Saide es madre de sus hermanos desde hace 15 años. Su juventud transcurrió entre su meta de ser profesionista y la de criar a sus dos hermanos menores ante la ausencia física de sus padres, ambos migrantes.
Ella no ha escuchado de Dan y Zael decirle mamá, pero siente y vive el reconocimiento de ambos por desempeñar el rol que asumió a los 20 años, cuando aún iba a la universidad.
Compartir la maternidad a distancia fue difícil: “Mi mamá es como el padre, que nos provee de un ingreso y yo como la madre, al ser responsable de todo lo que ocurre en casa”, dice la joven de 35 años.
El IOAM revela que la migración en las mujeres está relacionada con escapar de la violencia doméstica y del crimen organizado, así como para encontrar un empleo mejor remunerado que en México, como fue en el caso de Esther, quien a través de múltiples empleos, como niñera o intendente, logró que sus dos hijos mayores concluyeran sus estudios.
Su tiempo como mamá no le ha permitido mantener una relación sentimental con alguien. La prioridad son sus hermanos, pues entendió que debía darle cuentas a su madre.
Saide hoy se siente orgullosa que al regreso de su mamá encuentre dos hijos profesionistas y uno a punto de serlo: “Siento y comparto las emociones como cualquier otra mamá sobre la crianza de un hijo... lo hago con amor y no tengo nada que reprochar”, afirma.