Los sin nombre, almas de la fosa común que nadie llama

El panteón municipal de Juchitán albergó cuerpos de migrantes rescatados. A la fecha 14 más no han sido identificados; y se piensa que son entes en pena

Municipios 05/11/2019 05:30 Roselia Chaca Actualizada 16:09

El viento del norte sopla a todo lo que da sobre un terreno plano cercado. Restos de plástico vuelan y se desprenden de un basurero a cielo abierto colocado a un costado de este espacio en abandono, donde el olor no deja dudas de que se trata de un nuevo panteón.

A pesar de ello,  nadie ha protestado por el olvido que se percibe en este lugar ni por  la pestilencia que se respira. No lo han hecho, pues nadie visita las 14 tumbas que ocupan una pequeña fracción del lugar, una después de la otra.

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No hay lápida, no hay cruces, ni flores, mucho menos nombres. Sólos 14 montículos de tierra, que con el tiempo se fundieron en uno sólo y casi se ocultan por la maleza, la única prueba de vida en este fracción de tierra para la muerte.

Estos sin nombres son los primeros huéspedes del nuevo panteón municipal de Juchitán, una ciudad zapoteca reconocida a nivel internacional por su culto a los muertos, como el Xandu’,  y cuyos habitantes se niegan  a depositar los restos de sus familiares  en este sitio, por la lejanía y el abandono que existe en la zona.

Estos cuerpos no fueron reclamados por nadie durante casi cuatro años, algunos hasta 10, que estuvieron en refrigeración, por lo que la Vicefiscalía Regional del Istmo, adscrita a la Fiscalía General de Oaxaca, decidió darles sepultura para utilizar los espacios.

Fue  así que estos cuerpos olvidados se fueron a la fosa común, desprendiéndose de su  identidad para fundirse en  el anonimato y descansar en sus brazos.

El único gesto de compasión para estos sin nombre vino de una funeraria de la ciudad, establecimiento que donó los cajones para que por lo menos recibieran un sepelio digno.

Siguiendo el protocolo para estos casos, la Vicefiscalía enumeró los ataúdes y colocó junto a cada cuerpo los legajos de investigaciones sobre las causas de sus muertes, para que en el momento de que alguien los reclame puedan ser exhumados e identificados.

Se trata de un lujo si se recuerda que hace menos de un mes, una osamenta con un cráneo blanquísimo, “asoleándose” en el techo de la Agencia Estatal de Investigaciones de esta dependencia, puso en duda la forma en la que se manejan los restos humanos a su cargo.

Memorial para ellos

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A 100 metros de este panteón ignorado y rechazado, sólo cruzando la carretera, se ubica el panteón principal de Juchitán, denominado Domingo de Ramos. Detrás de sus  barda perimetral, también está un área  enmontada y que sirve como basurero clandestino. Fue ahí donde  una organización civil levantó  un memorial para migrantes muertos, aquellos que nunca volvieron a casa.

Se eligió ese sitio porque  en  2007 ahí fueron sepultados 11 centroamericanos que murieron ahogados en la costa  huave, donde se asientan los pueblos Del Mar.

“A ellos  nadie los llama, nadie los espera; todos los que están en la fosa común vagan por siempre” 

Durante ocho años, entre 2007 y 2015, en el lugar la Vicefiscalía sepultó al menos a 15 personas no identificadas, pero conforme fueron pasando los años a los huesos se les puso nombre y, tras ser reconocidos, fueron repatriados a sus países de origen: Guatemala, El Salvador, Honduras y Perú.

Según las autoridades, actualmente no queda ningún cuerpo sin reclamar en el lugar, pero aún se pueden ver en la pared las inscripciones de nueve legajos de investigaciones del Ministerio Público.

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Para la rezadora zapoteca Jacinta Salinas, aunque estén sepultados en estas tierras zapotecas, a esas almas sin nombre que penan en el inframundo nadie los llama en estos días de Xandu’.

“Aquí llamamos a nuestros muertos con rezos, ellos, allá, cuando escuchan su nombre, tienen el permiso de bajar y estar con los vivos, pero estos pobres nadie los llama, nadie los espera;  todos los que están en la fosa común vagan por siempre”.

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