Marcelina lleva más de 30 años frente a un fogón friendo garnachas y pollo, comida tradicional zapoteca que es su especialidad. Desde el 15 de septiembre de 2017 lo hace en el patio de su casa debajo de una galera que la protege de la lluvia.
Antes de eso, su puesto de comida estaba situado debajo del edificio de Los Símbolos Patrios que sufrió severos daños por el terremoto, así que el espacio dejó de ser viable para su ocupación.
Esta situación la llevó a ofertar sus platillos en su casa. Además de lograr beneficios económicos y menos desgaste físico —pues ahorra la inversión de trasladar su equipo de trabajo hasta el centro y pagar a trabajadores para la limpieza y vigilancia—, también limitó su horario a siete horas, de 5 de la tarde a 12 de la noche. Antes era desde las 4 de la tarde hasta 5 de la madrugada, para recuperar algo de lo invertido.

Foto: Roselia Chaca
Pero aunque desde su hogar Marcelina encontró una forma más cómoda de ofertar sus productos, y hasta antes de la contingencia sanitaria su cenaduría aglutinaba el triple de gente que la que atendía antes del sismo en los portales, ahora con la emergencia por Covid-19 sólo abre tres veces a la semana y sólo ofrece para llevar.
La crisis, señala, redujo a la mitad sus ventas, aun así prefiere mil veces continuar la vendimia desde su casa, guardando la sana distancia, que estar hacinada en un reducido espacio en su viejo local.
“Ya nos adaptamos a la venta por teléfono, la gente pide y luego pasa a recogerlo o se los vamos a dejar con un servicio de mensajería, así que esta estrategia desde casa nos ha funcionado y estamos pensando mucho en no volver al viejo lugar después de que todo regrese a la normalidad”, explica Marce.
Araceli encontró en Internet un mercado ideal para la venta de la ropa tradicional, su giro comercial en el Mercado 5 de Septiembre. Las ventas en línea le ayudaron a recuperarse después de un año del sismo, le iba bien hasta que la pandemia volvió a pegarle.
A pesar de la crisis se mantiene en la misma estrategia de venta a la distancia, desde su hogar, una normalidad que ella empezó a practicar desde hace tres años.
Después del sismo, Araceli regresó a un espacio provisional en el parque central, pero no logró vender mucho. Fue entonces que decidió trasladar su puesto a su casa y ofrecer sus productos (todo lo relacionado a la indumentaria para fiestas) en una tienda en línea.

Foto: Roselia Chaca
“A pesar de que la crisis también está pegando las ventas en línea, voy a seguir en esta modalidad porque no pienso regresar pronto al mercado, aunque se abra. En primera porque es un espacio donde se aglomera mucha gente y es propicio para brotes y contagios; en segundo porque aún no se reconstruye la zona donde se ubica mi tienda, así que continuaré desde mi casa, con esta normalidad que comencé mucho antes de la pandemia”, comenta la artesana.
Mientras tanto, los casi 500 comerciantes de este mercado, el más grande del Istmo de Tehuantepec y que hasta antes de terremotos y pandemia era visitado hasta por 5 mil personas al día, poco a poco aprenden a vivir con esta nueva normalidad, luego de 35 días de cerrar el espacio por los brotes del virus en la ciudad. Por el momento se turnan los días para vender, hasta que la enfermedad les dé tregua.