Irma Pineda, la poeta que lleva la voz zapoteca a la ONU
Originaria de Juchitán, donde prefiere vivir para estar cerca de su ombligo y del mar, considera que publicar ahora es más fácil que hace 10 años porque las plataformas sociales han permitido el acceso, las revistas y los libros virtuales también, por lo que muchos prefieren esos espacios que los acercan a todo público
Irma Pineda recuerda que desde los cuatro años inventaba poemas a la luna y las estrellas. Su primer trabajo lo vio impreso a los 11 años, cuando Amnistía Internacional publicó en su gaceta un poema dedicado a su padre, titulado “La Espera”. Desde entonces, mucho ha escrito y poco ha publicado. “Publico lo que no me avergüenza”, ha dicho infinidad de veces.
Su padre. Conocida como Irma Yodo, la poeta es de muchas palabras, “demasiadas”, dicen sus amigos, pero todas callan cuando habla de Víctor Pineda Henestrosa “Víctor Yodo”, su padre: secuestrado y desaparecido el 11 de julio de 1978 por elementos del Onceavo Batallón de Infantería del Ejército Mexicano.
En realidad, son muy pocos los poemas que refieren a su padre, salvo éste que guarda en su computadora:
“Mira mis ojos padre
que cansados están
de lloverte flores
para ninguna tumba”.
“Mi padre fue el primero que me vinculó a los libros, a través de las lecturas que hacía para mí cuando no sabía leer. Cuando lo desaparecen y con su ausencia empiezo a inventar poemas a la luna. Ese sentimiento de encontrar su voz en los poemas que solía leerme me llevó a leer más. De ahí vino mi enamoramiento por la poesía y también empecé a escribir”, relata Irma.
Los primeros poemas que su padre le leyó pertenecían a autores de la Generación del 37, como Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, entre otros, quienes además de escribir sobre el amor, la vida y la naturaleza, escribían sobre la crisis social que veían.
“Después de la desaparición de mi padre retomé las lecturas de estos poetas, entonces entendí que la poesía no es sólo un medio para expresar sentimientos, que los versos también son un vehículo que sirven para denunciar”, destaca.
Su abuela. “Doliente, anciana, frágil, acabada por el hijo desaparecido, con el aliento en vilo”, así recuerda Irma a su abuela China Yodo.
Las fotos de la abuela la obligan a no olvidar el dolor reflejado en los ojos y los pliegues de su rostro. Murió de enfisema pulmonar cuando la poeta tenía 11 años. Los pulmones colapsaron por el humo acumulado: para mantener a sus hijos se dedicó al oficio de panadera.
“La recuerdo como aparece en los fotos de los libros, muy anciana y con su figura doliente, la que murió buscando a su hijo. Su sepelio parecía un mitin. No olvido esas huelgas de hambre con mi madre en la catedral de la Ciudad de México. También tengo el recuerdo de sus cuentos ‘Conejo y Coyote’, narrados a mi hermano y a mí mientras nos mecía en la hamaca. Fue una mujer dulce que se le fue la vida en la búsqueda de su hijo”.
Originaria de Juchitán, donde prefiere vivir para estar cerca de su ombligo y del mar, considera que publicar ahora es más fácil que hace 10 años porque las plataformas sociales han permitido el acceso, las revistas y los libros virtuales también, por lo que muchos prefieren esos espacios que los acercan a todo público.
Dice que arriesgarse a publicar un libro en papel requiere de mucha paciencia, pero Irma siempre le apuesta a esa tradicional alternativa. En el caso de su libro Naxiña Rului’ Ladxe’(Rojo Deseo), la primera de una trilogía sobre colores del alma (Rojo Deseo, Azul Anhelo, Verde Quiero) le tomó un año escribirlo, más otro en la preparación editorial.
La también profesora en la Universidad Pedagógica Nacional en la unidad 203-Istmo es optimista por la situación de su lengua madre, el zapoteco, aunque estadísticamente los números no son alentadores por la pérdida en niños, el esfuerzo que hacen escritores, lingüistas, organismos, instituciones, maestros y gobierno está dando frutos, pequeños, pero son buenos frutos.
Ahora, esta poeta zapoteca será la primera mexicana integrante del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas 2020-2022 ante la ONU. Y desde ahí seguirá su historia desbordada de letras.
Compitió junto con dos mujeres de Sudamérica para representar a los pueblos indígenas de México, América Latina y el Caribe ante la ONU. Su agenda de trabajo estará orientada al fortalecimiento y difusión de las lenguas originarias, promover los derechos de las mujeres indígenas, impulsar el respeto a los derechos colectivos de los pueblos y el reconocimiento de saberes ancestrales.
Es autora de varios libros de poesía bilingüe (zapoteco-español), ha sido becaria del FONCA. Su obra traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, serbio y ruso aparece en diversas antologías de América y Europa.