Viven familias tragedia en Pinotepa; claman por ayuda
La mayor parte de los afectados tuvieron que resguardarse en la pérgola municipal y otros se refugiaron con sus familiares
Era un día común para la familia Sarabio Huerta, de Pinotepa Nacional. Leslie, de 24 años, la menor de las dos hijas del matrimonio que se sumó al saldo de afectados tras el temblor de 7.2 grados, cuyo epicentro fue el lugar donde nació y creció, relata que este viernes, a las 17:39, su familia se encontraba reunida en su casa después de haber culminado sus actividades.
Fue en un segundo cuando todo cambió. Lo que pensaron que sería un temblor menor, se transformó en el terremoto que dañó su vivienda y la de sus vecinos.
No pensaron en salvar nada. El sentido común les dictó abandonar la casa que sus padres erigieron tras años de trabajo y dedicación; en ese momento nada importó, había que salir.
Los segundos se hicieron eternos, fue un temblor muy largo. Una vez en la calle y sin haber podido sacar nada de la vivienda, se pararon en el lugar que consideraron más seguro, y desde ahí, observaron paredes desmoronarse, tejas caerse y escucharon el crujir de la tierra, el grito de hombres, mujeres y niños, aterrorizados, esperando que la tragedia no cobrara la vida de nadie.
"El suelo empezó moverse de tal forma que las casas parecían de cartón... se movían hacia arriba y hacia los lados lo que dificultaba controlar el equilibrio", cuenta.
Añade que los autos que transitaban y los que estaban parecían a punto de volcar. La gente corría, iba y venía en diferentes direcciones sin medir el peligro de lo que esto ocasionaba.
"Se desprendía un olor a tierra y se observaba a la distancia por doquier nubes de polvo, gente gritando y llorando viendo cómo se desplomaban sus viviendas", recuerda.
Después de la sacudida, todo era miedo, llanto, desesperación por saber si sus amigos, sus familiares y conocidos se encontraban bien; no fue posible saberlo de inmediato, pues las líneas telefónicas estaban muertas, se perdió la señal del celular y al paso de las horas, el pueblo quedó a oscuras ante la falta de energía eléctrica que se reestableció hasta el sábado por la mañana.
Algunos intentaron trasladarse a la casa de sus familiares, verificar si alguien necesitaba ayuda. Por la noche el silencio que permeaba se convertía en un bullicio alarmante de sirenas de ambulancias y patrullas.
Para Leslie y su familia, fue una noche de penumbra: permanecieron despiertos hasta las cuatro de la madrugada del sábado. Había que permanecer alertas pues un grupo de ladrones saqueó el Cobao, plantel 03.
La mayor parte de los afectados tuvieron que resguardarse en la pérgola municipal y otros se refugiaron con sus familiares. "Todas las familias acampamos en los patios, en las aceras y en lugares públicos porque no ha dejado de temblar, siguen las réplicas y no se puede entrar a las casas por temor a que puedan desplomarse", dice con miedo.
El Gobierno del Estado, a través de la Coordinación Estatal de Protección Civil de Oaxaca (CEPCO), informó que entre los reportes destaca la caída de láminas y barda perimetral en la comandancia de la policía estatal.
El sábado por la mañana, los daños parecían mayores. Casas afectadas, bardas caídas y daños en comercios son los que faltan por cuantificar. Hasta el momento no hay conocimiento de pérdidas humanas. También se suspendió el servicio en casi todas las tiendas y comercios, por las afectaciones.
El pueblo vive en una tensa calma las réplicas de las que ya perdieron la cuenta; el servicio eléctrico ya se reestableció y también el telefónico. Las familias esperan las acciones de las autoridades que hasta ahora, van lentas, y siguen, con miedo, contemplando las enormes grietas que quedaron como testimonio de la tragedia en sus hogares.
"Pedimos al Gobierno del Estado de haga un recuento de todos los daños y pueda ayudarse a las personas afectadas. Ya qué hay escasez de alimentos en el mercado y la mayoría de los comercios están cerrados", finaliza Leslie.