En esta escuela no dejan morir la cultura mazateca
Estudiantes y docentes asisten con la vestimenta tradicional los miércoles. Ancianos de la comunidad participan para fortalecer el uso de la lengua
Una ola de listones rosados y azules ilumina el área. Al centro de una cancha deportiva se forma una fila de pequeños bailarines: las niñas, ataviadas con su huipil de vistosos bordados y formas, dan un pacito para atrás y otro para adelante; los niños, con su camisa y calzón de manta, las siguen al ritmo.
De una bocina brota una melodia alegre y concida, es la Flor de Naranjo (Naxo loxa), el son de la cañada, que bailaban los abuelos, sobre todo en días de fiesta, y que ahora es herencia para los nietos, bisnietos y quienes sigan.
Desde hace nueve años, el preescolar Naxo Cafe (Flor de café) implementa en ese municipio mazateco un proyecto integral para revitalizar la cultura.
Através de la enseñanza de la lengua, el uso de la vestimenta tradicional y la convivencia con personas de la tercera edad, se busca que los más pequeños se sientan identificados con todos los valores y aspectos de su tierra.
—Los días miércoles son muy importantes: los niños acuden con la indumentaria típica y nosotros, como maestros, también. Al llegar, bailamos la Flor de Naranjo y después vamos a nuestros salones, donde procuramos que durante al menos 30 minutos al día los niños reciban clases en mazateco, explica el profesor Miguel Obed Ildefonso Cerqueda.
Influencia. Este modelo de educación es producto de años de esfuerzo. Su origen está en los llamados “nidos de lenguas”, que surgieron en Nueva Zelanda para salvar la lengua Maorí. La técnica llegó a la Sierra Mazateca y encontró su nido en este pequeño preescolar construído entre cerros.
—Hace unos años vino una doctora extranjera y nos planteó el modelo de enseñanza. Con el tiempo, nosotros fuimos agregando elementos y diseñamos un programa de inmersión lingüística adecuado a nuestro entorno, platica Dalila Bello Juárez, directora del Naxo Cafe.
Al ubicarse en la cabecera municipal, donde hay mayor grado de urbanización, explica el profesor Miguel, es cada vez más común que los padres de los niños que acuden a esta escuela no hablen su lengua materna, por lo que los pequeños terminan siendo maestros en sus hogares. El mazateco que un día olvidaron se vuelve a hacer vida.
—También pedimos que los padres se vistan con las ropas tradicionales, que participen con nosotros, por ejemplo, en la elaboración de alimentos típicos y cuando acudan a estas actividades sólo hablen en mazateco, aunque les cueste trabajo; así aprendemos todos, explica la maestra Dalila.
Con el paso de los años, este proyecto ha sido adoptado por más escuelas de nivel básico de la región, al menos unas cinco. Ahora, en la cabecera municipal de Huautla la mayoría de las escuelas invitan a sus alumnos a acudir un día a la semana vestidos con huipil y traje de manta, que es portado con dignidad, como lo hacían los ancianos.
Herencia compartida. Enclavada entre neblina y calles cuesta abajo, la tierra del “nido de ágilas” no ha perdido su sentido comunitario. Aquí, el brazo de un mazateco se extiende hasta donde otro lo necesite. Con el proyecto del Naxo cafe no es la excepción.
Entre las actividades que realizan los niños se encuentran el cultivo de maíz en terrenos prestados por vecinos y la convivencia en “casas tradicionales”, hechas de adobe y que también pertenecen a algunas personas de la comunidad. —Para que el aprendizaje sea integral también nos hemos hacercado a un grupo de abuelitos, que platican con los niños y les cuentan sus historias y anéctotas de juventud en la lengua mazateca, explica la profesora Dalila.
Aquí ningún conocimiento se desperdicia, del más grande al más chico pone una semilla en la tierra que se resiste a ser infertil. El “nido de águilas” es también el nido de la lengua mazateca.