En el corazón de los Valles Centrales de , a unos 30 kilómetros de la capital, se encuentra , un pequeño municipio zapoteco del distrito de Tlacolula que guarda una de las tradiciones más antiguas y representativas de México: el tallado artesanal de piedra. De sus talleres surgen metates, molcajetes y figuras decorativas que, más que simples utensilios, son verdaderas piezas de identidad cultural.

El arte de la piedra: herencia viva de los Valles Centrales

Desde tiempos prehispánicos, los habitantes de esta región han trabajado la piedra como parte esencial de su vida cotidiana. En San Juan Teitipac, esta práctica se ha mantenido viva gracias al conocimiento transmitido de generación en generación. Las familias que se dedican al oficio extraen la materia prima de minas cercanas, donde seleccionan cuidadosamente cada roca antes de tallarla con cincel, martillo y paciencia.

A diferencia de los molcajetes elaborados con piedra volcánica en otras partes de México, las piezas de Teitipac se distinguen por el uso de una piedra más resistente y de desgaste lento, ideal para la molienda de alimentos. El resultado son utensilios duraderos que mantienen intacto el sabor de las preparaciones tradicionales como el mole, la salsa o el chocolate.

Foto: Spencer Museum of Art.
Foto: Spencer Museum of Art.

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Tradición que perdura entre manos oaxaqueñas

En este pueblo, la elaboración de molcajetes y metates sigue siendo una actividad fundamental. Aunque el número de talleres ha disminuido con el paso del tiempo, al rededor de 20 familias continúan practicando este arte que ha dado renombre a la comunidad. Cada pieza es el reflejo de una cosmovisión que une el trabajo con la tierra, la memoria familiar y el orgullo de mantener viva una tradición centenaria.

El proceso es completamente artesanal: la piedra se corta, se “destronca” y se labra hasta revelar su forma final. El toque final lo da el pulido, que deja la superficie suave al tacto y lista para su uso. Además de los utensilios domésticos, los talladores crean figuras decorativas —como animales, floreros o servilleteros— que combinan la estética zapoteca con el diseño contemporáneo.

Foto: Gobierno de México.
Foto: Gobierno de México.

Un pueblo construido “encima de la piedra”

El propio nombre del municipio tiene un significado profundamente ligado a su oficio. Teitipac proviene del náhuatl "tetl" o piedra e "icpac", cuyo significado es encima, es decir, “encima de la piedra”. Este origen refleja la relación simbólica que los habitantes mantienen con su entorno natural.

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Fundado alrededor del año mil 100 por el pueblo zapoteco bajo el nombre de , San Juan Teitipac ha sido desde sus orígenes un “palacio de piedra”, un espacio donde la materia mineral se convierte en arte, en historia y en sustento.

Durante la época colonial, el pueblo fue escenario de la construcción de un exconvento dominico del siglo XVI, una joya arquitectónica que aún conserva murales antiguos y que hoy es uno de los principales atractivos turísticos de la comunidad.

Foto: Archivo Parroquial San Juan Teitipac.
Foto: Archivo Parroquial San Juan Teitipac.

Fiestas, identidad y trabajo colectivo

Como la mayoría de las comunidades oaxaqueñas, San Juan Teitipac conserva un calendario festivo marcado por la fe y la tradición. La celebración principal se realiza el 24 de junio, en honor a San Juan Bautista, con misas, jaripeos, música, carreras de caballos y comidas comunales donde no falta el mole, el mezcal ni el tejate. También se celebran el y las festividades guadalupanas, manteniendo viva la organización comunitaria y el trabajo colectivo o tequio.

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Estas celebraciones fortalecen la cohesión del pueblo y son, al mismo tiempo, un escaparate para su riqueza cultural: en cada fiesta se exhiben las artesanías locales, se comparten los sabores tradicionales y se reafirman los lazos que unen a la comunidad con su pasado.

Foto: Facebook Eventos y bailes en el Estado de Oaxaca.
Foto: Facebook Eventos y bailes en el Estado de Oaxaca.

Molcajetes que cuentan historias

Cada molcajete o metate de San Juan Teitipac encierra más que una función práctica: es un símbolo del ingenio y la perseverancia de su gente. En muchas familias, regalar un metate en una boda sigue siendo una costumbre ancestral, un gesto que representa la continuidad del hogar y el respeto por las tradiciones.

En una época dominada por la tecnología y los utensilios modernos, los talleres de piedra de Teitipac resisten como guardianes de la memoria. Sus piezas se venden en mercados como el tianguis dominical de , uno de los más antiguos de Mesoamérica, y en ferias artesanales de la región, donde atraen tanto a visitantes nacionales como extranjeros.

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Visitar San Juan Teitipac es descubrir un pueblo donde cada piedra tallada cuenta una historia de esfuerzo, identidad y amor por la tierra.

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