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Este año, el festival seleccionó a cuatro proyectos de entre más de 80 aspirantes, incluido el de estos dos oaxaqueños: Itandehui Jansen y Armando Bautista, originarios de la región Mixteca.
La idea surgió hace ocho años, cuentan los realizadores, quienes se han dedicado a explorar los caminos del cine desde la óptica de los pueblos originarios y que tras obras como Tiempo de Lluvia, ópera prima de Jansen, se sentían listos para recurrir a los códices de este pueblo de la lluvia.
Ambos, explican, saben que estos documentos prehispánicos son de gran relevancia para el patrimonio mixteco, por lo que durante todos esos años acariciaron la idea de tomarlos como fuentes de inspiración para contar una historia que diera voz a este pueblo, desde la mirada de dos de sus hijos.
Sin embargo, apunta la pareja, estaban conscientes que para poder hacerlo, el filme resultante tendría que ser hablado en esta lengua, por lo que durante varios años acariciaron la idea, hasta que conocieron al director Nicolás Rojas, también originario de esta región de Oaxaca y ganador de un premio Ariel por su cortometraje “Música para después de dormir” y con quien completaron el equipo para comenzar.
“Si uno pertenece a la cultura mixteca, tarde o temprano va a surgir esa inquietud por los códices, porque son documentos únicos, muy bonitos, que narran la historia de este pueblo”, dice Itandehui en entrevista con EL UNIVERSAL.
La pieza elegida para aventurarse en este proyecto, que sería hablado tanto en la lengua materna de Armando, uno de los escritores del guión junto con Itandehui, como de Nicolás, fue el Códice Tonindeye, que tiene dos lados pintados, se encuentra en el Museo Británico y también es conocido como Códice Zouche-Nuttall o simplemente Nuttall.
En realidad, cuentan, no hay datos sobre cómo el códice llegó a ese convento, pero señalan que es probable que fuera a través de un padre de la orden dominicana, ya que estos fueron los misioneros principales de la región Mixteca.

Posteriormente, el político inglés envió el códice a su amigo el coleccionista Robert Curzon, Lord Zouche, quien lo heredó a su hijo. Éste, a su vez, lo prestó al Museo Británico y fue su hermana y heredera, Darea, quien lo dejó definitivamente en esta institución cuando murió en 1917. Ahí ha estado desde entonces.
“No es el tipo de película que quería hacer. No tenía tanta pasión por un proyecto que tratara de guerra, conquista o violencia”, confiesa la guionista.
Como resultado, los cineastas eligieron como personaje principal a una joven cuya historia apenas se menciona en las dinastías plasmadas en el códice, pero que en la cinta intenta averiguar quién asesinó a un familiar cercano en el pasado, para lo cual sólo tiene un pedazo de códice que encontró.
“Los códices son preciosos y espectaculares, pero quedan muy pocos de los que hubo, se quemaron, la conquista los destruyó. Por eso la protagonista hace lo que he visto hacer a mi padre y a los historiadores: reconstruir cosas, con base en poca información, con un pedacito de puzzle”, reflexiona.
Armando explica que al inspirarse en esta época y en el contexto narrado de enfrentamientos entre dinastías plasmado en el códice, la cinta será ambientada a mediados del Siglo XII, por lo que la lengua jugará un papel primordial en la historia del personaje, que conecta con su pasado y su futuro.

“Es una situación propia de lo que somos como indígenas. Cómo nos vemos hacia atrás y hacia adelante. Es mucha responsabilidad, vamos a tener voz para contar en el medio cinematográfico una historia de muchos, por eso lo pensamos tanto”, dice Armando.
Por el momento, Itandehui y Armando cuentan con el guión y faltan varios años para concretar la cinta, pero saben que será un privilegio lograrlo.
“Estoy feliz por mostrar mi lengua, es lo que soy, expreso mi mundo, pero detrás de todos eso hay mucho dolor porque ha habido una historia colonial de segregación. Cada que mostramos una palabra, es como decir aquí seguimos”, agrega Amando.
“Una vez que entra el mixteco cambia todo, como que comienza a vivir más el guion, porque al final es la lengua que se va a hablar. Antes lo estas viendo de lejos, cuando se retraduce, lo vamos mejorando y queda más vivo, más solido, más fuerte, pero para eso Armando tiene que reescribir los diálogos en mixteco”, señala Itandehui.
Armando, cuya lengua materna es precisamente el mixteco, describe este procesos de reescritura como “un ir y venir”, donde se determinará la variante de esta lengua en la que finalmente se hablará la película, y que arrojará “un guion sólido que ya se pueda proponer a producción, para competir por recursos”.
En este proceso los cineastas oaxaqueños contarán con mentorías de una asesora profesional que ha colaborado con Netflix y en el mismo festival, algo valioso porque explican que el proceso de escritura de un guion en una lengua originaria es por completo distinto al de cualquier otra.
“No es algo que le puedes decir a cualquier asesor. La idea de estar en un espacio indígena donde todos sufren las mismas cuestiones como” escribo desde mi lengua, pero también desde una lengua que al final es colonizadora.
Todo el trauma y dolor que puede implicar no es algo que se pueda hablar en cualquier espacio o taller de guion, aquí todos comprenden de lo que estamos hablando, ese ir y venir”, destaca.
Los creadores están convencidos que este proyecto es una oportunidad para no sólo hacer películas sobre las lenguas o los pueblos originarios, sino que se cuenten desde su propia voz.
“Mostrar la lengua es una conciencia de resistencia, esto es una oportunidad de nosotros, como mixtecos, de hacer un proyecto basándonos en un documento tan importante como es el Códice Tonindeye, es un caso único. Creemos en el proyecto y queremos crear los cimientos de que también se pueden hacer más cosas, desde nosotros, con una narrativa propia, crear y apoderarnos de las herramientas del cine”, finalizan.