En la historia de este soberano encuentran una explicación al fenómeno natural que en septiembre de 2011 hizo que la tierra se abriera, que brotara agua del subsuelo e inundara todo su pueblo, lo que los obligó a abandonar el lugar que habitaban ancestralmente.
Santiago Mitlatongo está ubicada en la región Mixteca, rodeada de sus montañas. Su nombre en lengua originaria es: Ñuu Andaya, que traducen al español como “pueblo del infierno”, mientras que el nombre Mitlatongo es una palabra náhuatl que lo traducen al español como “lugarcito de los muertos” o “lugar de los muertitos”.
El agente municipal, Samuel Gregorio López López, cuenta que los reyes de los señoríos cercanos y también sus hijos eran traídos hasta esta localidad para que aquí fueran enterrados.
El cansancio y la desesperación por no llegar a Santiago Tilantongo hicieron que el Rey Ocoñaña saliera a la superficie para saber qué estaba ocurriendo, su sorpresa fue darse cuenta que su amigo lo había engañado.
Algunos cuentan que el rey de San Pedro Tidaá, al enterarse, decidió no darle agua a ninguno de los dos reyes y desvió el curso del río fuera de Santiago Mitlatongo; otros dicen que fue el Rey Ocoñaña quien desvió el cauce subterráneo como castigo, haciendo un nudo en la punta del cerro para detener la corriente.
“Ésta fue la causa de que se formara una gran laguna debajo de Santiago Mitlatongo”, afirman algunos de sus habitantes.
Otros más dicen que la causa fue el agua que se acumuló en lo alto del cerro, donde se cree que hay cuevas y lagunas en el interior de esa montaña.
Por ello, relatan que los abuelos habían advertido desde mucho antes que algún día Santiago Mitlatongo se hundiría en agua, pero ellos imaginaban que caería desde la punta del cerro, “nunca que brotaría debajo de la tierra”.
Decepcionado de su amigo, el Rey Ocoñaña decidió volver a Santiago Tilantongo, mientras el Rey Le fue a pedirle a una sirena, que había sido “encantada con oro y plata”, que cuidara el agua de su pueblo y, como agradecimiento, ella podía vivir ahí. La sirena aceptó, con la condición de que no la dejara sola, por eso el Rey Le dispuso que un toro y un guajolote la cuidaran.
En las narraciones recientes, después del hundimiento de Santiago Mitlatongo a causa de una falla geológica, los pobladores explican que la comunidad tuvo un crecimiento en todos los ámbitos, pero se fueron olvidando del Rey Le, dejaron de llevarle ofrendas y de recordarlo como acostumbraban cada año.
Al sentirse abandonado, Le fue con la sirena y le pidió que soltara el agua poco a poco. Ella le pidió reconsiderar su decisión porque no debía castigar así a su pueblo; sin embargo, él ya lo había dispuesto de esa forma.
Entonces, la sirena que resguardaba el líquido comenzó a dejarlo salir y, conforme pasaba el tiempo, empezaron a ocurrir derrumbes, surgieron grietas en la tierra, hasta que el pueblo se hundió.
En el centro ceremonial del Rey Le los habitantes también han encontrado grandes ollas con grabados de la cultura mixteca. Hasta ahora, la gente sigue subiendo el cerro, como cada año, para llevarle ofrendas y pedir por ellos.