Recibir el Año Nuevo en una ciudad rota

Paisanos que viven en otros estados llegan a Juchitán para las festividades; sin cumplirse, promesa del gobierno sobre casas reconstruidas para Navidad

Manuel López Gallegos llegó desde Puebla, recibirá el Año Nuevo al lado de sus padres Lauro y Crimilda, quienes perdieron su vivienda y ahora viven, con su numerosa familia, bajo cuatro pequeñas casas de campaña. (ALBERTO LÓPEZ. EL UNIVERSAL)
Especiales 31/12/2017 14:44 Alberto López Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 14:14

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Entre escombros, bajo casas de campaña, en el patio cubierto por lonas y en medio de materiales de construcción, las familias juchitecas se preparan para despedir el 2017 al lado de hijos y nietos procedentes de otras entidades del país.

Manuel López Gallegos, que llegó desde Puebla, recibirá el Año Nuevo al lado de sus padres Lauro y Crimilda, quienes perdieron su vivienda de tejavana con el sismo del 7 de septiembre y ahora viven, con su numerosa familia, bajo cuatro pequeñas casas de campaña castigadas por las lluvias y los vientos que alcanzan rachas de hasta 173 kilómetros por hora.

No es el único. Moisés Gómez  llegó de Monterrey, Nuevo León, y despedirá el año junto con sus padres Luciano y Elsa, quienes sobrevivieron al terremoto que convirtió su vivienda en sólo escombros. Ellos ahora viven en Aguascalientes con su hija Saira, quien “no llegará a Juchitán”.

Como Manuel y Moisés, cientos de juchitecos radicados en diversas latitudes del país llegaron a esta ciudad zapoteca, algunos, por primera vez después del terremoto. Los visitantes no paran de tomar fotografías de los predios vacíos donde había casas y comercios.

En el centro de la ciudad, el comercio informal se apropió de las avenidas con la venta de juegos pirotécnicos, series de luces, pinos de navidad y nacimientos. “La venta no es muy buena, pero vamos saliendo”, dice Oseas, un vendedor de calcetines.

“Nosotros no vamos a festejar la llegada del Año Nuevo, más bien vamos a reunirnos en familia para agradecerle a Dios que mis padres sobrevivieron; ellos no pudieron salir, se quedaron en el marco de la puerta cuando el techo se desplomó. Vamos a juntarnos en familia para comprometernos a levantar la casa donde nacimos”, dice Manuel López Gallegos.

La noche del 7 de septiembre, recuerda  Moisés, despertó con el ruido de su celular, pues sus paisanos que viven en otros estados del país le preguntaban si sabía la magnitud del terremoto.

Chivos, pollos, cerdos, serán parte de la cena de fin de año de las familias que aún observan cómo las pesadas máquinas siguen su labor para derribar las casas colapsadas y ven cómo los camiones tipo volteo retiran los escombros. La promesa del gobierno, de que el 24 de diciembre todos los damnificados cenarían en sus casas reconstruidas no logró cumplirse.

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