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La maestra artesana sostiene que la artesanía de hojalata fue exportada de aquí a San Miguel de Allende, en Guanajuato:

Al llegar la industria, los maestros artesanos perdieron mercado; dejaron de elaborar utensilios de cocina y se dedicaron a la juguetería. Después sus juguetes se quedaron sin compradores y recurrieron a los “santeros”, representaciones de santos de la Iglesia católica.
Los artesanos comenzaron a vender imágenes religiosas en ferias y festividades católicas en la ciudad de Oaxaca. Algunas las metían en un nicho de hojalata. Finalmente, comenzaron a crear artesanías, algunas de las cuales conllevan un valor religioso o representan alguna leyenda indígena.

“Cuando se elabora una pieza, debemos saber qué significado tiene”. Por ejemplo, los famosos corazones rojos a los que llaman “milagros”.
“Los milagros nacen porque dentro de la religión católica, antiguamente, nuestros familiares llevaban una piernita, un ojito, una cabecita al santo de nuestra devoción, a pedirle el favor que nos sanara y de ahí nace el milagro, que es de hoja de lata, porque en Catedral tenemos a lo que es el Señor del Rayo, que está forrado de corazones, le llevan el que es de espinas, el de lágrimas y el corazón, el feligrés decide si se lo lleva de cobre, de hoja de lata o hasta de oro. Por eso nace el milagro”.
Los habitantes tienen la creencia de que si una persona se encuentra con la serpiente y la atrapa con su tenate o rebozo, al llegar a su casa el animal se convierte en monedas de oro, pero condena a la persona a no volver a dormir en el pueblo.
Es por eso que cuando la serpiente aparece, también lo hacen los familiares que fallecieron convertidos en colibríes, para que con sus colores tornasol no permitan que la persona tome o atrape a la serpiente.

“Nosotros nunca hemos tenido lo que es apoyo ni de gobierno ni de ninguna institución turística, ahorita con la pandemia nos fue un poco mal porque decían que en el material se alojaba lo que es el virus, y la gente decía que prácticamente teníamos el nido aquí y que no podían tocarlo. Cuando iba a dar una exposición tenía que sanitizar la pieza para poder mostrarla. Nos afectó mucho”, dice Andrea Agüero.
Además, ninguna de sus piezas se vende en la ciudad de Oaxaca. La mayoría circula en otros estados del país y en países como Estados Unidos, Inglaterra y Colombia.

Al igual que en otros trabajos artesanales, las nuevas generaciones cada vez se interesan menos en aprender el oficio.
“Una de las situaciones por las que se han perdido los talleres es esa, las futuras generaciones que ya no les interesa continuar, porque no tenemos el apoyo turístico. Los hijos lo aprenden, pero no llegan a elaborar, prefieren buscar un empleo que les dará un sueldo seguro a esperar a que venga el turismo y te compre 200 pesos. En la casa vivimos 20 [personas], pero si subsistimos los 20 únicamente del taller, no podríamos salir adelante”.
“Se han perdido porque no hay apoyo por parte del gobierno y cuando uno pide apoyo, necesitas adherirte a un líder.