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Sonia se desliza con naturalidad entre cuerpos que, como el de ella, sirven como lienzos y muestran trazos en colores brillantes. Los hay turgentes, fornidos, voluptuosos y delgados. También morenos y blancos, grandes y pequeños. No hay diferencias entre ellos, pues los hermana ese deseo de despojarse de prejuicios.
“Este año decidí que quería conocer el festival, ya al estar aquí te sientes con esa libertad, te dan ganas porque no te sientes juzgada ni observada, eres libre”, reflexiona Sonia cuando se le pregunta qué la animó a conocer Zipolite.
“Todavía no llegamos a que sea 50 %y 50%, sólo en algunas ocasiones, pero ya tenemos un 40% de asistencia femenina. Hemos logrado que se empoderen mayor cantidad de mujeres de todas las edades y hasta en las actividades que se hacen en los diferentes estados se ha visto esa constante”, dice sobre el avance, uno muy significativo si se toma en cuenta que en los inicios del festival la participación de mujeres apenas llegaba al 25% y eran los varones los que hacían suyo este espacio.
“Venimos jóvenes, abuelitas, gorditas, chaparras, morenitas, hay de todo tipo de cuerpos y el chiste es que se reconozcan”.
Para los organizadores una de las claves de esta tendencia es el esfuerzo de separar y desligar el nudismo de lo sexual, pues afirman que se trata de una práctica social y hasta familiar, por lo cual las mujeres se sienten seguras e incluso impulsan espacios sólo para ellas. “Al estar en igualdad de condiciones se pierde ese miedo y se sienten emparedadas, pues saben que no están solas y están rompiendo muchos tabúes”, dice Aguilar Ruvalcaba.
“El mayor temor es la comparación, pero se dan cuenta que aquí no tenemos estereotipos. Quien venga buscando al nudismo 90, 60,90 se van a decepcionar”, agrega.
Sonia está de acuerdo. La sonorense afirma que en ningún momento se ha sentido acosada y está convencida que en el nudismo no hay lugar para el morbo, pues es algo natural.
“Pensé que iba a ser un tabú completamente porque lo tenemos marcado, pero ya estando aquí es demasiado sencillo, te sientes libre. En ningún momento desde que llegué he sentido esa mirada de morbo o acoso, para nada”, reitera.

Aunque Mercedes y los demás organizadores recalcan el aumento de la participación de mujeres jóvenes, dejan claro que esto es un trabajo de años, un camino andado por quienes abrieron esta posibiidad. “En el nudismo hay muchas adultas mayores, esta generación fue un parteaguas, nos revelamos contra todas las tradiciones y cultura que traíamos y eso es lo que les estamos transmitiendo a las hijas y a las nietas, pero de que nos costó trabajo, no se imaginan todo lo que nos costó luchar para llegar a este momento”.
Mercedes sabe de lo que habla. A sus 66 años cuenta que lleva ocho años desde que comenzó a practicar el nudismo y aunque en un inicio enfrentó el rechazo de su familia, poco a poco ha logrado la aceptación y hasta motivar a otras. “Soy una loquilla bisabuela, siempre he estado con la menor ropa posible. Fui la pionera y ahora la que me sigue es una de mis nietas; uno de mis hijos está dispuesto a probar pero los otros no y mi madre casi me excomulga”, cuenta.
