Entre matices, melodías solemnes, alegres y de respeto, músicos oaxaqueños honran la memoria de los difuntos de distintas familias que radican en la Ciudad de México desde hace 17 años y son originarios y descendientes de la comunidad de Villa Hidalgo Yalálag, en la Sierra Norte de Oaxaca, que decidieron asentarse en las periferias de esta urbe.

Los días 1 y 2 de noviembre, la banda Yalaltecos Unidos visita distintas casas en la colonia San Felipe de Jesús y Cuautepec Barrio Alto, en la alcaldía Gustavo A. Madero, barrios en los que viven los migrantes de la Sierra Norte de Oaxaca.

El primer día, la música resonó desde las seis de la tarde y culminó a las tres de la mañana, el segundo periodo terminó después del mediodía.

Con marchas fúnebres de Yalálag inició el repertorio de los ejecutantes en los domicilios de los descendientes zapotecas asentados en la metrópoli, que con seriedad escuchaban los sonidos que emitía la banda de viento acompañada con el olor a copal, pan de muerto, chocolate, fruta, mezcal, cerveza, mole, flores, caña, dulces, veladoras, fotografías y múltiples colores que ofrendan a sus seres queridos para honrar su memoria y recuerdo.

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Los pueblos mazatecos de la región Cañada son de los que conservan la mayor esencia  indígena en las fiestas de Día de Muertos, un periodo de 10 días en los que vuelven las almas y que consideran sagrados

Los contracantos son piezas que en vida disfrutaban los seres queridos, así como el tradicional jarabe yalalteco que se baila en la festividad de la comunidad, la diferencia es que se escuchan con solemnidad.

Los rezos acompañan a la banda, mientras al unísono los asistentes responden con cantos; la agrupación toca alrededor de una hora en cada domicilio.

A las 11:30 de la noche se tras-ladaron a Cuautepec para acompañar a las familias descendientes de Yalálag.

Como una forma de agradecimiento, las familias invitan café, pan y alimentos a los intérpretes que a través de la trompeta, clarinete, sax alto, tuba, tarolas, trombón y un tenor conforman una banda de viento tradicional.

Ezequiel Allende, uno de los integrantes de la agrupación, en entrevista con EL UNIVERSAL expresó: “Empezamos en 2006 con la finalidad de seguir conservando las tradiciones que nos heredaron nuestros antepasados, tocamos marchas fúnebres que son originarias de Yalálag, hacer música estos días es una forma de no perder las costumbres y tener una parte del pueblo aquí en la Ciudad de México”.

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Tras limpiar, arreglar y decorar con cempasúchil los sepulcros, las familias se alistan para pasar toda la noche y madrugada con las almas de sus seres queridos que regresan a la tierra, según las costumbres de los pueblos zapotecos

Luis Fabián recalcó por su lado que “tocar estos días me recuerda a la gente que quise, es una forma de honrar su memoria a través de la música”.

La banda autóctona de Yalálag, que se encuentra enclavada en el pueblo, recopiló la música para “todos santos” de la comunidad, en el disco denominado “canto triste”, que contiene 11 marchas fúnebres y una pieza de música sacra para despedir a los difuntos en 2016.

La Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas dice en el artículo 31 que los mismos tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural y sus conocimientos tradicionales, así como a proteger y desarrollar la propiedad intelectual de la cultura. El Inegi señala que en México existen 23.2 millones de personas de tres años y más que se autoidentifican como indígenas, lo que equivale a 19.4% de la población total de ese rango de edad.

 

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