médico ni enfermeros, se fueron argumentando que no había condiciones de seguridad.
De acuerdo con información obtenida por EL UNIVERSAL unas horas antes de la masacre de Ecatepec, el conflicto que arrastraban estas comunidades no estaba considerado entre las 29 disputas agrarias consideradas de alto riesgo por la Junta de Conciliación Agraria, perteneciente a la Secretaría General de Gobierno (Segego).
Según esta dependencia, en toda la entidad existen al menos 364 pugnas territoriales activas, pero sólo 124 son atendidas en mesas de diálogo, donde ambas partes trabajan para lograr un acuerdo de conciliación.
Los sobrevivientes
Rufino camina alrededor de las 13 tumbas. El mausoleo improvisado inicia con los restos de Felipe Rodríguez y continúa con los de Romualdo Ramírez, Zeferino Ramírez, Abel Rodríguez, Luis Flores, Agustino Ramírez, Honoria Rodríguez, Magda Hernández, Edgardo Hernández, Valentín Ramírez, Daniel Flores, Rubicel Ramírez y Alfonso Garnica. Todos ellos asesinados la tarde del 16 de julio.
Desde el sepelio, Rufino acude ocasionalmente para realizar limpieza y para visitar a los muertos. Con una pala en la mano, recuerda que sobrevivió porque huyó hacia el bosque y se escondió a esperar la noche.
Esa mañana, dice Rufino, el grupo de 26 personas acudió a la parcela comunitaria —a unos ocho kilómetros de la población— para realizar limpieza. Casi al concluir la jornada, cerca de las cinco de la tarde, se desató el ataque. Dice que sus vecinos de San Lucas Ixcotepec sitiaron todas las salidas y la única opción que tuvieron fue correr de forma dispersa hacia los árboles.
Así lo hicieron los 13 sobrevivientes, de los cuales tres llevaban heridas de bala regadas en el cuerpo.
Uno de ellos, de estatura baja y cabello canoso, que se niega a que aparezca su nombre, dice que los sobrevivientes se ocultaron hasta esperar la noche, para poder emprender el regreso a pie hasta Santa María Ecatepec.
A casi tres meses, el hombre camina por la calle principal de Santa María, se detiene y toca su cadera, ahí continúa incrustada una bala calibre 22.
—Los médicos dijeron que no podían sacarla porque podrían hacerme más daño, asegura el hombre.
Sin cultivos ni ayuda
A cinco cuadras del palacio municipal de Ecatepec está la casa de Isabel Ramírez, a quien el 16 de julio le mataron a cuatro familiares, entre ellos su hijo Luis Flores, de 28 años. Otro de sus hijos, Rubén, aún tiene una bala en el pecho muy cerca del corazón.
El gobierno de Oaxaca, dice, sólo pagó la atención durante la emergencia; después, ellos han tenido que pagar las visitas al médico y los tratamientos. Además, se han quedado sin la mayoría de sus cultivos porque están dentro de la zona de conflicto y hasta ahora no han recibido ningún tipo de indemnización, como lo prometió el gobierno estatal
Comunidad sitiada
Al día siguiente de la masacre, autoridades de San Lucas Ixcotepec se dijeron también víctimas. Aseguraron que los siete comuneros respondieron a una agresión armada de sus vecinos de Ecatepec y responsabilizaron de la masacre al gobierno de Oaxaca.
Explicaron en un comunicado que en septiembre de 2016 se reavivó el conflicto entre las dos poblaciones, luego que habitantes de Santa María bloquearon el tránsito tanto a la ciudad de Oaxaca como al Istmo de Tehuantepec; bloqueos que se prolongaron hasta el pasado mayo.
“Durante estos casi dos años, se ha intentado resolver la situación por la vía legal. Desde las oficinas de conciliación del gobierno estatal se han convocado a mesas de diálogo a las autoridades agrarias de ambas comunidades, donde las autoridades de Ecatepec no asistieron a varias de ellas, como consta en minutas firmadas”.
Afirmaron que el día de la masacre fueron entre 30 y 40 comuneros de Santa María Ecatepec los que estaban dispersos en distintas partes del monte y que luego ingresaron al paraje El Madroño a correr a sus vecinos, para lo que accionaron sus armas de fuego “con disparos al aire y directamente hacia los comuneros de San Lucas, quienes corrieron al monte para poder defenderse del ataque”.
No obstante, la versión de San Lucas no menciona que, de acuerdo a los peritajes, ninguna de las 13 personas asesinadas portaba un arma de fuego. Por esa razón, autoridades municipales y agrarias de Santa María Ecatepec aseguran que se trató de una agresión armada y no de un enfrentamiento.
A casi tres meses de la masacre, ni habitantes ni autoridades de Santa María Ecatepec ni de San Lucas Ixcotepec han tenido avances hacía la restauración del diálogo ni se trabaja para alcanzar la pacificación.