Al caer la noche en Santa María Chilchotla hombres, mujeres, niños y niñas, se concentran en una de las viviendas ubicada en una de las partes altas de la comunidad. Salvador García llega en un mototaxi y desciende por las escaleras hacia el patio de la vivienda, saluda a cada una de las personas que se encuentra ahí y empieza su transformación en chajma cháxhoó: se viste con su ropa de manta blanca, se cuelga una mochila a la espalda, cubre su rostro con pañuelos rojos y se coloca una máscara de madera y un sombrero de bejuco.

Son poco más de las siete de la tarde y los músicos con su viruela, violines y tambor, encabezados por Aris Avendaño Escobedo, inician a interpretar los cantos rituales mazatecos, y los chajma cháxhoó – huehuentones en náhuatl – empiezan con su danza y también cantan. Es apenas un ensayo que se prolonga por alrededor de una hora y treinta minutos.

Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL

Cuando están a punto de dar las nueve de la noche emprenden el camino hacia al panteón municipal. Los cohetes revientan en el cielo oscuro y despejado. En el cementerio reanudan su música, cantos y danzas, para recibir a las personas que han fallecido y vuelven a la tierra de los vivos durante 10 días para convivir con sus familiares y recibir sus ofrendas.

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Después los chajma cháxhoó se dirigen a la iglesia donde repican las campanas, el último lugar del que fueron despedidos cuando fallecieron, luego al palacio municipal donde antiguamente se registraban al nacer, y finalmente se dirigen a diferentes viviendas de la comunidad donde son esperados por la familia, en donde repiten todo este ritual.

Mariposas y pajaritos

Para las familias de Santa María Chilchotla, las almas de los difuntos llegan desde el 29 de septiembre a través de mariposas y pajaritos. Aunque la apertura del camino entre el inframundo y la madre tierra ocurre casi un mes después, el 27 de octubre de cada año a las 12:00 horas del día.

“A partir del día 29 de septiembre empiezan a llegar las almas de nuestros fieles difuntos. ¿Cómo lo representan o cómo lo llegamos a saber o ver?, cuando empiezan a llegar las mariposas, vienen en forma de mariposa, en forma de colibríes y en la forma de un pajarito que canta muy bonito. O si estás viajando empiezan a atravesar alguno que otro pajarito en el camino y son señales de que pues ya empiezan a llegar”, dice Marcela Prado Escobedo.

Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
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En su casa espera la llegada de su mamá, su hermano y su hermanita, así como a sus abuelos y algunos tíos. El altar que ha colocado consiste en una mesa sobre la cual se levantan dos arcos de carrizo, uno en la parte posterior y otro en la parte de enfrente, sostenidos y unidos con un trozo de carrizo colocado perpendicularmente.

Cada uno de los arcos - que representan el nacimiento y la muerte, el portal de acceso al inframundo y la tierra - están cubiertos con 13 ramilletes de flores de cempasúchil y naranjas. Sobre la mesa están colocadas fotografías de los familiares que van a recibir, veladoras y algunas de las primeras ofrendas, entre alimento y bebidas, para sus seres queridos. En el altar destacan también 13 panes de muerto colgados y atravesados por un hilo, y que son la representación de los chajma cháxhoó o huehuentones.

Marcela Prado menciona que la fiesta de los fieles difuntos es la más importante de Santa María Chilchotla. Para ello, se preparan desde tres meses antes para recibir a sus seres queridos que ya han fallecido, con la elaboración de la pasta del mole y la elaboración de las velas de cera de miel de abeja; esto último, algo que realiza desde hace 15 años y que aprendió de su padre.

Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
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Los familiares que radican fuera de Santa María Chilchotla llegan a la fiesta dos o tres días antes y pueden quedarse hasta un mes para vivir estos días en los que llegan las ánimas a visitarlos.

El 27 de octubre empiezan a llegar las almas de los fieles difuntos y las primeras que cruzan el inframundo a la tierra son los ancestros de los mazatecos, las personas que fallecieron hace cientos de años. Después llegan los niños y niñas, y finalmente los adultos. El 29 de octubre, se coloca en el altar un vaso de agua para que beban sus seres queridos tras un largo viaje. En cada unas de las casas, además, antes de consumir cualquier alimento, primero se ofrece a sus muertos la comida poniéndola sobre el altar.

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“Porque ellos están ahí, ellos también tienen que consumir lo que nosotros estamos consumiendo. Primero a ellos y después nosotros. Siempre primero ellos y después nosotros y pues así todos los días, que no se nos olvida que están con nosotros.

“Empiezan a llegar los niños, que son los ángeles, son los más limpios, los más puros y de ahí vienen, ahora sí, los adultos mayores, jóvenes, señores, señoras, ancianos y de repente ves y ya están porque se posó en el brazo un pajarito o una mariposa, o en la cabeza, y es señal de que ya están acá con nosotros. Esta es la fiesta más grande de los chilchotlecos porque esta fiesta con ninguna se compara, con ninguna, esta es la más grande y la esperamos con muchas ansias”.

Los chajma cháxhoó

Cada año, cuando empiezan las festividades de muertos en esta comunidad de la Sierra Mazateca, hombres, mujeres y niños, se transforman en huehuentones para prestar sus cuerpos a las ánimas que regresan a la tierra, y de esta manera puedan estar físicamente, disfrutar de la fiesta, las bebidas y los alimentos que se han preparado para ellos en ofrenda.

Para esta transformación, usan una máscara tallada en madera y que refleja el rostro de una persona anciana o viejita: huehuentones es una palabra náhuatl que significa viejo; pero en mazateco se refieren a ellos como chajma cháxhoó, que significa “hombres del ombligo”. Su vestimenta es de manta, lo que anteriormente usaban los indígenas mazatecos, y un cotón – prenda de abrigo tradicional de la región –, un sombrero con una prolongada y delgada copa que representa el cordón umbilical que une a la madre tierra y al inframundo, y que es el camino que siguen los difuntos. Y finalmente, una mochila como elemento distintivo de los indígenas mazatecos como representación del canasto que colgaba sobre los campesinos mazatecos en la que cargaban sobre espalda la cosecha del café.

Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
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Cerca de la medianoche del 27 de octubre, Carmela Dorantes a los chajma cháxhoó en su casa; cuando terminan de cantar y bailar, les ofrece bebidas entre refresco y curados de aguardiente. Carmela recibe a los diferentes grupos de huehuentones y en este primer día únicamente ofrece bebidas; dos o tres días después, invita a los huehuentones a su casa y es cuando les comparte alimentos.

Ella espera a su esposo Bernardino Eusebio, quien murió joven hace aproximadamente cuatro años, a la edad de 44 años, y al padre de su esposo. “Esta es nuestra costumbre”, dice, “y tenemos que respetarlo”.

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