Herencia de cal: madres poblanas del nixtamal

Por generaciones enteras han aprendido y perfeccionado este negocio en una comunidad donde su economía depende, principalmente, de dicha actividad y de la construcción

Estados 17/05/2019 09:00 Miriam Domínguez Santa María Coapan, Puebla Actualizada 09:02

La memoria ancestral perdura en el vaivén de ágiles manos y en el calor del fogón. Estas son tortillas, joyas de maíz que diariamente forjan las mujeres de la familia García de los Santos, en Santa María Coapan, municipio de Tehuacán.

Abuelas, madres, hermanas, hijas y nietas se dedican a la preparación y venta de tortillas. Por generaciones enteras han aprendido y perfeccionado este negocio en una comunidad donde su economía depende, principalmente, de dicha  actividad y de la construcción.

Aquí, desde los 20 años, Teresa Petra de los Santos García y su hermana Julia, dos años menor que ella, se dedicaron a preparar tortillas de maíz criollo, a mano limpia: en el metate, sobre un comal de barro y con leña. Aprendieron mirando a su madre, sólo mirando.

De ofrecer sus productos en el mercado y casa por casa, Teresa comenzó en 1957 a repartir tortillas en la Cafetería Peñafiel, pronto los dueños —la familia García Canán— abrieron otros tres negocios. Teresa surtía a todos ellos por 20 centavos la media docena.

Descalza y sorteando la tierra caliente, Teresa hizo cientos, miles de entregas. Su tenate, siempre lleno, albergaba aproximadamente 3 mil piezas. El regreso tampoco era fácil, ya que adquirían  hasta 20 kilogramos de granos para continuar con su producción diaria.

Al menos seis de los 11 hijos que Teresa procreó con Franco David García aprendieron los secretos para confeccionar el producto madre de la gastronomía nacional.

Mirar y emprender fue nuevamente la clave, pues estrictamente no existió un proceso de enseñanza, asegura su hija Aurelia Gertrudis.

En la década de los 80, Teresa decidió heredarle las prósperas ventas a Aurelia. Así, con 22 años y recién casada, tomó las riendas de un negocio demandante, que le exigía despertar a las dos de la mañana para moler el maíz nixtamalizado y cocinar la masa. Al igual que su madre, todos los días caminaba más de siete kilómetros para surtir a sus clientes desde las seis de la mañana.

Las enseñanzas de su padre, afirma Aurelia, también marcaron su rumbo y la concepción del trabajo en pareja: “Como decía mi papá: ‘nunca confíen en que les van a estar dando dinero. Deben de tener lo propio’. Debe de ser lo que yo trabajo y lo que tú trabajas. Así, los dos nos ayudamos”.

Legado del maíz

Actualmente, esta familia posee tres de los 26 molinos que existen en la comunidad, de aproximadamente 15 mil habitantes. Diversificaron sus negocios y la venta de comida y una tienda de abarrotes también forma parte de su patrimonio. Hoy la entrega de tortillas está en manos de Guadalupe Cortés Marcos, esposa de David Amador, uno de los hermanos de Aurelia.

Guadalupe disfruta su oficio por la flexibilidad que el horario matutino le otorga. El transformar pequeños granos en tesoros de nuestra cultura es un oficio que combina con su labor de madre: “Disfruto hacer tortillas, ya que en el día me da más tiempo para mis hijos, se van a la escuela, llegan y aquí estoy”.  

La dinámica de los García de los Santos es un ejemplo a gran escala de la cotidianidad que viven otros coapeños, pues se estima que 80% de las mujeres se enfocan en perpetuar este legado, mediante autoconsumo, la venta o el truque, mientras que los hombres se  dedican principalmente a la albañilería, como lo hizo Franco David, esposo de Teresa.

Y aunque ni Teresa, ni Julia, quienes dominan el náhuatl y el español, asistieron a la escuela, porque sus padres prefirieron apostarle a la educación de los varones, doña Tere terminó por romper los esquemas y  logró que cuatro de sus hijos, entre ellos dos mujeres, estudiaran carreras como enfermería, contaduría e ingeniería bioquímica.  

Más de 60 años han pasado desde que Teresa dejó el negocio; sin embargo,  los estragos de un trabajo  como el de su marido, sumado al cuidado de su casa, mermaron su salud, pero no su espíritu para seguir siendo la cabeza de esta familia.

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