Curar dolencias con plantas medicinales, alternativa pese a Cofepris
Desde hace 20 años, Isabel ya trabajaba con seis de las yerbas recién legalizadas
De las 18 yerbas medicinales que la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) acaba de liberar para su uso legal, la médica tradicional zapoteca Isabel Jiménez Salinas utiliza seis desde hace 20 años.
La autorización de dichas plantas se logró tras cuatro años de trabajo conjunto de la Cofepris con la Federación Nacional de la Industria Herbolaria, Medicina Alternativa, Tradicional y Naturista, pero desde hace más de dos décadas Isabel ya las empleaba para apaciguar las dolencias del cuerpo.
Para ello, la mujer de 43 años emplea una serie de ungüentos y gotas que ella aprendió a preparar gracias, primero, a los conocimientos de su abuela y después a un dispensario médico de la Diócesis de Tehuantepec.
Su pequeño consultorio lo tiene en el Callejón de Los Pescadores en Juchitán. Ella, además de ser médica tradicional, es una de las defensoras del territorio que se oponen a los proyectos eólicos, porque estos acapararon y destruyeron las zonas silvestres donde conseguía 90% de sus plantas medicinales.
“El proyecto eólico del parque Bii Hioxo destruyó las tierras donde se daban muchas de las yerbas en Juchitán, pone en riesgo que muchas plantas endémicas desaparezcan pronto. Ahora tengo que ir a comprar casi todas mis yerbas al estado de Chiapas o en los Valles Centrales de Oaxaca”, explica mientras verifica unas agujas coreanas en el rostro de una de sus pacientes.
Isabel sabe extraer el principio activo de más de 300 plantas medicinales, aunque no conoce sus nombres científicos, muchos los identifica con su nombre en zapoteco como la passiflora incarnata que ella llama pepe du’bi, que es el fruto rojo de un bejuco y que sirve para calmar los nervios y el insomnio.
En el pequeño cuarto que Isabel acondicionó como consultorio tiene una cama para dar masaje, una alacena repleta de ungüentos, pomadas, gotas y jarabes, todos con sus respectivos nombres. Además, tiene dos estantes con paquetes de yerbas embolsadas y con etiquetas que anuncian el mal que curan.
Isabel los enumera de memoria; zapote blanco, sorosa, árnica, cacahunanche, castaña de la india para la diarrea y el vómito, sorosa, mano de león, belaquí, cuachinalá, flor de corazón, pimienta gorda, tila, entre otras.
Otras de las yerbas que ella ya puede recetar de manera legal es la valeriana, que puede usarse para la epilepsia; uña de gato, que controla la diabetes; cola de caballo, que sirve para tratar el cálculo renal; jengibre, para la obesidad y la circulación, y la zarzaparrilla, para bajar los niveles del colesterol.
Con los años, perfeccionó los conocimientos sobre de las plantas a través de talleres, cursos y con monjas coreanas que han asistido a las iglesia católicas en el Istmo.
Para Isabel, las 18 yerbas medicinales liberadas por Cofepris “no son nada” en comparación a las miles existentes en México. “Todos los males se curan con plantas, en ellas hay mucha sabiduría y el conocimiento de toda nuestra gente”, apunta.