Irma Pineda, la poeta que lleva la voz zapoteca a la ONU

Originaria de Juchitán, donde prefiere vivir para estar cerca de su ombligo y del mar, considera que publicar ahora es más fácil que hace 10 años porque las plataformas sociales han permitido el acceso, las revistas y los libros virtuales también, por lo que muchos prefieren esos espacios que los acercan a todo público

Foto: Especial
Municipios 12/05/2019 12:00 Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 12:02

Irma Pineda  recuerda que desde los cuatro años  inventaba poemas a la luna y las estrellas. Su primer trabajo lo vio impreso a  los 11 años, cuando Amnistía Internacional  publicó en su gaceta  un poema  dedicado a su padre, titulado “La Espera”.   Desde entonces,   mucho ha escrito  y poco ha publicado. “Publico lo que no me avergüenza”,  ha dicho infinidad de veces.

Su padre. Conocida como  Irma Yodo, la poeta  es de muchas palabras, “demasiadas”, dicen sus amigos, pero  todas callan    cuando habla  de Víctor Pineda  Henestrosa “Víctor Yodo”,  su padre: secuestrado y desaparecido   el 11 de julio de 1978   por elementos del  Onceavo Batallón  de Infantería  del Ejército Mexicano.

 En realidad, son  muy pocos los   poemas  que refieren  a su padre, salvo éste que guarda en su computadora:
                                          “Mira mis ojos padre
                                           que cansados están 
                                           de lloverte flores 
                                           para ninguna tumba”. 
 

“Mi padre  fue el primero que me vinculó a los libros, a través  de las lecturas que hacía para  mí cuando  no sabía leer. Cuando lo desaparecen y  con su ausencia  empiezo a inventar  poemas a la luna. Ese  sentimiento   de   encontrar su voz en los poemas que  solía leerme me llevó  a leer  más. De ahí  vino mi enamoramiento por la poesía y  también  empecé a escribir”, relata Irma.

Los primeros poemas que su padre le leyó pertenecían  a autores de la  Generación del 37,    como  Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, entre otros,  quienes  además  de escribir  sobre el amor, la vida y la  naturaleza, escribían sobre la crisis social que veían. 
“Después de la desaparición de mi padre retomé las lecturas de estos poetas,  entonces entendí que la poesía  no es sólo un medio para expresar sentimientos, que los versos  también son un vehículo que sirven   para denunciar”, destaca.

Su abuela.  “Doliente, anciana, frágil, acabada por el hijo desaparecido, con el aliento en vilo”, así recuerda  Irma a su abuela China Yodo. 
Las fotos de la abuela la obligan a no  olvidar el dolor reflejado en los ojos y los pliegues de su  rostro. Murió de enfisema pulmonar cuando la poeta tenía 11  años. Los pulmones colapsaron por el humo acumulado: para mantener a sus hijos  se dedicó  al oficio de panadera.

“La recuerdo como  aparece en  los fotos de los libros, muy anciana y  con su figura doliente, la que murió buscando  a su hijo. Su sepelio  parecía un mitin. No olvido esas huelgas de hambre con mi madre en la catedral de la Ciudad de México. También tengo  el recuerdo de sus cuentos   ‘Conejo y Coyote’, narrados a mi hermano y a mí mientras nos mecía en la hamaca. Fue una mujer dulce que se le fue la vida en la búsqueda de su hijo”.

Originaria de Juchitán,  donde prefiere vivir para estar cerca de su ombligo y del mar, considera que publicar ahora es más fácil que hace 10 años porque las plataformas sociales han permitido el acceso, las revistas y los libros virtuales también, por lo que muchos prefieren esos espacios que los acercan a todo público.
Dice que  arriesgarse a publicar un libro  en papel requiere de mucha paciencia, pero  Irma siempre le apuesta a esa tradicional alternativa. En el caso de su  libro Naxiña Rului’ Ladxe’(Rojo Deseo), la primera  de una trilogía sobre colores del alma (Rojo Deseo, Azul Anhelo, Verde Quiero) le tomó  un año escribirlo, más otro en la preparación editorial.

La también profesora en la Universidad Pedagógica Nacional  en la unidad 203-Istmo es optimista por la situación de su lengua madre, el zapoteco, aunque estadísticamente los números no son alentadores por la pérdida en niños, el esfuerzo que hacen escritores, lingüistas, organismos, instituciones, maestros y gobierno está dando frutos, pequeños, pero son buenos frutos.

Ahora, esta poeta zapoteca será la primera mexicana integrante del   Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas  2020-2022 ante la ONU. Y desde ahí seguirá su historia desbordada de letras.

Compitió junto con dos mujeres de Sudamérica para representar a los pueblos indígenas de México, América Latina y el Caribe ante la ONU.  Su  agenda de trabajo   estará orientada al fortalecimiento y difusión de las lenguas originarias, promover los derechos de las mujeres indígenas,  impulsar el respeto a  los derechos colectivos de los pueblos y   el reconocimiento de saberes ancestrales.

Es autora de varios libros de poesía bilingüe (zapoteco-español), ha sido becaria del FONCA. Su obra traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, serbio y ruso aparece en diversas antologías de América y Europa.
 

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