Altares: trazan el camino de regreso

Las ofrendas oaxaqueñas se distinguen por todo el ritual que representa para las familias recibir a sus difuntos

Foto: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL
Estatal 01/11/2017 14:53 Yuridiana Sosa Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 15:00

En Oaxaca, dar la bienvenida a quienes murieron es particular en cada una de las ocho regiones para que los difuntos se sientan en casa como si nunca se hubieran ido: un altar con todos los alimentos, bebidas y hasta vestimenta que le gustaron en vida.

Diversos alimentos, especialmente los disfrutados en vida por el difunto, son colocados. Las fotografías del ser querido al que esperan  también forman parte del altar.

El recorrido

En la región de la Cuenca del Papaloapan, la colocación del altar es un rito familiar para el que se preparan desde  un año antes. En la comunidad de San José Chiltepec, por ejemplo, los habitantes crían los animales que sacrificarán para los alimentos del altar, al igual que siembran las flores a utilizar.

En sus altares  colocan palmas,  y flores de cempasúchil y  borla las que  llaman   “moco de pavo”. Al centro se ubica una sábana con imágenes religiosas. Por las características propias de la región se colocan  frutas como coco, plátanos, piña, caña, camotes, yuca, calabazas, papaya; no puede faltar  “el popo”, la bebida  tradicional.

En  los Valles Centrales, la instalación del altar se origina en los altares permanentes que las familias colocan a sus seres queridos desde que mueren. El 31 de octubre se inicia con el arreglo del altar especial donde colocarán pan, chocolate y frutas, pues se cree que a las 15 horas comienza el arribo de los “angelitos” o niños difuntos. La llegada de los adultos, se cree, es al día siguiente,  para quienes colocan mole, tamales y mezcal, ofrenda a la que se suman las recibidas de otros familiares.

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En la Sierra Norte es común encontrar a las familias armando el altar desde el 30 de octubre. Las flores son colocadas  a modo de alfombra, mientras que en las ofrendas resalta el mezcal  y los tamales de frijol.

En la región del Istmo de Tehuantepec, la festividad de muertos comienza desde el 29 de octubre con la instalación del altar, de la que existen dos variantes: la relacionada al inframundo llamada “Xandú Yaa” y  el que recibe por primera vez al fallecido, “Biguié”. Los zapotecas del Istmo no celebran a sus muertos el 1 y 2 de noviembre.

El altar común cuenta con siete o nueve escalones, con artículos y alimentos tradicionales de la región. El altar de “Biguié” es  dedicado a los recién fallecidos que llegan por primer año, este es el más loborioso y costoso, por lo que pocos familias lo hacen. Para dicho altar, además del común, se arma una caja tejida por carrizo, flores de la temporada de muertos y en la parte superior se coloca  una cruz que con aspecto de cabeza de jaguar. La familia deberá velar de nuevo a su difunto que llega por primera vez, por lo que la entrega de pan y tamales a los visitantes a la casa se repite como cuando se veló de cuerpo presente.

En región de la Costa, el pueblo negro festeja rodeado por misticismo y religiosidad, así como de danzas. Desde antes del 31 de octubre,  la gente va al monte por los bejucos para armar el altar que es adornado por flores tradicionales de muerto.

Además  del pan y los  dulces de fruta,  lo que  les distingue a  los altares  de otras regiones es colocar la vestimenta del difunto o difuntos que se están venerando, además de sus fotos.

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