Más Información
Juchitán de Zaragoza.— Confinada en su vivienda, Geraldina Santiago Velázquez describe la tristeza como un dolor muy fuerte. “Una gran tristeza nos invade porque vemos morir a nuestra familia, a vecinos y conocidos. Es muy triste no poder acompañar a los difuntos a su última morada y es doloroso no poder abrazar a sus deudos. Es triste porque nuestra ciudad se enluta todos los días”, confiesa.
La voz de la profesora jubilada y presidenta de la sociedad de la Vela San Vicente Ferrer, el santo patrono de la comunidad católica de esta ciudad zapoteca, a veces se quiebra y por ratos se vuelve un susurro: “Encerrada aquí en la casa, sólo me queda caminar de la sala al patio, siempre con el Padre Nuestro en la boca, con el Jesús en los labios. Sólo nos queda orar, orar y orar”, dice.
“Por eso la gente ya no lleva a sus familiares a los hospitales, porque han visto que entran enfermos en la mañana, y salen muertos en la madrugada. Es triste”, señala.

Foto: Cortesía
Hace diez días, el pasado domingo 5 de julio, unas 300 personas se concentraron en un campo de beisbol donde se disputó un partido de pelota tradicional zapoteco conocido como Taladxi (esponja). En las fotografías que circularon en las redes sociales se aprecia que pocos de los asistentes estaban protegidos con cubrebocas.
Por esa razón, el gobierno municipal de esta ciudad, encabezada por el edil Emilio Montero Pérez, presentó una denuncia penal “en contra de quién o quiénes resulten responsables, por la organización del encuentro deportivo de beisbol tipo esponja”, y pidió a las autoridades ministeriales que investiguen el caso que podría configurar un delito.
“Se solicita al Agente del Ministerio Público dé inicio a una carpeta de investigación, gire oficios a las corporaciones correspondientes a fin de perseguir a los responsables, inicie y realice todas las diligencias necesarias a fin de que judicialice el asunto, solicitando la correspondiente orden de aprehensión en contra del o los denunciados”, demanda la autoridad.
En estos días, comenta el médico, las familias juchitecas viven un estado de angustia. “No sabemos cuándo nos tocará. Tenemos un problema de salud, psicológico, de ansiedad y de miedo. Confinados en casa, crecen las preocupaciones y a veces una simple gripa del pasado, nos inyecta tanto miedo porque estamos luchando contra un enemigo invisible”, confiesa a EL UNIVERSAL.
Es el 8 de julio. Doña Julia, cuyo nombre real se cambió a petición de sus deudos, falleció en su vivienda en la Séptima Sección. Sus familiares dijeron que murió por insuficiencia respiratoria e invitaron a sus vecinas al velorio y al sepelio. Dos días después, la hija de Julia falleció por la misma causa, según reportaron sus familiares al responsable del panteón. Ya no la velaron.
En todos los casos, la triste realidad se impone en esta ciudad que aún se resiste a reconocer la veloz transmisión de Covid-19, “aunque los muertos se rían frente a nosotros”.